tag:blogger.com,1999:blog-22637387643738654062024-03-14T18:35:51.904+01:00Biblioteca Digitalpor Moratínmoratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comBlogger597125tag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-872298362476905182011-10-10T21:29:00.007+02:002011-10-11T04:12:14.980+02:00Modesto Lafuente – HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA<div style="text-align: justify;">La monumental <em>Historia General de España</em> de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Pensamiento que hunde sus raíces en el periodo de la Ilustración, comienza a desarrollarse durante la Guerra de la Independencia, y adquiere carta de naturaleza con el romanticismo imperante de la época isabelina. Con su publicación finaliza el hasta entonces “reinado” de la <em>Historia </em>del padre Mariana, y se inaugura éste nuevo, mucho más acorde con las exigencias nacionales del momento. </div><div style="text-align: justify;">La obra de Lafuente, publicada en su primera edición entre 1850 y 1867, llegó a alcanzar un lugar de privilegio casi unánime en toda la sociedad de la segunda mitad del XIX, y hasta bien entrado el siglo XX. Su predicamento fue tal que devino en símbolo cultural de toda institución que se preciara de importante: ayuntamientos, bibliotecas de ateneos, casinos y centros docentes, así como bibliotecas particulares de políticos, burgueses y militares. Pero su difusión fue incluso mucho más lejos del círculo elitista e intelectual. Por su aparente llaneza de composición y lenguaje, así como por las múltiples anécdotas y pequeñas historias que jalonan su discurso identitario nacional, la Historia de Lafuente sirvió de modelo a muchos autores de libros de texto y manuales de enseñanza, arraigando vivamente entre las clases medias españolas, al punto que su posesión fue signo de cierta distinción. «En cuanto a la claridad —escribe Lafuente en el prólogo a la primera edición—, siempre he preferido a la vanidad que se disfraza bajo la brillantez de las formas, la sencillez que Horacio recomienda tanto, aconsejando a los autores que escriban no solo de manera que puedan hacerse entender, sino que no puedan menos de ser entendidos. La historia no es tampoco un discurso académico». </div><div style="text-align: justify;">Definitivamente, el éxito obtenido le avaló un cierto <em>status</em> oficial como modelo de historia general de la nación. «La historia pasó a ser un género con una gran aceptación —escribe <strong>Marc Baldó Lacomba</strong> de la Universitat de València en su artículo <strong>Regeneracionismo en la universidad y creación de la sección de historia (1900-1923)</strong>—. Todo miembro de la burguesía o clase media que se preciara tenía en su casa, al menos, una Historia de España en varios volúmenes. Además, la lectura histórica se consumía en distintos formatos: como compendio, como síntesis, como novela (ahí están los <em>Episodios nacionales</em> de Galdós). La historiografía liberal, especialmente la de la época romántica, era un género que, con frecuencia, estaba a caballo entre la literatura y la erudición; tenía que estar bien escrita para ser comprada y leída, y pasó a tener una amplia difusión; los historiadores de entonces eran buenos narradores, si no el mercado los hubiese marginado (en el liberalismo, como es sabido, el mercado manda)». </div><div style="text-align: justify;">La <em>Historia</em> de Lafuente no fue un caso aislado en la producción historiográfica del momento. Las historias generales constituyeron un género muy difundido en la Europa liberal del XIX. En estas obras, influidas en gran medida por la <em>Historia de la civilización</em> del francés Guizot, se sientan unas bases metodológicas sobre las que interpretar el devenir histórico, bases que tienen como epicentro el concepto aglutinador de nación, el romántico volkgeist o “alma nacional”, concepto que destilado de los acontecimientos, hasta de los más remotos, buscó la legitimación del estado-nación en el presente. La Historia, vista así, deja de ser un mero compendio de crónicas dinásticas y acontecimientos diplomáticos y militares, para centrarse en el protagonista por excelencia de los avatares históricos, un sujeto colectivo: la nación. Surge así una imagen inmutable de la genealogía nacional, basada en la arraigada caracterización del pueblo español como valeroso, religioso y básicamente conservador. En la magna obra de Modesto Lafuente, como en casi todos los escritores del siglo XIX, de cualquier signo ideológico, a la nación española se la identificó con el pueblo y con su manera de ser, confiriéndoles el carácter de atemporales y eternas a tales categorías sociológicas. Los españoles, por tanto, eran ese nuevo concepto político que adquiría rango de categoría histórica. Españoles eran los que, a lo largo de los siglos, habían encarnado el espíritu de un pueblo y habían defendido sus instituciones. Españoles que además, desde ahora, se convertían en los nuevos protagonistas del discurso político y, por supuesto, del relato historiográfico. Eran la nación, ni más ni menos. Por eso Modesto Lafuente podía escribir en el prólogo de su obra que “hace veinte años no hubiéramos podido publicar esta historia”, porque efectivamente escribía cuando ya la soberanía nacional permitía establecer un nuevo sujeto del devenir histórico. </div><div style="text-align: justify;">Con todo, «no había, sin embargo, un plan gubernamental o estatal para utilizar a los historiadores en pro de la nacionalización del país —escribe <strong>Jorge Vilches</strong> en su artículo <strong>Los liberales y la Historia</strong>—, o para inculcar una determinada ideología o mentalidad. Modesto Lafuente era un liberal, progresista pero de orden, muy independiente; fue sacerdote, luego periodista satírico –Fray Gerundio– y finalmente un historiador que vivió de su pluma sin depender de encargos institucionales ni tener que someterse a consigna académica alguna. Es más: los tres hombres que continuaron su Historia General no coincidían políticamente: Juan Valera era conservador; Andrés Borrego, liberal-conservador, y Antonio Pirala, progresista. Pero aquella obra se convirtió, como ha escrito Sisinio Pérez Garzón, en el libro de Historia de cabecera de las clases medias. </div><div style="text-align: justify;">Del artículo <strong>El nacionalismo español en los manuales de historia</strong>, a cargo de <strong>Ramón López Facal</strong> y publicado en <strong>Educació i Historia: Revista d´Historia de l´Educació</strong> (nº 2, 1995), extraemos lo siguiente: </div><div style="text-align: justify;">«La historiografía romántica liberal, especialmente la magna obra de D. Modesto La Fuente publicada entre 1850 y 1867 influyó de manera decisiva en la definición de estereotipos básicos de la historiografía posterior, especialmente en las obras escolares. En la Historia de España de Lafuente se perfila con nitidez el concepto de nación española (resultado de proyectar al pasado del modelo de Estado liberal-burgués) que perdurará durante mucho tiempo apenas matizado desde otras opciones ideológicas; la articula a partir de los siguientes elementos: </div><div style="text-align: justify;">- <em>La idea de soberanía territorial</em>: España es una nación formada por un territorio con cierta unidad, delimitado por unas fronteras que vienen determinadas en gran medida por una realidad geográfica «natural». </div><div style="text-align: justify;">- <em>La unidad legislativa y política</em>. La nación se constituye cuando está presente cierto grado de unidad política, con un gobierno «central» y un sistema legislativo común. </div><div style="text-align: justify;">- <em>Una identidad de carácter</em>. Los habitantes que viven en un mismo territorio están condicionados por el medio geográfico y participan de un mismo tipo de comportamiento. </div><div style="text-align: justify;">- <em>La unidad religiosa</em>. La religión católica ha contribuido a forjar la identidad de los españoles. Este rasgo es una aportación relevante de los historiadores moderados (Lafuente) común con los tradicionalistas (Gebhartd...) </div><div style="text-align: justify;">Esta concepción de la nación va a ser tan común que ni siquiera entre los autores más progresistas se suele poner en cuestión la importancia del catolicismo en la formación de la identidad nacional, ni se hace una reivindicación expresa de la soberanía nacional como un elemento constitutivo básico de la nación. Cuando algún historiador más radical critica —excepcionalmente— la importancia que la mayor parte de la historiografía dominante otorgaba al cristianismo en la formación de la identidad española, no lo hace desde una perspectiva racionalista-ilustrada del contrato social sino también desde cierto historicismo romántico, reivindicando una identidad común anterior al cristianismo en la época ibérica. </div><div style="text-align: justify;">Tras analizar más de una veintena de Historias de España publicadas en el siglo XIX, en su mayor parte manuales escolares, podemos resumir algunos rasgos comunes a todas ellas y muy similar al esquema adoptado por la historiografía francesa: </div><div style="text-align: justify;">- Los primeros pobladores históricos que se identifican son los iberos y a ellos se atribuye el origen del «carácter español». Se valora positivamente su «lucha por la independencia» frente a los fenicios, los cartagineses y sobre todo a los romanos. </div><div style="text-align: justify;">- Los visigodos son el origen de la monarquía hispánica y los primeros en lograr su «unidad política». </div><div style="text-align: justify;">- La Reconquista fue la gran forja de la nación. Los españoles (identificados exclusivamente con los cristianos peninsulares) expiaron el pecado de su desunión y los vicios de costumbres degeneradas; sólo con su unidad tras ocho siglos de esfuerzos lograron consumar la unidad perdida. </div><div style="text-align: justify;">- Los Reyes Católicos lograron la culminación de las aspiraciones nacionales al restaurar la unidad. Desde posturas ideológicas incluso contrapuestas se considera su reinado como el momento de mayor esplendor nacional. </div><div style="text-align: justify;">- La monarquía de los Austrias recibe una valoración más crítica; se la considera, generalmente, responsable de la decadencia española al dedicar los esfuerzos más importantes a empresas exteriores olvidando las verdaderas preocupaciones de la nación (representadas para muchos por los comuneros). A finales del XIX, desde posiciones tradicionalistas y neocatólicas se inicia la reivindicación de los reinados de Carlos I y Felipe II «providenciales» porque salvaron a Europa de los turcos y frenaron la expansión del protestantismo.</div><div style="text-align: justify;">- El siglo XVIII se valora de manera diferente dependiendo del sesgo ideológico de los historiadores. Sin duda su mayor proximidad al proceso revolucionario-liberal influyó en ello. Para la mayoría merece una valoración positiva la voluntad modernizadora y de progreso de los gobernantes ilustrados (incluso entre autores muy moderados, aunque algunos hacen salvedad de la expulsión de los jesuitas por Carlos III). Los tradicionalistas y neocatólicos del último tercio del siglo censuran esos esfuerzos modernizadores que consideran contrarios al «verdadero sentir de la nación». </div><div style="text-align: justify;">- La revolución liberal apenas tiene cabida en los manuales escolares. En los textos publicados durante el siglo XIX se glorifica la guerra contra Napoleón y suelen evitar valoraciones sobre la etapa isabelina. En España no se produjo ningún fenómeno comparable a la reivindicación del proceso revolucionario realizada en Francia durante la III República. La influencia de la Iglesia católica y la hegemonía política del liberalismo doctrinario (partido moderado en la época isabelina y partido conservador a partir de la Restauración) propiciaron que incluso autores progresistas asumiesen un concepto de nación esencialmente conservador, sin considerar la soberanía nacional uno de sus rasgos definitorios». </div><div style="text-align: justify;">Es cierto que ante tales consideraciones, y a pesar de la ingente documentación de la que se hace uso, la obra de Lafuente carece de un cierto rigor científico. Es necesario señalar que el autor de la <em>Historia General de España,</em> como muchos otros que siguieron sus pasos, no era fundamentalmente un historiador. El rigor científico no se consideraba como absolutamente indispensable. Hasta principios del siglo XX los estudiosos y narradores de la historia se basaban en una formación filológica, jurídica, teológica, filosófica, literaria, periodística, política e incluso médica. </div><div style="text-align: justify;">Será unos años después, con la recepción tardía del positivismo en España cuando los especialistas de la Academia de la Historia, con Cánovas del Castillo como coordinador, y más tarde, la fundación del Centro de Estudios Históricos en 1909 (entidad en la que colaboran los dos principales impulsores de la historiografía española: Altamira y Menéndez Pidal), se planteen la necesidad de alcanzar un nivel de conocimiento científico suficiente como base de cualquier trabajo histórico. </div><div style="text-align: justify;">A medida que finalizaba el siglo XIX tomaba auge el inevitable debate sobre los fundamentos del Estado unitario por parte del historicismo regionalista, especialmente el catalán. El discurso de Lafuente se le antojaba excesivamente castellanista y excluyente; una historiografía centralista que intentaba monopolizar la representación de España. Presumiendo el autor de la <em>Historia General</em> las acusaciones que del tal frente habrían de imputarle, escribe en su prólogo: «Si en todas las historias son esenciales requisitos el método y la claridad, necesitase particular estudio para evitar la confusión en la de España, acaso la más complicada de cuantas se conocen, señaladamente en las épocas en que estuvo fraccionada en tantos reinos o estados independientes, regido cada cual por leyes propias y distintas, y en que eran tan frecuentes las guerras, las alianzas, los tratados, los enlaces de dinastías, que hacen sobremanera difícil la división sin faltar a la unidad, y la unidad sin caer en la confusión. Procuro, pues, referir con la separación posible las cosas de Aragón y las de Castilla, las de Navarra, Portugal o Cataluña, y las que tenían lugar en los países dominados por los árabes; aparte de los casos en que los sucesos de unos y otros estados corrían tan unidos que hacen indispensable la simultaneidad en la narración. (…) Siento haber de advertir que una historia general no puede comprender todos los hechos que constituyen las glorias de cada determinada población, ni todos los descubrimientos que la arqueología hace en cada comarca especial. No haría esta advertencia, que podría ofender al buen sentido de unos y parecer excusada a otros, si no tuviera algunos antecedentes para creerla necesaria». </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La presente edición de 25 tomos corresponde a la <em><strong>Historia General de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII. Continuada desde dicha época hasta nuestros días</strong></em> (muerte de Alfonso XII) <em><strong>por D. Juan Valera con la colaboración de D. Andrés Borrego y D. Antonio Pirala. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.</strong></em></div><br />
<div></div><div></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGMrttyyauZy4QD8KvfoI4ROLcJ1eJni0e5_6ob9LL77Poy5MEUcLrNPUVom6aE2EyBzuaa188DKY_F4nMIp7fUmg0EnIrWQQIOeeeKjNlBa1LtiPhEN9ZpOjq6UFlQ_bO9NswvMweyVpw/s1600/HGE+01.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGMrttyyauZy4QD8KvfoI4ROLcJ1eJni0e5_6ob9LL77Poy5MEUcLrNPUVom6aE2EyBzuaa188DKY_F4nMIp7fUmg0EnIrWQQIOeeeKjNlBa1LtiPhEN9ZpOjq6UFlQ_bO9NswvMweyVpw/s400/HGE+01.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><strong>ENLACES</strong></span></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><a href="http://www.mediafire.com/file/35uzc30w7c6akk7/HGE01.pdf"><strong>TOMO I</strong></a><strong> <a href="http://www.mediafire.com/file/6eu5y1rnkjgzj63/HGE02.pdf">TOMO II</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/onqege1szqcfzzi/HGE03.pdf">TOMO III</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/z8zxwtv51nc0wdv/HGE04.pdf">TOMO IV</a> </strong><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/7rclypjgxegxpoa/HGE05.pdf">TOMO V</a> </strong></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/01mbdnqpxzaai3c/HGE06.pdf">TOMO VI</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/ok4ewf74b2j95bf/HGE07.pdf">TOMO VII</a> </strong><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/9lg621s8tlau82u/HGE08.pdf">TOMO VIII</a> </strong><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/iw7d95kbjo79u02/HGE09.pdf">TOMO IX</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/2we8qdsmemdaf4j/HGE10.pdf">TOMO X</a> </strong></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/xz4850a9lq3c5fb/HGE11.pdf">TOMO XI</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/4b2a1ir43obb3ve/HGE12.pdf">TOMO XII</a> </strong><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/ma7qvcs5h77oe2p/HGE13.pdf">TOMO XIII</a> </strong><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/ldyoy9cnznbpbq5/HGE14.pdf">TOMO XIV</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/3k1nh7qn1kg3hcn/HGE15.pdf">TOMO XV</a> </strong></div><div style="text-align: center;"><br />
</div><div style="text-align: center;"><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/ot4n7u6xxml11d5/HGE16.pdf">TOMO XVI</a> </strong><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/7xx2x71580xv4l4/HGE17.pdf">TOMO XVII</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/bbm8udl819yx4by/HGE18.pdf">TOMO XVIII</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/rvbhvbov6xarsst/HGE19.pdf">TOMO XIX</a> </strong><br />
<br />
<strong><a href="http://www.mediafire.com/file/h13106nwchyq5i0/HGE20.pdf">TOMO XX</a> </strong> <strong><a href="http://www.mediafire.com/file/esxglv8dg4i9aip/HGE21.pdf">TOMO XXI</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/kipyxi9cdpxmqai/HGE22.pdf">TOMO XXII</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/1e168mt8xdddtdj/HGE23.pdf">TOMO XXIII</a> </strong><br />
<br />
<strong><a href="http://www.mediafire.com/file/l1l0rkpqeadnvsd/HGE24.pdf">TOMO XXIV</a> <a href="http://www.mediafire.com/file/r7gbqb452foefoj/HGE25.pdf">TOMO XXV</a></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-83239052148687727712011-10-01T14:06:00.000+02:002011-10-01T14:06:26.223+02:00Anatole France – LA VIDA EN FLOR<div style="text-align: justify;">Escrita en las postrimerías de su vida, 1922, Anatole France retoma en esta última obra, el contenido autobiográfico del que ya fueron objeto El libro de mi amigo y Pedrín. Retirado en su propiedad cercana a Tours de La Béchellerie, y con esa pesadumbre que otorgan los años y la pasada guerra mundial, France se reconforta con los recuerdos de infancia y juventud como si de un paraíso artificial se tratara. </div><div style="text-align: justify;">«Este libro es una prolongación de Pedrín —escribe el autor—, publicado hace dos años. La vida en flor acompaña a mi amigo hasta su presentación en sociedad. Estos dos volúmenes, a los cuales se puede añadir El libro de mi amigo y Pedro Nozière, contienen, bajo nombres supuestos y con algunas circunstancias fingidas, los recuerdos de mis primeros años. (…) En estas páginas se amontonan sucesos minúsculos referidos con exactitud. Y no falta quien me asegure que pueden agradar estas bagatelas verídicas».</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFIMr0SO8XZyIMJH-SMWAHitksw86XwUEMZv7y-lyh3EzWCDefLptX_ZDFEmpp_2x1pIdF-SyzPhYbSqsP36YF09nqE1X-zRXtHXsJO-lJ-dXXwRzTjAlwKvrOEAUHrRFzWmJTwgWU2CQb/s1600/ANATOLE+VIDA+FLOR.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFIMr0SO8XZyIMJH-SMWAHitksw86XwUEMZv7y-lyh3EzWCDefLptX_ZDFEmpp_2x1pIdF-SyzPhYbSqsP36YF09nqE1X-zRXtHXsJO-lJ-dXXwRzTjAlwKvrOEAUHrRFzWmJTwgWU2CQb/s400/ANATOLE+VIDA+FLOR.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/10k2k28256c6fff/Anatole%20France%20-%20La%20vida%20en%20flor.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/Za-3qoey/Anatole_France_-_La_vida_en_fl.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-64483963108608115342011-10-01T14:04:00.000+02:002011-10-01T14:04:04.574+02:00Anatole France – LA REBELIÓN DE LOS ÁNGELES<div style="text-align: justify;">En la mansión parisina de los Esparvieu, poseedora de una biblioteca teológica inmensa y estrictamente custodiada por el bibliotecario Sariette, empiezan a descolocarse libros, a desaparecer, a encontrarlos abiertos y consultados e, incluso, a verlos volar. Entre tanto, un hecho esperpéntico y singular le sucede al joven Mauricio Esparvieu, un hombre al que, en definición de su creador: <em>no había nada que asombrase, nunca trató de conocer la causa de las cosas, y vivía tranquilo en el mundo de las apariencias. Sin negar la verdad eterna, perseguía, al capricho de sus deseos, las vanas formas. Menos aficionado que la mayoría de los jóvenes de su generación a los deportes y a los ejercicios violentos, entregábase inconscientemente a la vieja tradición erótica de su raza.</em></div><div style="text-align: justify;">Y así fue que el sucedido, <em>infinitamente más atrevido que las imaginaciones de Alighieri y de Milton</em>, se dio cuando retozaba con su amante Gilberta en el lecho transgresor: se le aparece su ángel custodio Abdiel (en el cielo), Arcadio (en la tierra).</div><div style="text-align: justify;">El plato esta servido cuando descubrimos que este Abdiel, andaba culturizándose con los antiguos tomos teológicos de los Esparvieu y planea, ayudado de otros ángeles que como él pululan, cual anarquistas de medio pelo, por ese París de principios de siglo XX, destronar a Dios, que no es más que un demiurgo mediocre llamado Ialdabaoth.</div><div style="text-align: justify;">El asunto da juego a France a través de esta fantasía aderezada con bibliotecarios obsesivos, burgueses de todo tipo, maridos cornudos, damiselas de dudosa moral, y toda una corte celestial, para poner en solfa todas las instituciones divinas y humanas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNj1yhexDCZSjIMavqmOpzFrKsOUiAhE72hPM-tikxUKfOGiIiTScvV3ytEMEBkVtbQ-Nmb5cO19cuedzV8Yoqwbe8e4_qXUE8lSOZfV591HCb3-YIDbjJtYMin6_o6V-yFQTjP_KtS6FI/s1600/ANATOLE+ANGELES.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNj1yhexDCZSjIMavqmOpzFrKsOUiAhE72hPM-tikxUKfOGiIiTScvV3ytEMEBkVtbQ-Nmb5cO19cuedzV8Yoqwbe8e4_qXUE8lSOZfV591HCb3-YIDbjJtYMin6_o6V-yFQTjP_KtS6FI/s400/ANATOLE+ANGELES.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/h9eu4ifycnd52qc/Anatole%20France%20-%20Rebelion%20angeles.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/mRVTKQbD/Anatole_France_-_Rebelion_ange.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-46606175404875934462011-10-01T13:59:00.000+02:002011-10-01T13:59:59.026+02:00Anatole France – LOS DIOSES TIENEN SED<div style="text-align: justify;">No se puede olvidar que en su infancia, France vivió rodeado de la Revolución.</div><div style="text-align: justify;">La trama de esta novela, publicada en 1912, transcurre en los tiempos del Terror revolucionario del París de 1793. Un personaje destacará del resto, Evaristo Gamelin, pintor y grabador discípulo del afamado David, que de corazón ardoroso y noble, se verá arrastrado por los acontecimientos en el instante en que es nombrado juez del temido Tribunal Revolucionario. Tribunal que, todopoderoso, decide la suerte de miles de personas en función de su afinidad al poder jacobino. El reinado del terror surge, en el Paris de 1793, cuando los jacobinos se hacen con el control de la revolución, dando lugar al comienzo de una espiral que afecta, primero a sospechosos de pertenecer o simpatizar con el antiguo régimen, luego a cualquiera acusado de acaparar cualquier producto y al final, termina por caer sobre los propios republicanos denunciados por cualquier absurda desviación. </div><div style="text-align: justify;">Anatole France pinta un fresco sin ambages de todo aquel periodo trágico. Por aquellos tiempos, el autor fraternizaba con el progresismo más radical, era lo que podíamos llamar un hombre de izquierdas, pero esa afiliación progresista no le hizo perder el sentido común al extremo de escribir un panegírico de aquellos días, antes bien, conserva la lucidez como para denunciar que aquellos sueños de razón y virtud, escondían horribles delirios de poder; tremendas e implacables acciones sobre el individuo, una maquinaría atroz capaz de devorar a sus propios creadores.</div><div style="text-align: justify;">«Gamelin —declara el escritor Milan Kundera— tal vez sea el primer retrato literario de un artista comprometido. No obstante, lo que me cautivó de la novela de France no fue la denuncia de Gamelin, sino el misterio de Gamelin. Digo misterio porque ese hombre, que terminó por enviar a decenas de personas a la guillotina, habría sido sin duda, en otra época, un amable vecino, un buen compañero y un artista dotado. ¿Cómo puede un hombre indiscutiblemente honesto llevar oculto a un monstruo? El novelista no escribió su novela para condenar la Revolución, sino para examinar el misterio de sus actores, y con éste otros misterios, el misterio de lo cómico que se desliza por entre los horrores, el misterio del aburrimiento que acompaña los dramas, el misterio del corazón que disfruta con cabezas cortadas, el misterio del humor como último refugio de lo humano…».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_M6LRSN7tcnvGFzp1yGGbto7w58vDoTYI0Fphl9foBsPCpFYQYqSchLYuHDDTzYBbaRh0TEXGHhDWtgDPdWzwNCKpwxLGa2d9Q2KqZNxSOUc8V2g_8_bTabBUW-X39KIXuI88tdcAHS8w/s1600/ANATOLE+DIOSES.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_M6LRSN7tcnvGFzp1yGGbto7w58vDoTYI0Fphl9foBsPCpFYQYqSchLYuHDDTzYBbaRh0TEXGHhDWtgDPdWzwNCKpwxLGa2d9Q2KqZNxSOUc8V2g_8_bTabBUW-X39KIXuI88tdcAHS8w/s400/ANATOLE+DIOSES.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/bs0z189fvwwijfv/Anatole%20France%20-%20Los%20Dioses%20Tienen%20Sed.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/uPOt2iRb/Anatole_France_-_Los_Dioses_Ti.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-10137933174320948642011-10-01T13:57:00.000+02:002011-10-01T13:57:11.597+02:00Anatole France – LA ISLA DE LOS PINGÜINOS<div style="text-align: justify;">La obra, escrita en 1908, es la visión escéptico-pesimista, recurso inverso a la utopía feliz de Sobre la piedra inmaculada (en una brilla la luz de la esperanza, en la otra ríe en falsete un sombrío pesimismo, dirá un crítico de la época), de una sociedad figurada cuyos habitantes son los pingüinos. Curioso animal el escogido que, de contorno y andares tan característicos, induce, por su aparente estupidez, a la sonrisa fácil, e incluso a la sorna. Caricatura, en opinión de muchos, del burgués emperifollado de finales del XIX y principios del XX, una suerte de ironía antropomórfica que da el juego preciso buscado por el autor.</div><div style="text-align: justify;">De hecho, la alegoría animal anatoliana no es más que una sátira; parodia siempre amable y socarrona, que repasa la historia de Francia y de la civilización europea. Obra en la que denotan los ecos de autores como Rabelais, Mointagne, Voltaire y Jonathan Swift, y a su vez se anticipa a Orwell. El libro, visto así, se encuentra dividido en partes que recuerdan las de cualquier manual histórico al uso: Orígenes, Tiempos Antiguos, Edad Media, Renacimiento, Tiempos Modernos y, excepcionalmente, muestra de la voluntad moralizadora del autor, Tiempos Futuros.</div><div style="text-align: justify;">«Después de habernos narrado France —escribe Roberto Giusti en Anatole France, el aspecto social de su obra (Ediciones Selectas América, Buenos Aires, 1920)—, con endiablado brío y acre ironía volteriana, inusitada en él, la historia de la Pingüinía, o sea de Francia, deteniéndose con particular complacencia en los acontecimientos de la tercera república y del asunto Dreyfus, cuando esperamos que dé un descanso a nuestros nervios fatigados por tanta necedad y tanta infamia, él en cambio concluye por desconcertarnos y abatirnos con el último cuadro, esa «historia sin fin» de los tiempos futuros, en la cual vemos hundirse las civilizaciones como castillos de naipes, para renacer penosamente a lo largo de los milenios y volver a hundirse sin remedio en la sima de las edades... ¿Qué desengaño de los hombres pudo inspirar a France este libro sin bondad ni entusiasmo, y ese apocalíptico epílogo? </div><div style="text-align: justify;">La Isla de los Pingüinos, si admirable e ingeniosísimo, es un libro desolador, concepción de un nihilista desesperado, que después de haberse burlado a su gusto de todas las cosas divinas y humanas, por último, ya hastiado, siente el deseo de hacer saltar de un papirotazo este mundo loco y triste. En otros libros, en Sobre la Piedra Inmaculada y en La Rebelión de los Ángeles, el escritor admite una posible superación de la raza humana por otros seres que nos sucederían en el imperio del planeta, irguiéndose sobre las cenizas y las ruinas de lo que fue el hombre y su genio; en La Isla de los Pingüinos, sobre las ruinas de la civilización extinta sólo pastan los caballos salvajes, en tanto que en el seno de los siglos se engendra una nueva civilización, semejante a las anteriores e igualmente destinada a perecer».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOAVimVFjztF8HtAaw-JHWh2ouG92RqkhXduiEteJFMcPug38xolO21biP8DkIWLU6mKmg4-dQUaEzAp4Pvkem3OKGIk4RbSee2VkuXtP2cb77BZexACxHaoJh_9kOsk0uoXQ3TM2uyhQV/s1600/ANATOLE+PINGUINOS.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOAVimVFjztF8HtAaw-JHWh2ouG92RqkhXduiEteJFMcPug38xolO21biP8DkIWLU6mKmg4-dQUaEzAp4Pvkem3OKGIk4RbSee2VkuXtP2cb77BZexACxHaoJh_9kOsk0uoXQ3TM2uyhQV/s400/ANATOLE+PINGUINOS.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/iwn7of0b4vy47gc/Anatole%20France%20-%20La%20isla%20de%20los%20ping%FCinos.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/1uzW8vct/Anatole_France_-_La_isla_de_lo.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-75640139845599257902011-10-01T13:53:00.000+02:002011-10-01T13:53:36.209+02:00Anatole France – SOBRE LA PIEDRA INMACULADA<div style="text-align: justify;">Entre los libros de France más definidos por el pensamiento político, densos de ideas y ricos de sugestiones, debe citarse el titulado Sobre la Piedra Inmaculada (1905).</div><div style="text-align: justify;">Un grupo de conocidos y amigos, todos ellos cultos, pasean por las ruinas del Foro de Roma y, ante el incomparable marco de aquellos vestigios que antaño fueron símbolo del poderío mundial, conversan acerca conversan sobre el fin de unos ciclos históricos y el inicio de otros nuevos. </div><div style="text-align: justify;">Sobre la piedra inmaculada (traducida también Sobre la piedra blanca, aunque, como apunta el traductor Ruiz Contreras: en las novelas, el título es como en las personas el nombre. Nada tiene de particular, pero caracteriza. ¿Cómo traducir Sobre la piedra blanca? Es la pierre blanche aquella en que nada se ha escrito. Blanche no se refiere al color, sino a la pureza) es un sueño acerca de la inevitable sociedad socialista del porvenir, un “ingenuo” y entrañable bosquejo de la sociedad futura. France describe esta utopía como fruto de la ensoñación de uno de sus personajes, Hipólito Dufresne. Utopía, que más tarde retomará con diferente artificio (utopía de la esperanza frente a utopía del pesimismo) en La isla de los pingüinos, y que somete a la crítica, no por la búsqueda de errores, sino por considerar presuntuosas tales imaginerías constructivistas. France es demasiado filósofo, demasiado erudito, demasiado versado en la historia y demasiado sabio y reconocedor de la ignorancia propia y ajena, para fiarse de tales elucubraciones a las cuales juzga como vanas o peligrosas. </div><div style="text-align: justify;">El libro despliega ante nuestros ojos el espectáculo impresionante de la marcha de las civilizaciones. Parte de los abismos de la prehistoria y se lanza en el vuelo de la quimera. La parte central es un vehemente alegato contra los actuales estados capitalistas, guerreros como los feudales, y sus empresas coloniales, su violencia industrial, su locura armamentista y todos los problemas que con ellas se relacionan.</div><div style="text-align: justify;">La utopía que lo corona es realmente un esbozo de sociedad comunista que se antojaba en aquellos tiempos paradigma del progreso. El autor nos transporta al año 2270, correspondiente al 220 de la Federación Europea, y nos hace conocer a grandes rasgos el régimen de vida, la organización del trabajo, la estética de los lugares, las relaciones entre los sexos, el traje, las costumbres, la moral, los estudios, el arte, la religión.</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCKWAJg6HeTtz09o-HeUsWEjZ4RbmgfB16xNLCaGZlufASVFvFBzsHNT6Hu73MP3iVJpxSx-xs1rxj0g-WlWrtu6O11srwYPOUKSfXot54jvcLvboRiLD5m7vN-Tqrd6TOLbro1PtCP0ch/s1600/ANATOLE+piedra+inmacul.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCKWAJg6HeTtz09o-HeUsWEjZ4RbmgfB16xNLCaGZlufASVFvFBzsHNT6Hu73MP3iVJpxSx-xs1rxj0g-WlWrtu6O11srwYPOUKSfXot54jvcLvboRiLD5m7vN-Tqrd6TOLbro1PtCP0ch/s400/ANATOLE+piedra+inmacul.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/ye3o46bgzc61z3i/Anatole%20France%20-%20Sobre%20la%20piedra%20inmaculada.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/r4BY80cd/Anatole_France_-_Sobre_la_pied.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-24872945454102151632011-10-01T13:50:00.000+02:002011-10-01T13:50:56.099+02:00Anatole France – EL SEÑOR BERGERET EN PARÍS (HISTORIA CONTEMPORÁNEA IV)<div style="text-align: justify;">Luciano Bergeret, designado para desempeñar una cátedra en la Sorbona, deja la residencia provinciana en que le hemos conocido y visto en las tres novelas anteriores y se dirige a París en compañía de una de sus hijas.</div><div style="text-align: justify;">Publicado en 1901, con esta novela se evidencia la cada vez más acusada preocupación político-social de France, quien progresivamente se irá acercando a posiciones y tesis del partido comunista. La trayectoria (defensor de causas humanitarias mediante elocuentes defensas de los derechos civiles, de la educación popular y de los derechos de los trabajadores), es patente a través de sus siguientes novelas: El asunto Crainquebille, también de 1901, La isla de los pingüinos, de 1908, y La rebelión de los ángeles, de 1914. No obstante, aunque France está en la lista de los intelectuales de izquierda por un proceso de decantación, es un autor demasiado explosivo e inmanejable para ésta.</div><div style="text-align: justify;">«(Los socialistas) no ocultan sus ideas —pone France en boca de Bergeret—, las proclaman, y sus ideas acaso merecen un examen serio. No tema usted que se realicen demasiado pronto, porque todos los progresos son inseguros y lentos, y casi siempre van seguidos de reacciones. El avance hacia un orden más conveniente es indeciso y confuso; las fuerzas innumerables y profundas que ligan al hombre con el pasado le hacen estimar los errores, las supersticiones, los prejuicios y las barbaries, como atributos preciosos de su tranquilidad. Cualquiera innovación bienhechora le espanta; es retrógrado por prudencia, y no se atreve a salir del inseguro abrigo que guareció a sus padres, aun cuando se derrumbe sobre él».</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXm9epYeZZPjksIyzIMLiLuxxU55dAvY44XuocKQGfQxeR-7Qy1ZMdD5RdwypAs9GxE2L5LOjG31xzm4v7TqBNoabdcqhiGZ6wMRXMQQ2JFKgoG1_AEgwVsRMQCLrtoK74b5smabe9ifcB/s1600/ANATOLE+bergeret.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXm9epYeZZPjksIyzIMLiLuxxU55dAvY44XuocKQGfQxeR-7Qy1ZMdD5RdwypAs9GxE2L5LOjG31xzm4v7TqBNoabdcqhiGZ6wMRXMQQ2JFKgoG1_AEgwVsRMQCLrtoK74b5smabe9ifcB/s400/ANATOLE+bergeret.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/5ckuenqjbnzkt5o/Anatole%20France%20-%20%20Bergeret%20en%20Paris.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/rXWE08nb/Anatole_France_-__Bergeret_en_.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-44935489868132733082011-10-01T13:48:00.000+02:002011-10-01T13:48:23.397+02:00Anatole France – EL ANILLO DE AMATISTA (HISTORIA CONTEMPORÁNEA III)<div style="text-align: justify;">Un anillo de amatista es el símbolo de la dignidad episcopal, de modo que bajo el título de esta novela, publicada en 1899 y tercera entrega de la Historia Contemporánea, se oculta una procaz intención anticlerical.</div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El genial ironista francés —declara una reseña aparecida en abril de 1919 en la revista Cervantes— traza con el vigor suyo característico el cuadro de la Francia de finales de siglo, y con impiadosa mano expone los pormenores de los mundos social, político y religioso. Nadie con más crudeza ni con mayor elegancia que el admirable novelista francés ha observado y pintado las costumbres sociales de un pueblo. En El anillo de Amatista Anatole France cuenta, como sólo él sabe hacerlo, la forma peregrina en que se nombra a un obispo. </div><div style="text-align: justify;">Qué amargura, qué hondo escepticismo se siente al acabar de leer este libro admirable!.</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9srfxhU_asM_9qniWQRrdI97cFvSX-Qg5e2VjH4plx535KYtM0osyVjqIpGr_V6XzqPam_mniHPttTDsY1tMVTE_h_MM6Wn8eaOPsdFb_E4LYlXVYsbuWdYxUOMUaf4cqXsPLQvUYVsOI/s1600/ANATOLE+AMATISTA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9srfxhU_asM_9qniWQRrdI97cFvSX-Qg5e2VjH4plx535KYtM0osyVjqIpGr_V6XzqPam_mniHPttTDsY1tMVTE_h_MM6Wn8eaOPsdFb_E4LYlXVYsbuWdYxUOMUaf4cqXsPLQvUYVsOI/s400/ANATOLE+AMATISTA.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/t8osd8ro3b5tb83/Anatole%20France%20-%20El%20anillo%20de%20amatista.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/NohYwYIz/Anatole_France_-_El_anillo_de_.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-39403580169687129232011-10-01T13:45:00.000+02:002011-10-01T13:45:46.416+02:00Anatole France – EL MANIQUÍ DE MIMBRE (HISTORIA CONTEMPORÁNEA II)<div style="text-align: justify;">Segundo volumen, publicado también en 1897, de los cuatro que componen la Historia Contemporánea.</div><div style="text-align: justify;">Bergeret, profesor de literatura antigua en provincias, es un dechado de belleza moral y de verdadera simplicidad; un hombre bondadoso y distinguido. Desprecia las convenciones, como todo espíritu opulento de ideas que no necesita mendigar el parecer de los demás. Se halla casado con una de esas mujeres de cursi sentimentalidad y de ambición burguesa, un trasunto de Mme. Bovary, que no alcanza a ver las cualidades superiores que adornan el espíritu de su marido hasta como marido. Cierto que el amor no reconoce ninguna superioridad; pero es triste que la belleza de la mujer hermosa no pueda tributar el homenaje de su belleza al hombre de talento noble, recto, justo y sano.</div><div style="text-align: justify;">Un hombre estúpido, de alma inconsistente, es el preferido de Mme. Bergeret, voluble y ligera. El profesor Bergeret descubre por azar el lío adúltero. Sorprende a su mujer y a su amante besuqueándose en un diván. Con sobrehumana sangre fría pasa por la habitación sin darles a entender que los ha visto. Se encierra en su biblioteca y mientras los amantes se preguntan si los ha descubierto, Bergeret se abandona a una crisis de desesperación. Le pasa por la mente la idea de matar; pero se domina, abre la ventana y echa a la calle un maniquí de mimbre. </div><div style="text-align: justify;">No habrá escándalo; no demandará el divorcio. Quita a su mujer la dirección del hogar doméstico sin darle explicación alguna. Ella se siente moralmente destituida, y su amor propio sufre profundamente. Implora gracia a su marido, invocando la existencia de sus hijas. Esto, llegando al alma de Bergeret, le mueve a una conciliación: le deja una hija y se lleva la otra a París, la que más le quiere y más le comprende. </div><div style="text-align: justify;">Dulce es el arte de France, cómo un cacho de miel; pero de él se saca un escepticismo pesimista, que constituye un aguijón de abeja.</div><div style="text-align: right;"><strong>J. Pérez Jorba, La Revista Blanca, mayo de 1904</strong></div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpHHsqXqkss1tjlwfkRSwVC6zfDtSxdsbLivI2FiR5r2aNHqE7Au_XiW6B0DQP8vnEdXVTYbwyCRwm2l1Jbl03a4xi0t_jh5jodZ_83Ed-r7lGoBaoUxeax2GU6e61peOlgKNwWTLPshih/s1600/ANATOLE+MANIQUI.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpHHsqXqkss1tjlwfkRSwVC6zfDtSxdsbLivI2FiR5r2aNHqE7Au_XiW6B0DQP8vnEdXVTYbwyCRwm2l1Jbl03a4xi0t_jh5jodZ_83Ed-r7lGoBaoUxeax2GU6e61peOlgKNwWTLPshih/s400/ANATOLE+MANIQUI.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/y4n7zmehzloi0ge/Anatole%20France%20-%20El%20maniqui%20de%20mimbre.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/smEkb0y0/Anatole_France_-_El_maniqui_de.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-21246117787189805202011-10-01T13:43:00.000+02:002011-10-01T13:43:03.474+02:00Anatole France – EL OLMO DEL PASEO (HISTORIA CONTEMPORÁNEA I)<div style="text-align: justify;">Es la Historia Contemporánea compuesta de cuatro novelas (El Olmo del Paseo, El Maniquí de mimbre, El Anillo de Amatista y El señor Bergeret en París), colorida representación de la sociedad francesa contemporánea del affaire Dreyfus. Por lo que piensa el señor Bergeret, personaje central, sabemos cual es el pensamiento de France, porque nunca el novelista se identificó tanto con ninguna de sus creaciones como con esta.</div><div style="text-align: justify;">La Historia Contemporánea es una novela de costumbres, una novela política y una novela satírica. El cuadro es viviente, animado por numerosas figuras cuya verdad no es disminuida, antes por el contrario destacada, por la nota caricaturesca, llevada por momentos, aunque con discreción, hasta lo grotesco. Según su costumbre, el autor desarrolla la acción con libre desenvoltura, sin ningún plan visible, a través de las más diversas escenas y peripecias serias y cómicas, trascendentes y triviales, enlazando y desenlazando de mil maneras los hilos de la intriga, que tejen con sus manos enguantadas las heroínas de la novela, todas empeñadas, por razones no santas, en hacer un obispo. La frivolidad del asunto es aparente. La tranquilidad sonriente con que el titiritero mueve sus fantoches en el tablado de la vanidad, de la ambición, de la hipocresía, del vicio, del lucro y del goce, no debe engañarnos respecto del desdén que ellos le inspiran. Forman la caterva que se entremezcla, choca y empuja sobre el tablado, aristócratas imbéciles, curas intrigantes, militares brutales, hombres de presa, burgueses advenedizos, políticos sin conciencia, judíos descastados, y toda la hez de la alta sociedad: vividores, caballeros tahúres, profesionales del juego, mujercitas adúlteras.</div><div style="text-align: justify;">Por boca de Bergeret, filósofo apacible y escéptico, pero dialéctico diestro y mordaz, ataca France todos los intereses, instituciones e ideas que aquéllos representan y defienden: el militarismo, el fetichismo católico, la política rapaz y solapada, la ingerencia de la alta banca en los negocios públicos, las empresas coloniales, las leyes bárbaras, la justicia prevaricadora : y en lo moral : el honor de los tahúres y rufianes, el nacionalismo fanático y agresivo, la ceguera del populacho, la hipocresía de los adinerados, el rebajamiento del carácter. Por cierto, en el señor Bergeret la reverencia hacia las instituciones consagradas por la tradición y hacia las costumbres universalmente aceptadas, no es el sentimiento dominante.</div><div style="text-align: justify;">Aunque en la Historia Contemporáneo prepondera el elemento crítico, no todo en ella es negación. También contiene radicales afirmaciones, principalmente en el tomo que cierra la serie: El señor Bergeret en París. Es natural que el filósofo, acostumbrado a examinar y disociar todas las ideas, no se forje ilusiones desmedidas. No ha olvidado, y lo repite, que «todos los progresos son inseguros y lentos» y que «el avance hacia un mejor orden de cosas es indeciso y confuso»; pero ahora es optimista, tiene fe en el lejano porvenir y cree que la injusticia, la violencia y la explotación, a la larga serán vencidas. El sofista que dudaba de si la verdad tiene caracteres de superioridad sobre la mentira, los cuales puedan asegurarle el triunfo, deja paso en breve tiempo al luchador que afirma que ante la idea de justicia tarde o temprano toda iniquidad cede y se desploma. Es decir, se convierte también él a la fe sencilla que Zola expresó en la memorable frase: «La verdad está en marcha y nadie la detendrá». El milagro de la conversión del escéptico cuya intrepidez era minada por el vicio de reflexionar demasiado lo cumple la evidencia de la monstruosa iniquidad que significó el asunto Dreyfus. Frente a aquella inverosímil organización de la violencia y del engaño, Bergeret (o France) ya sin vacilar más tiempo ocupa su puesto de batalla junto con los hombres de buena voluntad. Él también quiere contribuir a edificar la nueva república en donde cada uno reciba el fruto de su trabajo, todo sea de todos, no haya explotación ni opresión y sí intercambio de bienes. Él también quiere preparar el porvenir combatiendo todas las tiranías e inspirando a los pueblos el odio de la guerra y el amor del género humano. Prudentemente se pone a si mismo en guardia contra las profecías, y no obstante anuncia y describe a su hija la futura república colectivista, la Ciudad nueva, donde a los males inevitables que son la consecuencia de nuestra condición humana, no se añadirán como ahora los males artificiales que derivan de la condición social. En ese elocuente discurso a su hija, su fe y su optimismo se van gradualmente encendiendo a medida que habla, hasta que llamean en esta afirmación: «No, yo no construyo en Utopía, Mi ensueño, que no me pertenece y que es en este momento el ensueño de mil y mil almas, es verdadero y profético». Así la Historia Contemporánea que comenzó siendo un ejercicio dialéctico, un cuadro de costumbres y una sátira social, concluyó en un libro polémico y de afirmación. </div><div style="text-align: justify;">Su publicación coincide con el período más intenso de la actividad política de France, quien había ingresado en el partido socialista. Esa actividad, durante los años que corren de 1897 a 1906, ha quedado documentado en cuarenta y seis discursos, alocuciones y cartas reunidas en el libro que se titula Vers les Temps meilleurs. Cuesta trabajo a veces reconocer en ellas al literato descreído y sofista de antaño; uno duda si quien habla ante auditorios de obreros con fe tan simple y robusta, con acento tan sencillo, es el elegante cincelador de las paradojas de Jerónimo Coignard.</div><div style="text-align: right;"><strong>Extraído de Roberto Giusti, Anatole France, el aspecto social de su obra, Ediciones Selectas América, Buenos Aires, 1920.</strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div style="text-align: justify;"><strong>EL OLMO DEL PASEO</strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La obra, escrita en 1897, contiene muchas tramas secundarias, pero el eje central de la misma lo constituye la relación que se entabla entre el catedrático de literatura latina de la Facultad de Letras Luciano Bergeret y el rector del seminario Lantaigne. Estos dos hombres, siempre que pueden conversan en un paseo, a la sombra de los olmos. Ambos personajes compadrean pero son de opiniones contrarias. Bergeret pretende penetrar en el alma del rector del seminario, hombre inteligente y piadoso. En realidad Lantaigne es una especie de prolongación del propio Bergeret, como portavoz de ideas que el mismo catedrático no desea expresar personalmente.</div><div style="text-align: justify;">El decano de la facultad y el cardenal-arzobispo no ven con buenos ojos esta amistad. Pero los dos amigos no le dan importancia.</div><div style="text-align: justify;">En una aburrida ciudad provinciana, para Bergeret no hay otra distracción que sus estudios clásicos y las tertulias en el rincón de la librería Paillot. En ese "rincón de pergaminos y pastas viejas" hay tres sillas, a las que llaman "académicas", cuyo asiento está reservado para el profesor Bergeret, Mazure (archivero municipal) y el señor Terremondre, presidente de la Sociedad de Agricultura y Arqueología.</div><div style="text-align: justify;">En la narración aparecen también diferentes tipos de la sociedad francesa del momento: un judío francmasón, Worms-Clavelin; Noemi, su mujer, coleccionista de antigüedades eclesiásticas, piezas que se las busca el padre Guitrel, maestro de elocuencia sagrada en el seminario; el general Cartier de Chalmot, contrario a la República, su mujer Paulina y el cardenal-arzobispo, monseñor Carlot.</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOJosdtqKHkC6vBrQQX-LZWoiQd1qjMEmMt3sQ_08IH_lJryC4F6Uih-uw2KPgZgvkFISWEKvtkyZp4OcuK9NaJzCrK5ZiEvcVSQvqjmTC7cUc-RsgHAStINU7bW9Fz004p92i9Y87RvB8/s1600/ANATOLE+olmo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOJosdtqKHkC6vBrQQX-LZWoiQd1qjMEmMt3sQ_08IH_lJryC4F6Uih-uw2KPgZgvkFISWEKvtkyZp4OcuK9NaJzCrK5ZiEvcVSQvqjmTC7cUc-RsgHAStINU7bW9Fz004p92i9Y87RvB8/s400/ANATOLE+olmo.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/b7j1miwhq46qnxf/Anatole%20France%20-%20El%20olmo%20del%20paseo.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/2YNOyAaA/Anatole_France_-_El_olmo_del_p.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-15656048033513343472011-10-01T13:39:00.001+02:002011-10-01T13:54:26.753+02:00Anatole France – EL POZO DE SANTA CLARA<div style="text-align: justify;">Publicado en 1895, bajo este título nos ofrece el autor una colección de narraciones escritas en Italia. Anatole se sirve de la figura del franciscano y erudito Adone Doni, quien le relataba a las afueras de Siena, sentados junto al Pozo de Santa Clara, llamado así por la visión de la faz de la santa que San Francisco tuvo en el lecho del mismo, estas historias ambientadas en la época renacentista de aquellas tierras.</div><br />
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La obra se compone de las siguientes narraciones: <br />
I. San Sátiro.<br />
II. Messer Guido Cavalcanti.<br />
III. Lucifer.<br />
IV. Los panes negros.<br />
V. El alegre Buffalmacco.<br />
VI. La dama de Verona.<br />
VII. La humana tragedia.<br />
VIII. El misterio de la sangre.<br />
IX. La fianza.<br />
X. Historia de doña María de Ávalos y don Fabricio, duque de Andria.<br />
XI. Bonaparte en San Miniato.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihv132ba-VWkmT6R0csWu9BEdRxjfhUJmKQaErmvAbazP8CKGHLAQTpoGvfiBxmTdscazD5k0DfwMB6fa6lpyTCM4ZhXhq5cq_qAB5UEhVpSROW_P5QFCoQjTgiYaL_BekwO5dfmXasCbF/s1600/ANATOLE+POZO.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihv132ba-VWkmT6R0csWu9BEdRxjfhUJmKQaErmvAbazP8CKGHLAQTpoGvfiBxmTdscazD5k0DfwMB6fa6lpyTCM4ZhXhq5cq_qAB5UEhVpSROW_P5QFCoQjTgiYaL_BekwO5dfmXasCbF/s400/ANATOLE+POZO.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/eegbt0wxyoj4pl2/Anatole%20France%20-%20El%20pozo%20de%20Santa%20Clara.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/ODDEe3nL/Anatole_France_-_El_pozo_de_Sa.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-86050270074906841782011-10-01T13:32:00.000+02:002011-10-01T13:32:56.851+02:00Anatole France – LA AZUCENA ROJAEn 1894 France escribió La azucena roja (o El lirio rojo, que hace referencia al emblema de Florencia), libro en que, de manera deliberadamente "estética", al modo de las novelas románticas o mundanas, estudiaba los efectos devastadores de la pasión y la irremediable soledad de los hombres.<br />
Aquí el autor se revela como un hombre dolorido y atormentado, abandonando, en cierta manera, ese personaje escéptico al que nos tiene acostumbrados. A buen seguro, el influjo de Madame de Caillavet, unida a Anatole por algo más que una amistad, se deja sentir en esta historia, a caballo entre Florencia y París, y rasgada por la exaltación de las pasiones amorosas y los celos.<br />
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<em>Aquella noche Teresa, ya en la cama, como tenía por costumbre, abrió un libro antes de dormirse. Era una novela. Volvía las hojas distraídamente, y tropezó en estos párrafos:</em><br />
<em>ʺ(…) El mariposeo está permitido, se concilia con todas las exigencias de la vida elegante; pero el amor, no. El amor es la menos mundana de las pasiones, la más antisocial, salvaje y bárbara. Por esto las gentes lo juzgan con mayor severidad que los devaneos galantes y el relajamiento de las austeras costumbres”.</em><br />
<em>(…) Teresa cerró el libro. Reflexionaba que aquello era una divagación de novelistas y que los novelistas desconocen la vida. Bien sabía ella que no hay en la realidad, ni Carmelo apasionado, ni cilicios amorosos, ni vocación encantadora y terrible a la cual resistiera vanamente la predestinada. Conocía el amor como embriaguez breve que dejaba un rastro de tristeza. Nada más. Pero ¿no es posible que lo desconociese, que ignorase algo, que hubiera en realidad amores en que se abismara deliciosamente un alma? .. . Apagó la luz. Los ensueños de su primera juventud resurgían entonces entre las confusas memorias de su pasado.</em><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvQrP_gVfw4UD99HuInGn0cjlPF88cEZc3hUBQHWEUc3wce736Q9KvXlRecTUxd3MV3mj-Iwy8IHfE2kueswwRibcz1CBI46VrqI9houTtjRLlDH_iOojCQQ_uSqxkEpGAl8pZvFVuUpIz/s1600/ANATOLE+AZUCENA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvQrP_gVfw4UD99HuInGn0cjlPF88cEZc3hUBQHWEUc3wce736Q9KvXlRecTUxd3MV3mj-Iwy8IHfE2kueswwRibcz1CBI46VrqI9houTtjRLlDH_iOojCQQ_uSqxkEpGAl8pZvFVuUpIz/s400/ANATOLE+AZUCENA.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><strong><a href="http://www.mediafire.com/file/wx1p2kkcfd8e4xw/Anatole%20France%20-%20La%20Azucena%20Roja.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/piQMl6_w/Anatole_France_-_La_Azucena_Ro.html">ENLACE 2</a></strong></span></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-84169671283375143042011-10-01T13:30:00.000+02:002011-10-01T13:30:09.239+02:00Anatole France – EL FIGÓN DE LA REINA PATOJA<div style="text-align: justify;">En 1892 France publicó esta novela, que es un lienzo narrativo sobre la Francia del siglo XVIII. Elma-Lorenzo-Jacobo Ménétrier y su maestro, el abate Jerónimo Coignard, son los protagonistas. Un figón (rótisserie) es una humilde casa de comidas. El padre de Elma-Lorenzo-Jacobo Ménétrie posee uno cuyo nombre es La Reina Patoja (la reina que tenía los pies a la manera de las ocas y los patos). Jacobo es un chico querido por sus padres quienes lo llenan de mimos y cariño. Sin embargo, su origen humilde y las conversaciones que mantiene con el abate Jerónimo Coignard van a introducirlo en las ciencias ocultas, quedando como único testigo de una historia fantástica.</div><div style="text-align: justify;">El abate Coignard (nuevo alter ego de France), personaje complejo, irónico, sutil y agradable, aparecerá también en posteriores obras de Anatole: Las opiniones de Jerónimo Coignard (1893) y en el conjunto de relatos titulado El pozo de Santa Clara (1895). «Muchos sabios y hombres de talento frecuentan mi librería —declara el discípulo Jacobo, al final de la obra, acerca de su maestro—, ninguno me recuerda la elegancia de sus pensamientos, la dulce sublimidad, la pasmosa riqueza de su alma, siempre expansiva y desbordante, como la urna de esos ríos que se ven representados en mármol en los jardines; ninguno me ofrece aquel manantial inagotable de ciencia, donde tuve la dicha de beber en mi juventud; ninguno es ni sombra de aquella gracia, de aquella sabiduría, de aquella fuerza de imaginación que resplandecieron en el señor Jerónimo Coignard».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQAIoWrm2uoXMTWOAP6Mfudb8epyjd8wKn3Wt6EJzotoFswouSafj_e0e_u1yLuhqBx9EO8lf5E5OpDqZuqF2XTk6QUSc955tFOrj0SNWyS9eMYJSiaqfspsrxjnaGGR4a7Qa_-pQC_4s4/s1600/ANATOLE+FIGON.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQAIoWrm2uoXMTWOAP6Mfudb8epyjd8wKn3Wt6EJzotoFswouSafj_e0e_u1yLuhqBx9EO8lf5E5OpDqZuqF2XTk6QUSc955tFOrj0SNWyS9eMYJSiaqfspsrxjnaGGR4a7Qa_-pQC_4s4/s400/ANATOLE+FIGON.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/23p74n5g5ce6nc2/Anatole%20France%20-%20El%20figon%20reina%20Patoja.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/eqtnuLjj/Anatole_France_-_El_figon_rein.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-5038746964369746162011-10-01T13:20:00.000+02:002011-10-01T13:20:01.888+02:00Anatole France – TAIS<div style="text-align: justify;">Tais, la cortesana de Alejandría, es una narración de 1890 que desarrolla la historia-leyenda de esta mujer que llegó a ser venerada como santa. La historia nos lleva a la Alejandría del siglo IV DC., donde Tais, mujer sensual y hermosa, ejerce un enorme poder merced a la fascinación que causa entre los hombres. De hecho, Tais es una gran pecadora, un ser entregado a la lujuria y las pasiones, de tal manera que “abrasaba en el fuego de la lujuria a todos los espectadores, y cuando arrogantes jóvenes o ricos ancianos acudían, impulsados por el amor, a depositar flores en el umbral de su casa, ella los acogía y se les entregaba”. En su opuesto estaba Pafnucio, un monje asceta que, de juventud disipada, como corresponde a muchas de las hagiografías de santos tan estudiadas por Anatole, desde su conversión al cristianismo “ya no hervía en la caldera de las delicias, y se maceraba provechosamente con los bálsamos de la penitencia”.</div><div style="text-align: justify;">Pafnucio, fruto de sus reflexiones, resuelve como sagrada misión el salvar a Tais de aquella vida de pecado: “iré a encontrar a esa mujer en Alejandría, y, con el auxilio de Dios, la convertiré. Tal es mi propósito”. Poco podía sospechar Pafnucio que andaba jugando con el fuego de su propia naturaleza, pues en sus años mozos “poco había faltado para que Tais indujese también a Pafnucio al de la carne. Con el deseo encendido en su venas, una vez se había dirigido a casa de Tais. Pero se detuvo en el umbral de la cortesana, por la timidez natural de la extrema juventud (entonces tenía quince años) y por el miedo a verse rechazado, falto de suficiente dinero, porque sus padres no le autorizaban para hacer derroches”. Así fue que, aún triunfando con la conversión de Tais, Pafnucio sufrirá las consecuencias de su obra, porque él mismo se verá enfrentado a la confusión y pondrá en duda a la que él creía era su sólida fe: “el deseo de Tais le consumía interiormente, y le hacía exclamar: ‐¿No es aún bastante, Dios poderoso? ¡Más tentaciones! ¡Más pensamientos inmundos! ¡Más monstruosos deseos! ¡Señor, haz que venga sobre mi toda la lujuria de los hombres, para que yo la expíe!”. Se produce así un viaje doble y en sentido inverso: el de Tais hacía la religiosidad y el de Pafnucio hacia el pecado.</div><div style="text-align: justify;">Se dice que Tais, en su estructura narrativa, es un claro ejemplo gráfico de reloj de arena: dos personajes centrales en lados opuestos que en un momento determinado convergen; de este punto crucial en adelante cada uno de ellos prosigue en sentido inverso al inicial. Historia, en definitiva, de una situación que se invierte.</div><div style="text-align: justify;">En Tais, cada uno de los personajes que tejen la obra representa a una de las diferentes concepciones de la existencia que defendían sus postulados en aquella Alejandría del siglo IV. Aparecen filósofos nihilistas, epicúreos, sibaritas y cristianos. El escéptico Anatole no pudo sustraerse a componer un dialogo entre el cristiano Pafnucio y un extranjero filósofo en torno a la trascendencia de la vida:</div><div style="text-align: justify;">“‐Pero ¿qué? ‐arguyó Pafnucio‐. ¿acaso no deseas vivir en la Eternidad? ¿No habitas una cabaña en este desierto a la manera de los anacoretas?</div><div style="text-align: justify;">‐Eso parece.</div><div style="text-align: justify;">‐¿No vives desnudo y desprovisto de todo?</div><div style="text-align: justify;">‐Eso parece.</div><div style="text-align: justify;">‐¿No te alimentas con raíces y no practicas la castidad?</div><div style="text-align: justify;">‐Eso parece.</div><div style="text-align: justify;">‐¿No has renunciado a todas las vanidades de este mundo?</div><div style="text-align: justify;">‐En efecto: he renunciado a todas las cosas vanas que, comúnmente, suelen ser la preocupación de los hombres.</div><div style="text-align: justify;">‐Así, pues, eres como yo, pobre, casto y solitario. ¡Y no lo haces como yo por el amor de Dios, y con miras a la felicidad celestial! Eso es lo que no puedo comprender. ¿Por qué te privas de los bienes de este mundo, si no esperas ganar los bienes eternos?</div><div style="text-align: justify;">‐Extranjero: yo no me privo de ningún bien, y me place haber hallado una manera de vivir algo satisfactoria, por más que, a decir verdad, no haya buena ni mala vida. Nada es en si honesto ni vergonzoso, justo ni injusto, agradable ni penoso, bueno ni malo. La opinión es la que da cualidades a las cosas, como la sal da sabor a, los alimentos.</div><div style="text-align: justify;">‐Así, pues, según tú, no hay certidumbre. Niegas la verdad que hasta los idolatras buscaron. Descansas en tu ignorancia, como un perro fatigado que duerme sobre basura.</div><div style="text-align: justify;">‐Extranjero: tan vano es injuriar a los perros como a los filósofos. Ignoramos lo que son los perros y lo que somos nosotros. No sabemos nada.</div><div style="text-align: justify;">‐¡Oh anciano! ¿perteneces, pues a la ridícula secta de los escépticos? ¿Sin duda eres uno de esos miserables locos que niegan igualmente el movimiento y el reposo y que no saben distinguir la. luz del sol de las sombras de la noche?</div><div style="text-align: justify;">‐Amigo mío: sí soy escéptico, y de una secta que me parece loable, mientras tú la juzgas ridícula. Porque las mismas cosas tienen diversas apariencias. Las pirámides de Menfis parecen al amanecer, conos de luz rosada, y a la puesta del sol, sobre el cielo rojizo, se muestran como negros triángulos. Pero... ¿quién penetrará su íntima sustancia? Tú me reprochas que niegue las apariencias, cuando, al contrario, las apariencias son las únicas realidades que reconozco”.</div><div style="text-align: justify;">No hay duda que su escepticismo, cada vez más agresivo, le valió violentos ataques de los defensores de la fe y la moral tradicionales.</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/zjAOPHoQ2p8?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-small;"><em>La leyenda que surgió sobre esta mujer de vida fácil que, dejando los placeres mundanos, se convirtió en monja y llegó a ser santa, dio lugar a varios escritos, de los cuales el más relevante data del siglo X. Su autora es una religiosa benedictina alemana, llamada Hrostvitha de Gandersheim. En 1839, la publicación de ese relato, bajo el nombre de "Pafnucio o Conversión de la meretriz Tais", sería el punto de partida para la posterior novela de Anatole France, que a su vez serviría de directa inspiración para la ópera de Jules Massenet, en 1894. El libreto de esta ópera fue obra de Louis Gallet, quien siguiendo la obra de Anatole France cambió el nombre del monje Pafnucio por el de Atanael. Gallet trabajó este libreto en lo que él denominó “poésíe mélique”, una suerte de verso libre apto para la declamación musical.</em></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-small;"><em>Esta ópera es sobre todo conocida por el precioso fragmento para violín solista que acabó por conocerse como “Meditación de Thaïs”, pieza habitual de repertorio que debe ser el fragmento que se ha adaptado más veces para ser interpretado por los más variados instrumentos.</em></span></div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMMRo1z6RaeCt7Y8dVIRlT3EUybDTl_JBSY2D-9AG0m155keNLjnjmlHjT3HIplBokkrAnxd-oPOpqkSXI4JEiIyrNacWYa3di9NvuTOGIYG4I-YVdIQwbuQLKfyl01Rg7v9Z8ex0OD9b0/s1600/ANATOLE+TAIS.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMMRo1z6RaeCt7Y8dVIRlT3EUybDTl_JBSY2D-9AG0m155keNLjnjmlHjT3HIplBokkrAnxd-oPOpqkSXI4JEiIyrNacWYa3di9NvuTOGIYG4I-YVdIQwbuQLKfyl01Rg7v9Z8ex0OD9b0/s400/ANATOLE+TAIS.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/65ptoiq76pehutb/Anatole%20France%20-%20Tais.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/nDP3siK4/Anatole_France_-_Tais.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-30811531233257228522011-10-01T12:53:00.001+02:002011-10-01T13:02:40.347+02:00Anatole France – EL CRIMEN DE SILVESTRE BONNARD<div style="text-align: justify;">Anatole France, cuyo nombre era François-Anatole Thibault, nace en París en 1844. </div><div style="text-align: justify;">Ya de su niñez, Anatole estuvo estrechamente vinculado a la lectura apasionada, motivado a través de la librería que su padre tenía junto al Sena, librería France, en la orilla opuesta al Louvre; un establecimiento de compra y venta especializado en obras referentes a la Revolución Francesa. Fue allí, donde el “hijo del librero”, con todo seguir sus estudios satisfactoriamente en el Colegio Stanislas, fue forjándose una cultura literaria autodidacta merced a ese contacto cotidiano con aquel espacio en el que se acumulaban documentos, periódicos, y libros, y donde acudían curiosos, historiadores y algún que otro superviviente de aquella época revolucionaría, que aún se mostraba viva en el recuerdo. Años más tarde, esa erudición adquirida en torno al periodo revolucionario habría de servirle de base para una de sus creaciones de mayor alcance: Los dioses tienen sed.</div><div style="text-align: justify;">No sólo los libros, elemento perenne en aquel ambiente de los “quais” parisinos, fueron la pasión juvenil de Anatole, también el amor por el arte floreció en su incipiente espíritu de intelectual. En su obra autobiográfica La vida en flor, escribe: «Las artes me apasionaban. Como para ir al Louvre desde mi casa no tenía más que atravesar el Sena, iba lodos los días, y puedo afirmar que mi juventud floreció en un palacio espléndido. Para ser justo con mis profesores debo decir que gracias a ellos pude comprender el genio griego, que ellos no comprendían. Entretuve muchas horas en el Museo Campana que acababa de instalarse, y en las salas de vasos griegos, llamados entonces por muchas personas vasos etruscos. En las pinturas que los decoran aprendí a descifrar las formas bellas, y de este mudo logré, sin proponérmelo, comprender el genio de Ingres».</div><div style="text-align: justify;">La fascinación por el mundo clásico será igualmente una de las constantes del autor. La tradición griega y latina estará también presentes en toda su obra, deleitándose con especial pasión con las lecturas de Homero, Horacio y Virgilio. Una Antigüedad clásica que Anatole vinculaba al pensamiento ilustrado del XVIII y que le llevó a cultivar una especial erudición con la que pronto fue reconocido como uno de los principales exponentes, en su época, de ese escepticismo laico e ilustrado tan característico de las letras francesas; o, lo que es lo mismo, como el digno heredero, en la segunda mitad del siglo XIX, de la frialdad lúcida, analítica y escéptica de Montaigne y Voltaire: “retoño de la Enciclopedia, nieto de Voltaire”, dirá de él un destacado crítico. Bebe Anatole de la tradición francesa, la clásica, la renacentista, la ilustrada, la de Rabelais, la de Racine,…</div><div style="text-align: justify;">Para Anatole la lectura se convirtió en un refugio, o si se quiere, en un paraíso artificial; un mundo envuelto de legajos y libros que quedaría plasmado en muchos de sus personajes literarios, como el académico Bonnard, el abate Coignard o el profesor Bergeret, todos ellos bibliófilos con amplias referencias de su creador.</div><div style="text-align: justify;">En cierta ocasión, con motivo de la inauguración de una imprenta comunista, Anatole declaró lo siguiente: «Camaradas, puedo decir que soy uno de vosotros; los talleres de tipografía me traen a la memoria viejos y caros recuerdos. Mi padre era librero. Niño aún, yo llevaba material a la imprenta; muy joven, me ocupaba en la fabricación de los libros y corregía pruebas. He corregido pruebas ajenas, antes de corregir las mías. Podría ser un regente pasable. Si fuera más joven, me recomendaría a vosotros».</div><div style="text-align: justify;">Así fue, el joven Anatole comenzó realizando modestos trabajos en la editorial Bossange y luego en Lemerre, el editor de los parnasianos. Fue a cuenta de las gestiones de Leconte de Lisle, uno de los principales exponentes de la estética parnasiana, que obtuvo plaza en la Biblioteca del Senado, lo que le permitió aumentar notablemente la cultura literaria ya adquirida y llegar a conquistar dotes de gran bibliófilo. Con todo, valga decir, su trabajo como bibliotecario (1876-1890) pasó sin pena ni gloria por la Institución.</div><div style="text-align: justify;">La carrera literaria de Anatole se inicia a mediados de los años sesenta con la publicación en prensa, Le Parnasse contemporain entre otros, de un buen número de poemas inscritos en esa corriente del momento que, de frío y anodino fondo, buscaba su razón de ser en la perfección y sutileza de las formas poéticas. </div><div style="text-align: justify;">Fruto de este tiempo verá la luz en 1872 su primera recopilación de poesías, los Poemas áueros, obra que dedica a su mentor literario Leconte de Lisle. Antes había publicado un ensayo sobre poeta y dramaturgo Alfred de Vigny (1868). Tres años más tarde publicaría Las Bodas Corintias, otro fruto de refinamiento cultivado en verso; un drama de “intensa belleza” donde evoca con sobriedad el conflicto entre paganismo y cristianismo en la Grecia del siglo II.</div><div style="text-align: justify;">Fue en 1879 con la publicación de los relatos Yocasta y el gato flaco, que Anatole abandona las servidumbres artísticas parnasianas para estrenarse como prosista. De aquí en adelante, cultivando la narrativa de ficción, sus éxitos fueron en aumento, hasta consagrarlo como una de las más importantes figuras literarias del fin de siglo XIX y principios del XX. </div><div style="text-align: justify;">Su primera novela importante, El crimen de Silvestre Bonnard (1881), con la que recibió el premio de la Academia, lo desmarcó definitivamente del círculo de Leconte. El escritor cedió entonces a las solicitaciones de la vida mundana, frecuentando los salones de Madame Adam, el de Madame de Loynes, el de la princesa Matilde y el de Madame Caillavet; esta última le inspiró una pasión sincera y veló por su obra y su gloria hasta el día de su muerte, con infatigable devoción.</div><div style="text-align: justify;">Las ficciones autobiográficas Los Deseos de Jean Servien (1882) y El libro de mi amigo (1885) revelaron en Anatole un anticonformismo que se plasmó también en Tais (1890), novela histórica que celebraba el deseo en todas sus formas, contra el cristianismo represivo. En Tais nuevamente planteaba el conflicto entre paganismo y cristianismo, esta vez en la Alejandría del siglo IV. Su escepticismo, cada vez más agresivo, le valió violentos ataques de los defensores de la fe y la moral tradicionales. France fue el hombre de la filosofía sonriente y amarga, escéptica y piadosa, hermana de la de Epicuro y de la de Lucrecio.</div><div style="text-align: justify;">Anatole France gustó también de la crítica literaria, y sus crónicas semanales aparecidas en Le Temps entre 1887 y 1896, dieron lugar a la edición de La vida literaria, corpus que, en opinión de algunos críticos, puede ser comparado en calidad al de Sainte-Beuve.</div><div style="text-align: justify;">En 1892 publicó en forma de folletín El figón de la Reina Patoja, sátira al gusto del siglo XVIII en la que aparecía el personaje del abad Coignard, quien predicaba una moral de escepticismo tolerante. El personaje reapareció en 1893, en Las opiniones de Jerónimo Coignard, crítica de las instituciones de la Tercera República.</div><div style="text-align: justify;">Su escepticismo epicúreo, que hundía sus raíces en el decadentismo latino de Petronio, se manifestó en los relatos históricos El estuche de nácar (1892), los ensayos cortos de El jardín de Epicuro (1894) y los cuentos de El pozo de Santa Clara (1895). «Para leer a Anatole France —cita una reseña de principios de siglo— se necesita cierta preparación mental ya que es el más curioso y el más despiadado de los historiadores. No sabes si es religioso o no; si tiene fe o no; si cree en algo o es un espíritu moderno que estudia y que analiza cuanto le rodea». El profesor de literatura inglesa Samuel C. Chew, dedica al gran escritor francés un estudio de mérito en la North American Review de diciembre de 1925. Para el profesor norteamericano, el autor de Tais fue un escritor lleno de contrastes. Era un completo escéptico y, sin embargo, estaba muy versado en todas las sutilezas de la polémica teológica; era anticlerical, y pintó con gran fidelidad, y hasta afecto, a multitud de eclesiásticos; consideraba la historia como un registro de los crímenes, errores y locuras de la humanidad, y se sentía atraído por ella; era un epicúreo y un voluptuoso, y se hallaba dominado por el más profundo sentimiento de la justicia y fácilmente se rendía a la compasión; era esencialmente crítico y, al mismo tiempo artista creador; era cínico y sentimental, cruel y bondadoso.</div><div style="text-align: justify;">En 1896 ingresó en la Academia Francesa, pero a pesar de su consagración literaria, quedó aislado al tomar partido por Alfred Dreyfus. Anatole France fue uno de los primeros en alinearse junto al Zola de Yo acuso. El caso Dreyfus apareció en los últimos volúmenes de su tetralogía Historia contemporánea, compuesta por El olmo del paseo (1897), El maniquí de mimbre (1897), El anillo de amatista (1898) y El señor Bergeret en París (1901). Estas obras son la pintura, en el microcosmos de una ciudad de provincias, de las intrigas del poder civil y el poder religioso, de las que Monsieur Bergeret era el espectador clarividente e irónico.</div><div style="text-align: justify;">Amigo del famoso político y filósofo socialista Jean Jaurès, esperaba que a la revisión del proceso Dreyfus siguiera una profunda reforma espiritual y social, como lo puso de manifiesto en El asunto Crainquebille (1901), relato de un error judicial, así como en Opiniones sociales (1902). Sus ilusiones se desvanecieron en los años siguientes con la descomposición del dreyfusismo, y su amargura quedó plasmada en La isla de los pingüinos (1908), sátira de la historia de Francia. Esta fue la época en la que comenzó a participar activamente en la batalla política, ganado por las tendencias socialistas que encabezaba su amigo Jaurés. Anatole participó en reuniones políticas, intervino en el movimiento de las universidades populares e hizo oír su voz a favor de los revolucionarios rusos de 1905. Claro que le ocurrió lo que a tantos otros intelectuales franceses, que al ver el cariz que tomaban las cosas en Rusia se volvieron atrás de su adhesión y no quisieron sumarse a los hechos de los nuevos tiranos.</div><div style="text-align: justify;">Los dioses tienen sed (1912), notable reconstitución del París del Terror a la vez que meditación sobre el poder, y La rebelión de los ángeles (1914), en la que el autor expresa sus opiniones sobre la religión, la inteligencia y la vida, son sus dos obras más importantes del último período.</div><div style="text-align: justify;">En 1925, desde las páginas de La Libertad, el republicano Marcelino Domingo escrutaba acerca de la trayectoria artística y vital de Anatole France: «Hay un Anatole France excelso: el del estilo puro, claro como el agua clara, fluido como un manantial inagotable. Este Anatole France ha descubierto a Francia el inmenso tesoro de la lengua francesa. Hay otro Anatole France egregio: el que conjuga el escepticismo con la piedad y eleva esta conjugación armónica a norma filosófica. Este Anatole France ha enseñado a Francia el tacto, la medida, el amor a lo bello y a lo perfecto; ha saturado de mieles clásicas el espíritu de las últimas generaciones francesas y ha enlazado su corazón con el corazón de las generaciones que comprendieron y amaron a Rabelais y Montaigne, a La Fontaine y a Voltaire.</div><div style="text-align: justify;">Hay, sin embargo, otro Anatole France superior al estilista y al filósofo: el Anatole France hombre, hombre de su tiempo, hombre sensible a los problemas civiles de su época. Este Anatole France ha enriquecido, con su alto ejemplo, la función austera de la ciudadanía. ¿Quién no verá en este Anatole France último el Anatole France mejor?».</div><div style="text-align: justify;">La guerra de 1914 dejó a Anatole en una profunda confusión. Se retiró a su propiedad de La Béchellerie, en Saint-Cyr-sur-Loire, desde donde siguió las alternativas del conflicto con angustia y temor. Retrocedió entonces a los paraísos artificiales de los recuerdos infantiles, escribiendo Pedrín (1918) y La vida en flor (1922).</div><div style="text-align: justify;">A lo largo de su trayectoria, Anatole France llegó a alcanzar los más altos honores que un escritor podría esperar: la Legión de Honor en 1886, miembro de la Academia francesa en 1896, y como colofón, el galardón en 1921 del Premio Nobel de Literatura, "en reconocimiento de sus brillantes logros literarios, caracterizados por su nobleza de estilo, su profunda gracia y simpatía humanas, y la exacta plasmación de la idiosincrasia francesa".</div><div style="text-align: justify;">En su retiro de Saint-Cyr-sur-Loire, fallecerá Anatole France el 12 de octubre de 1924.</div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div style="text-align: justify;"><strong>EL CRIMEN DE SILVESTRE BONNARD</strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Esta obra de 1881 (titulada también El crimen de un académico), premiada por la Academia, sirvió a su autor para catapultar su nombre a un lugar destacado de la literatura francesa del momento. </div><div style="text-align: justify;">Silvestre Bonnard es un sabio del Instituto francés que habita en su Ciudad de los libros, un hombre, coleccionista impenitente de manuscritos, que vive de manera incondicional por y para los libros que le envuelven; un bibliófilo que se ha construido un mundo propio en pos de la sabiduría. «No conozco —dirá Bonnard— lectura tan sencilla, tan atractiva y tan suave como la de un catálogo». Es uno de los tipos en los que, al igual que el abate Coignard en El Figón de la Reina Patoja, el señor Bergeret, en la Historia Contemporánea, o Brotteaux en Los dioses tienen Sed, se estiliza el retrato del propio autor como de filósofo erudito, sutil, mordaz e irónico, y a su vez, bondadoso, tolerante, y, en gran medida, escéptico.</div><div style="text-align: justify;">Muchas son las expresiones en boca de Bonnard que reflejan esa ironía aguda y escéptica tan característica de Anatole France: «porque los libros históricos que no mienten resultan fastidiosos. Yo mismo publico libros verídicos, y si por su desgracia llevara usted uno de ellos de puerta en puerta, se expondría a conservarlo toda la vida en su pañuelo verde sin encontrar una cocinera bastante mal aconsejada para comprarlo», o «no sé nada, pues ninguno de esos libros deja de desmentir al otro; de manera que, una vez conocido lo que dicen todos no se sabe qué pensar».</div><div style="text-align: justify;">En la novela, Anatole implicará al bueno de Bonnard en dos tramas (la obsesiva adquisición de un antiguo manuscrito y su relación con la nieta de un antiguo amor de niñez) que romperán con su vida cotidiana: «Entreteníame con mis libros como un chiquillo con sus juguetes, y al fin mi existencia adquiere una dirección, un sentido, un interés, un asunto».</div><div style="text-align: justify;">Quedará, pues, abierta al lector la disyuntiva de descubrir el verdadero crimen del académico: ¿el delito del que se le acusa en la novela y del que sale inculpado por los tribunales? O quizás el de haber conformado su vida a una entrega incondicional, artificiosa y reducida a la pasión por los libros. Una entrega que, a pesar de la bondadosa decisión de terminar con ella en beneficio de su protegida, el hecho de perderla le consume y atormenta al punto de cometer un crimen; no acabar de “morir una vida para entrar en otra”: «Tenía una reserva. Entonces conocí el crimen».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJVpwMFN4Eph0nr1ix8l_lfmxp0uiJAqAvrn9TdB8tjMgM_9oq3fBIZBWydWuVBpxPVpz0aFXgzY0ekGZSPBVQVp6f-AvVc4ENyzRnmXzqjK_cwDuwrjQEfFQPrZPNKMEQHVUXrWGUWoyK/s1600/ANATOLE+BONNARD.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" kca="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJVpwMFN4Eph0nr1ix8l_lfmxp0uiJAqAvrn9TdB8tjMgM_9oq3fBIZBWydWuVBpxPVpz0aFXgzY0ekGZSPBVQVp6f-AvVc4ENyzRnmXzqjK_cwDuwrjQEfFQPrZPNKMEQHVUXrWGUWoyK/s400/ANATOLE+BONNARD.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/579859436ql1bim/Anatole%20France%20-%20Sivestre%20Bonnard.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/LVHHcRUK/Anatole_France_-_Sivestre_Bonn.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-82668932960747312362011-09-17T13:08:00.000+02:002011-09-17T13:08:44.837+02:00Ángel Ganivet – EL ESCULTOR DE SU ALMA<div style="text-align: justify;">Prologando la primera edición de esta postrera obra de Ganivet, <strong>Francisco Seco de Lucena</strong> escribe: </div><div style="text-align: justify;">«El 1.º de Marzo de 1899 se estrenó en el teatro de Isabel la Católica de Granada, un drama místico, original de Ángel Ganivet y titulado El escultor de su alma.</div><div style="text-align: justify;">El público, deslumbrado por la brillantez y armonía de una versificación sonora y rotunda, hermana gemela de la que subyuga en las obras de Calderón y Lope, fascinado por la sublimidad de los conceptos que surgían de boca de los actores, cayendo sobre la sala como manantial inagotable de belleza que hería la imaginación y sacudía fuertemente el espíritu, quedó cautivo del poeta desde el principio del drama, y tributó a la obra y al autor una ovación tan entusiasta como no se ha oído otra en el coliseo granadino.</div><div style="text-align: justify;">Nadie pidió el nombre del autor, porque era de antemano conocido, ni se pidió tampoco su salida a la escena, porque quien concibió y dio forma a aquella soberana producción dramática, no pertenecía ya al mundo de los vivos.</div><div style="text-align: justify;">La sensación que produjo aquella obra genial, inspirando en el ánimo de los amigos y admiradores de Ganivet y en general de los granadinos, vivísimo deseo de conservarla impresa, me han inducido a publicarla, con lo que juzgo cumplir un deber; pues habiendo tenido la fortuna de que el autor me confiara su obra, enviándome desde Riga para su representación en Granada, el manuscrito original de El escultor de su alma, considero que la obra de que se trata merece ser difundida por medio de la imprenta, a fin de que no permanezca escondida esta valiente y genial tentativa de reconstitución de nuestro teatro, iniciada por un granadino que honra con su nombre el de esta ciudad y el de la patria española.</div><div style="text-align: justify;">El escultor de su alma es la única obra de Ángel Ganivet que permanece inédita. Sus demás libros, aunque reducidos a un escaso círculo por lo corto de las ediciones, están ya impresos. Algunos, como Granada la bella, Cartas finlandesas y Hombres del Norte, los publicó en artículos El Defensor de Granada, y son muchos los lectores granadinos que los conservan cuidadosamente. No se halla en el mismo caso la producción dramática, y a satisfacer un deseo general, así como a rendir el debido tributo de admiración al ilustre y malogrado literato, se encamina la publicación de este libro.</div><div style="text-align: justify;">(…) Como detalle curioso de nuestra vida escolar en el Instituto, recuerdo que por aquel tiempo el autor de los magníficos versos que hacen de El escultor de su alma una de las obras de forma más brillante de nuestro teatro, sentía un profundo desdén por la rima y el metro. El profesor de Retórica quiso un día conocer las facultades poéticas de todos sus alumnos y, quizá con la esperanza de encontrar entre nosotros la crisálida de algún Zorrilla, escribió sobre el encerado, con clara letra, diez palabras que, formadas en columna una debajo de otra, constituían las terminaciones de los versos de una décima.</div><div style="text-align: justify;">Para mañana, -nos dijo el catedrático- deben ustedes traer a clase una décima, y para ahorrarles el trabajo de los consonantes, ahí los tienen ustedes en el encerado. Todo se reduce a un trabajo de relleno que no puede ser más fácil.</div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente, no se reveló ningún poeta; pero se vio a cuanto alcanza la resistencia de una casa ruinosa, porque a pesar del diluvio de ripios que cayó aquella mañana sobre la clase de Retórica, el Instituto no se hundió.</div><div style="text-align: justify;">Sólo un pequeño grupo de estudiantes no tomó parte en el concurso. Entre ellos figuraba Ganivet, que nos sorprendió con su retraimiento, y lo explicó en estas sustanciosas palabras: </div><div style="text-align: justify;">-Para decir tonterías en verso, mejor es escribir prosa, o no escribir ni en prosa ni en verso, que es lo que yo hago. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">(…) Las ideas que expuso Ganivet en uno de los más interesantes capítulos de Granada la bella acerca de «lo viejo y lo nuevo» tienen su aplicación práctica a la literatura dramática en la genial producción que con el título El escultor de su alma, drama místico en tres autos me envió desde Riga en Noviembre de 1898, días antes de su muerte.</div><div style="text-align: justify;">Preocupándole la decadencia de nuestro teatro, hizo en El escultor una valiente tentativa encaminada a marcar los rumbos de la reconstitución posible del arte dramático mediante la adaptación de lo genuinamente nacional, lo que gloriosamente fructificó en siglos pasados, al espíritu de la época.</div><div style="text-align: justify;">La representación de la obra, que fue un verdadero triunfo, dio lugar a los más apasionados comentarios, pues reconociendo todos su indiscutible mérito, diferían en cuanto a su fondo filosófico, y mientras unos, de acuerdo en esto con el pensamiento del autor, calificaban el drama como una producción que cabe dentro de la más pura ortodoxia, ya que el espíritu rebelde y antirreligioso de Pedro Mártir queda vencido al final del drama, otros por el contrario le atribuían una significación demoledora y una tendencia completamente negativa, no faltando tampoco quienes, apartándose de las dos interpretaciones, entendieran que el fondo del drama no afecta a las creencias religiosas, y que todo él se reduce a una teoría estética desarrollada en una acción dramática.</div><div style="text-align: justify;">En realidad El escultor de su alma, merece la calificación de drama místico que le diera su autor.</div><div style="text-align: justify;">El pensamiento artístico que guió a Ganivet cuando lo escribía, o mejor dicho, cuando lo pensaba, era el de adaptar los autos sacramentales del siglo de oro a las ideas y aspiraciones de nuestros días. Esta tendencia percíbese bien clara en el auto primero o auto de la fe cuya versificación emula las esplendideces de la forma calderoniana, y el concepto aparece sutil, algunas veces alambicado y siempre de gran altura filosófica. El auto segundo o del amor es de estilo más moderno, más plástico y por consiguiente más comprensible; y por último el auto de la muerte con que finaliza la obra, vuelve afectar el sello de grandeza hierática que ya se percibe en el primero, y deja al espectador suspenso, atónito y deslumbrado.</div><div style="text-align: justify;">La idea principal de este drama singularísimo es también la auto-perfección del espíritu humano, conseguida mediante la lucha y el dolor; por eso le cuadra perfectamente la denominación de drama místico.</div><div style="text-align: justify;">Pero al mismo tiempo El escultor de su alma es una creación grande y profundamente humana; en esta cualidad se halla el secreto de su fuerza dramática y su poder de fascinación sobre los públicos que ha de ir aumentando según transcurra el tiempo y el drama sea más conocido y se divulgue. Entre las cuatro figuras que intervienen en la acción y que han de tomarse como símbolos y no como figuras de carne y hueso (en cuyo último caso algunas escenas, de las más bellas ciertamente, no tienen explicación) sobresale la del protagonista Pedro Mártir en quien Ganivet quiso encarnar el hombre natural. </div><div style="text-align: justify;">Pedro Mártir es un personaje al que no es difícil encontrar parentesco en la literatura dramática; pero en honra del autor y de la grandeza del tipo hay que decir que esos parientes de El escultor son las primeras figuras del arte universal, y se llaman Prometeo, Edipo y El Doctor Fausto. Las tres tienen con Pedro Mártir ciertos puntos de semejanza y ninguna se confunde con él; puede decirse que las cuatro figuras son otros tantos aspectos de una sola; la figura desolada del hombre, esclavo de la propia imperfección, combatiente siempre vencido y nunca domado, titán que trata de escalar el cielo por la conquista de la luz y prisionero eterno de las sombras.</div><div style="text-align: justify;">En torno de esta colosal y novísima concepción del espíritu humano y de sus luchas, que aunque pretendiera explicarla no lo conseguiría, muévense otras figuras simbólicas: Cecilia personificación de la mujer creyente, y admirable contraste del espíritu rebelde de Pedro Mártir; Alma la creación humana, hija de la razón y de la fe, y símbolo de la belleza ideal, y por último Aurelio en quien se sintetiza la vanidad del mundo y es la única figura pequeña del drama, que está todo lleno por las dudas y rebeldías de Pedro Mártir, las ternuras de Alma y la resignación heroica de Cecilia, junto a las cuales la mediocridad de Aurelio resuena como una calabaza hueca.</div><div style="text-align: justify;">Aún cuando en el segundo tomo de Los trabajos de Pío Cid, alude Ganivet, al referir las sustanciosas pláticas del protagonista con sus amigos de la «Cofradía del Avellano» a una tragedia que parece ser El escultor, de la que dice tenerla ya escrita, aunque sin bautizar, yo creo que el drama a que me estoy refiriendo ahora, no estaba escrito en aquella fecha, que es la del verano de 1897, sino que se escribió después, o por lo menos lo reformó el autor grandemente. Para ello me fundo en que Ganivet, no era hombre que dilatase la publicación de sus obras, una vez escritas y hasta setiembre de 1898 no me habla en sus cartas particulares de El escultor; y por otra parte encuentro el fundamento a mi creencia en que la referida producción parece de los últimos meses de su vida, pues ya se observan en ella ciertos rasgos de pesimismo tan acentuados, una tendencia al absoluto reposo como felicidad suprema, y un tan grande desprecio de todo lo terrenal, que no parece, sino que quien tales pensamientos concebía y expresaba, encontrábase ya casi desprendido de este mundo y mirando de frente el eterno arcano.</div><div style="text-align: justify;">Al escribir este drama, como siempre que se elevaba a las puras regiones del ideal, Ganivet tenía el alma puesta en Granada, y así lo revela no sólo que el lugar de la acción es la Alhambra, a cuyos torreones está dedicado uno de los fragmentos poéticos más hermosos de la obra, sino que Ganivet quiso estrenarla en su tierra, y que los derechos de autor se dedicasen a aumentar el fondo disponible para erigir una estatua en esta ciudad al genial artista granadino Alonso Cano.</div><div style="text-align: justify;">Por lo que hace a la forma literaria de esta audacísima y genial obra que cierra con broche de oro la producción de Ángel Ganivet, no necesito hacer demostración alguna: pronto saldrá el que me leyere (si hay quien tenga esa paciencia) del erial de este difuso y desmañado prólogo, para entrar en el campo amenísimo de El escultor. En él desde las primeras escenas percibirá los destellos geniales de aquel soberano talento; en esas páginas comprenderá que no han sido la amistad y el cariño los que me han guiado en esta exposición de los méritos literarios de Ganivet, sino el sentimiento de la más sincera y estricta justicia».</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">«La pieza teatral de Ángel Ganivet puede entenderse, en principio, como resultado de un influjo hispánico; en este sentido creemos que tanto Calderón de la Barca como los primitivos dramaturgos españoles parecen estar gravitando sobre la misma, como puede apreciarse, por ejemplo, en la concepción tripartita propia de algunos autos del final de la Edad Media o del primer Renacimiento, titulados aquí Auto de la Fe, Auto del Amor y Auto de la Muerte. Pero, junto a las raíces propiamente hispánicas, hay que apuntar también en la concepción de esta obra diversas corrientes finiseculares, de carácter simbolista, que sin duda Ganivet conocía y que han marcado en cierto sentido su drama. Junto a dramaturgos del norte de Europa, como Henrik Ibsen o Björnstjerne Björnson, analizados o comentados en los textos que componen Hombres del Norte, hay otros escritores que aportan por entonces una teoría y una práctica (entre los que están los franceses Stephane Mallarmé y Villiers de L´Isle Adam o el belga Maurice Maeterlinck) en la que se aprecian elementos constatados también en el drama ganivetiano.</div><div style="text-align: justify;">Podemos concluir que, de lo expuesto hasta aquí, se desprende cierta familiaridad de Ángel Ganivet con autores y obras de la corriente simbolista, de tal manera que El escultor de su alma no tiene una explicación completa y absoluta dentro de los moldes propiamente españoles. La simbiosis entre lo europeo y lo hispánico da como resultado esta pieza, cuya comprensión en el plano de las formas literarias nos resulta más clara desde una perspectiva europeísta; quizás otras aportaciones del escritor granadino, ya imposibles por desgracia, nos hubieran dado, de una forma más clara, la clave de la tendencia que engloba a este enigmático drama místico. Lo que nos parece fuera de duda es que se trata de una obra poco convencional, prácticamente única en el panorama del teatro español de su momento, que se adelanta en muchos años a corrientes innovadoras que beben, en muchas ocasiones, de las mismas fuentes. Como en otros aspectos, Ganivet se nos aparece también en el teatro un espíritu adelantado a su época».</div><div style="text-align: right;"><strong>Extraído de Antonio Cruz Casado, <a href="http://www.blogger.com/goog_1349559941">El escultor de su alma, de Ángel Ganivet, y el simbolismo finisecular europeo</a></strong><a href="http://antcruzcasado.blogspot.com/2006/09/el-escultor-de-su-alma-de-ngel-ganivet.html"> </a></div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhas8OP0OR_foWsNUqnmtzJb5XHMdky1Y-xJaQP5wsrIvKesqbZmE7R5a7a-WB4jAAPQzU7r6rzfXVRpQ6hqOfdIsSw-bgNI7FugcJDJHXldm7rKwcuIZfE0ufC53nMqNkfFZeF7HEs-DIp/s1600/GANIVET+ESCULTOR.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhas8OP0OR_foWsNUqnmtzJb5XHMdky1Y-xJaQP5wsrIvKesqbZmE7R5a7a-WB4jAAPQzU7r6rzfXVRpQ6hqOfdIsSw-bgNI7FugcJDJHXldm7rKwcuIZfE0ufC53nMqNkfFZeF7HEs-DIp/s400/GANIVET+ESCULTOR.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/7ctlip2klthx898/Ganivet%20-%20El%20escultor%20de%20su%20alma.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/6-jMN2zE/Ganivet_-_El_escultor_de_su_al.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-49786852942431805212011-09-17T13:02:00.000+02:002011-09-17T13:02:46.933+02:00Ángel Ganivet – LOS TRABAJOS DEL INFATIGABLE CREADOR PÍO CID<div style="text-align: justify;">Tras su aventura africana, Pío Cid se enfrasca, a evocación de los doce trabajos de Hércules, en diferentes tareas como reformador de su patria. Así, uno tras otro, en los seis trabajos que comprende la obra (no pudieron ser doce conforme estaba previsto), el infatigable Pío Cid se ve envuelto en la educación de unos estudiantes, en el gobierno de una familia de mujeres, en la formación de un buen poeta, en la reforma política de España, en la regeneración de una mujer caída y en la cura de una duquesa enferma de frivolidad.</div><div style="text-align: justify;">Como señalan muchos de los estudiosos de la obra ganivetiana, en Los trabajos… se abordan de manera consciente las principales inquietudes del movimiento regeneracionista finisecular, y de manera destacada, los aspectos relativos a la educación. </div><div style="text-align: justify;">El título de la novela es en si mismo una parodia, pues el lector, lejos de encontrarse con legendarias hazañas fabulosas, comprobará que Los trabajos son transformaciones cotidianas íntimas con las que el hombre medio que es Pío Cid, ilumina su progresivo avance espiritual mientras ayuda a otros a avanzar espiritualmente también.</div><div style="text-align: justify;">De hecho, el personaje central de la novela, al igual que su autor, es un ser poliédrico, lleno de múltiples contradicciones. En ocasiones aparece como un cínico, en otras como un idealista, y en su trasfondo deja ver muchas veces un halo de intelectual melancólico. El crítico Rafael Cansinos eleva la figura de Pío Cid a una edición moderna del pícaro, un simulacro que le permite a Ganivet, a modo de máscara, plasmar sus intenciones: «Los trabajos de Pío Cid —escribe Cansinos en su obra Los Hermes— son el intento más grande que se ha hecho para presentar la figuración de un mundo creado por la voluntad y por la eficacia de los conceptos, el más grande intento por asentar el mundo de la utopia, ese infantil y vagoroso mundo, de nubes y pájaros, sobre columnas tan firmes como aquellas que sustentan el mundo de la realidad. Los trabajos de Pío Cid son el manual del ideólogo, el índice de las más altas posibilidades mentales, el ejemplo más interesante de un mundo moral creado por el espíritu y el espejo más claro que puede presentarse como anticipación a los soñadores en lo futuro. Es la obra más alta del genio de la inducción y en ella nos parece ver el punto de partida, al menos en nuestra patria, de toda esa literatura de posibilidades que ha dado nuevo sentido y nueva vida a la novela picaresca. Fue ésta, desde su origen, en la literatura oriental, y acaso en los poemas épicos de la literatura griega y latina, un intento para mostrar hasta dónde puede elevarse un hombre asistido de la sola fuerza del genio y sostenido de las axilas por la voluntad, fuerte matrona. El pícaro es un gran inventivo que aspira a crear su mundo y a sostenerlo, frágil mundo sobre las yemas de los dedos, contra todas las leyes de la gravitación universal. De esta oposición a las normas tradicionales, se derivan los lances y episodios, los conflictos en que el personaje picaresco se salva por la astucia, inventora de efugios, burlando las inminencias que parecen inevitables. Esta burla del pícaro representa el triunfo del ingenio libre, con libertad de alas, sobre la fatalidad de las leyes físicas, sujetas en el puño del destino. La novela picaresca puede considerarse como el poema épico del ingenio, como la fiesta más viva de las facultades inventivas del hombre sobre las colinas peladas de las fuerzas fatales que en vano perpetúan su amenazante gesto extático. Por eso el personaje picaresco, mezcla de héroe y de hampón, suma viva de todos los poderes burladores, curva la más viva y suelta en la geometría espiritual, ha sido siempre la máscara más propia para encubrir las intenciones de una voluntad libérrima. Así, Pió Cid es la máscara de Ganivet, la representación plástica de sus intenciones, el simulacro creado por sus formas mentales y la sonda ponderable arrojada por él desde la orilla serena de las meditaciones al fluctuante mar de los fenómenos».</div><div style="text-align: justify;">«De Los trabajos puede decirse —escribe <strong>Seco de Lucena</strong>—, como con razón decía uno de los más discretos apologistas de Ganivet refiriéndose a la totalidad de su obra, que puede compararse a una estatua que el escultor hubiera comenzado a labrar por el pie, dejándola sin concluir; sólo se sabe de ella que tiene los pies en dirección a Oriente y que pisa firme. Adivínase por la belleza del fragmento la hermosura que hubiera llegado a alcanzar la obra terminada; pero lo más noble de ella, el contorno del pecho y de la cabeza, la expresión del rostro, quedó para siempre enterrado con el maravilloso artífice.</div><div style="text-align: justify;">Los trabajos de Pío Cid es la obra más cuidada de Ganivet; puso en ella el autor sus mayores empeños, y aún parece que trató de reflejar en sus páginas su propia vida. Lo imaginativo se mezcla en esta producción con lo histórico y real en términos que hacen dudar muchas veces donde acaba la autobiografía y da principio lo novelesco. Capítulos casi enteros hay en Los trabajos que reproducen con fidelidad fotográfica escenas y conservaciones que ante nuestros ojos se han desarrollado las unas, que aún suenan en nuestros oídos las otras, y llenándolo todo, el carácter enigmático, incoherente, con frecuencia contradictorio del protagonista. A veces Pío Cid semeja un andante caballero de nuevo cuño empeñado en desfacer espirituales entuertos; otras lo vemos complacerse en amargar a los que le rodean, lanzándolos, implacable, desde las cimas de la ilusión a la realidad impura que apaga los más nobles entusiasmos; su alma es una mezcla singular de cínico y de asceta, de sacrificios y de caídas, una perpetua contradicción, algo parecido al flujo y reflujo de las olas. En aquel carácter no hay más que dos notas permanentes: el desprecio de los intereses materiales y de las vanidades mundanas, y la serena tranquilidad con que son aceptados los vaivenes de la vida.</div><div style="text-align: justify;">Pío Cid es un profundo estudio psicológico, y a la vez de moral y de filosofía universales; por el espíritu superior de aquel hombre, condenado a una vida oscura por su propia voluntad, van pasando todos los grandes problemas de la Ética; podrá participarse o no del criterio moral con que el protagonista de Los trabajos los resuelve; pero hay que descubrirse con respeto ante la magnitud de la empresa acometida por el autor, la valentía con que hace lo que pudiéramos llamar disección de las almas y el inmenso caudal científico de que alardea. Pío Cid es el espíritu del hombre moderno, atormentado por su propia cultura intelectual, el Promoteo de nuestros días, encadenado a la roca de su limitación, roídas sus entrañas por el buitre de la duda.</div><div style="text-align: justify;">La infinidad de complejísimas cuestiones que en este admirable y misterioso libro se proponen, anunciaba el autor a sus amigos que quedarían resueltas, y tal vez en sentido muy diferente del que por la lectura de los dos primeros tomos se pudiera colegir, en el Testamento de Pío Cid, coronación y remate de la Odisea de este Ulises del mundo moral.</div><div style="text-align: justify;">El pensamiento íntimo de Ganivet quedó truncado por su prematura muerte; el espíritu de Pío Cid incompleto, y la obra trascendental del insigne granadino, velada por las sombras del misterio. La esfinge sigue muda, y dijérase que una vez más ha devorado al viajero».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8ygm8R9wDJ5S3th8AbsNNcwKocBgVBjtUm-1meUMshqHOfrPfGYIROJaNvJO_qRh4-yrdSp7pVqpZVyQ3268NQUJJBoAwD71HA71kMDM_MAoy7mxDZ9dD4nXMLHkDRTCQesUe695JsZxM/s1600/GANIVET+PIO+CID.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8ygm8R9wDJ5S3th8AbsNNcwKocBgVBjtUm-1meUMshqHOfrPfGYIROJaNvJO_qRh4-yrdSp7pVqpZVyQ3268NQUJJBoAwD71HA71kMDM_MAoy7mxDZ9dD4nXMLHkDRTCQesUe695JsZxM/s400/GANIVET+PIO+CID.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/clfrybm1yc292yq/Ganivet%20-%20Trabajos%20Pio%20Cid.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/nr4dGrHm/Ganivet_-_Trabajos_Pio_Cid.html">ENLACE 2</a></span></strong></div><br />
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<div align="center"></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-72037503786629386532011-09-17T12:57:00.000+02:002011-09-17T12:57:37.786+02:00Ángel Ganivet – LA CONQUISTA DEL REINO DE MAYA POR EL ÚLTIMO CONQUISTADOR ESPAÑOL, PÍO CID<div style="text-align: justify;">La novela es la primera de las que habrían de componer (la prematura muerte del autor las dejó en dos) el llamado ciclo de Pío Cid; personaje central de las dos obras en el que la crítica ve una autoficción o alter ego de su creador. En referencia a la naturaleza autobiográfica que estas dos novelas encierran, algunos estudiosos postulan por enmarcar La conquista de Maya…, Los trabajos del infatigable…, y El escultor de su alma, en una trilogía autorreferencial en la que La conquista… sería una obra introductoria, Los trabajos… tomarían el protagonismo de eje central, y El escultor…, encarnado en la figura de Pedro Mártir, pondría el simbólico broche final (testamento místico) a la serie autoficcional.</div><div style="text-align: justify;">La Conquista del Reino de Maya es en si misma una gran ironía, una utopía al revés, como algunos la han definido. Publicada la obra, el carácter satírico de la misma dejó desconcertados a propios y extraños: “Un libro raro”, titulaba Navarro Ledesma una reseña de la misma aparecida en El Globo en abril de 1897. </div><div style="text-align: justify;">En la novela se narran las aventuras de Pío Cid en el reino africano e imaginario de Maya, en el que, convertido en Sumo Sacerdote, se da al trabajo de promover una serie de reformas acompañadas de un proceso de tecnificación e industrialización cuyos resultados acaban siendo grotescos.</div><div style="text-align: justify;">La novela se ha interpretado como una crítica de la colonización del Congo belga, muy negativamente juzgada por Ganivet, como evidencian otros pasajes semejantes al de la carta escrita a Navarro Ledesma fechada el 10 de mayo de 1893, donde escribe que «Cualquiera que piense, no ya con la cabeza, sino con los calzoncillos, comprende que no se trata de la felicidad de la raza negra ni del progreso ni de nada por el estilo; se trata de un negocio en grande escala en el que el buen Leopoldo tiene metidos buenos millones». </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">«La vida de Ganivet —escribe <strong>Santiago Valentí Camp en Ideólogos, teorizantes y videntes</strong> (1922)— puede decirse que fue una carrera de obstáculos en la que logró vencer casi siempre. En el orden intelectual jamás buscó el insigne escritor granadino el triunfo fácil, sino que, por el contrario, trató de marcar nuevos derroteros. Así, por ejemplo, La conquista del Reino de Maya por el último conquistador Pío Cid, que apareció en el verano de 1897, causó entre los amigos de Ganivet una impresión vivísima, llegándose a decir que con esta obra había dado un salto a las tinieblas. Ganivet, que, ya en Granada la Bella, estudió el alma de la colectividad en un estado de desenvolvimiento social superior, examinando la ciudad en reposo, trató en La conquista de proyectar el estudio de un organismo social rudimentario, en los primeros vagidos y cuando se inicia la evolución ascendente y progresiva. Haciendo gala de su humorismo, fue disecando una a una todas las instituciones sociales, poniendo de manifiesto sus defectos, sus errores y las consecuencias funestas a que muchas veces dan lugar los intentos de reforma cuando los pueblos carecen de capacidad para recibirlos. Pintó con mano magistral las aventuras y proezas de Pío Cid y el influjo que ejerció en una tribu de negros del África oriental, en donde supuso que existía el Reino de Maya, situado entre lagos. </div><div style="text-align: justify;">Ganivet, que conocía muy a fondo la Historia y la Geografía, las razas y las costumbres, escribe una novela originalísima, imitando una serie de cuadros altamente pintorescos, en los que trazó el poder extraordinario de la adaptabilidad de Pío Cid, que, merced a la superioridad de la cultura europea, logró moldear la masa amorfa de negros, explotándolos con habilidad y adecuándose a su modo especial de ser. Es, en verdad, sorprendente la fuerza psíquica que hubo de derrochar el famoso escritor para tejer la curiosa y complicada urdimbre de esta novela, que, escrita toda ella en forma de narraciones de viaje, constituye, en el fondo, un profundo estudio de psicología de las muchedumbres, a la vez que una crítica aceradísima de las formas oropelescas de la civilización europea. </div><div style="text-align: justify;">Pero Ganivet no se contentó con la parte que podríamos denominar negativa, sino que, a medida que censuraba lo que representa la conquista y colonización, que actualmente se denominan penetración e influencia, fue exponiendo sus puntos de mira especiales acerca de los problemas de la civilización, señalando aquello que esta conforme con los dictados del humanitarismo por ser producto de la Ética. </div><div style="text-align: justify;">Ganivet desenvolvió la idea de que los héroes tradicionales, que la Historia primitiva ha pintado como autores de hazañas extraordinarias, merced a cuyo influjo las tramas se convirtieron de nómadas en sedentarias, llegando a constituir la ciudad y otros organismos sociales, no fueron más que la expresión plástica de los colosales esfuerzos colectivos realizados durante siglos por gran número de generaciones para conquistar un mayor grado de perfección política y social. En La conquista del Reino de Maya pone de manifiesto Ganivet el valor simbólico del proceso genético del pueblo Maya y con un conocimiento verdaderamente extraordinario de la Psicología de verosimilitud a una serie de cuadros episódicos, exponiendo el poder que tiene el hombre inteligente sobre los ignorantes y supersticiosos. En este respecto es admirable el capítulo en que describe la aparición de Pío Cid entre los negros y la sencillez con que estos le concedieron todos los honores hasta ungirlo como a un ser sobrenatural. Son también interesantes las páginas que consagra a estudiar los efectos de la sugestión para infundir en aquella tribu las más estupendas patrañas, como la resurrección de Arumi, debida a un milagro. La conquista de Maya termina con el sueño de Pío Cid, en el que trató Ganivet de reivindicar, con más espíritu que justicia, a los conquistadores españoles. Porque Ganivet fue grande en todo y cuando se equivocaba era para dignificar a aquellos a quienes la Historia a juzgado ya con severidad implacable. </div><div style="text-align: justify;">En La Conquista del Reino de Maya hay muchísimo que leer y muchísimo más que estudiar. Los párrafos que dedica a describir la danza de los uagangas constituyen una de las críticas, más enérgicas de los vicios del parlamentarismo, así como los dedicados a la invención de los rujús son una sátira intencionadísima y rebosante de gracia, de las instituciones de crédito. Quien lea este libro sin penetrar en lo esotérico, es posible que lo encuentre árido y lo deje; pero si consigue percatarse de la intención del autor, hallará en la obra enseñanzas de un gran valor moral». </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">«Pío Cid —señala <strong>Nicolás María López</strong>— es un filósofo de la peor especie; no es un tipo español, pues aunque con éste se avenga bien lo de aventurero y osado, sóbrale en cambio la filosofía pesimista, el cinismo y perversidad incompatibles con nuestra legendaria generosidad y nobleza. Barbarie y perfidia hay indudablemente en muchas de las empresas de nuestros conquistadores: en los Cortés y Alvarados, en los Pizarros y Almagros encuéntranse en ellos rasgos de groseras pasiones, hijas de la falta de educación, pues Almagro fue guardador de puercos, y todos ellos soldados indisciplinados y aventureros; pero estas manchas se compensaban con su heroísmo épico, con sus ideales soberbios de ambición y grandeza, y, sobre todo, con su entusiasmo por la patria y la religión. </div><div style="text-align: justify;">Pío Cid, en cambio, hecho conquistador moral por las circunstancias, es una especie de Schopenhauer andaluz, para el cual la vida es una comedia sin interés, y los hombres animales, que no tienen de bueno más que la facilidad con que se dejan engañar por otros más hábiles y bribones; dada la cultura que el lector le supone, no se concibe tal cinismo, tal ausencia de sensibilidad: Pío Cid padece la indiferencia, la falta de remordimientos. No hay violencia en suponer que quien ve en el asesinato un pasatiempo, quien toma á juego la muerte de sus hijos, quien cree excusable y útil la falta de honor, quien defiende como mejor política la del embrutecimiento, y como instituciones beneficiosas la poligamia y la poliandria, no es sino un loco criminal ó un criminal loco, entretenido en burlarse de aquellos salvajes, á los que embrutece y engaña, dejándoles, en vez de una idea moral, las corridas de toros, los escalafones para los empleados, el uso del alcohol... y el himno de Riego. </div><div style="text-align: justify;">Es claro que todo esto no es sino una finísima sátira; pero esta sátira ¿á dónde va á parar? ¿Es á poner en ridículo el afán civilizador de los pueblos cristianos? ¿Es contra la idea humanitaria de la posibilidad del progreso de ciertas razas inferiores? ¿Es, en suma, una burla sangrienta de la misma civilización europea, cuyas conquistas, vistas así al desnudo en una sociedad virgen que las recibe inconscientemente, resultan ridículas pantomimas?... No está clara la intención del autor: el lector cree, á veces, haber dado en el quid, atribuyendo á ciertas teorías de Pío Cid un sentido simbólico determinado de crítica social; pero ve en seguida que el mismo Pío Cid se burla de sus teorías y de sus obras, y acepta las contrarias. Pudiera pensarse que Pío Cid era un conquistador, un aventurero español á la moderna, que en vez de las armas lleva reformas é ideas nuevas; pero en vista de la terrible sátira que emplea y de los fines que se propone al plantearlas, ¿quién puede tomar en serio tales creaciones? </div><div style="text-align: justify;">Descartado, pues, todo pensamiento ó idea dominante, hay que ver en este libro una relación novelesca originalísima, que sirve de pretexto para satirizar muchas ideas convencionales de la civilización moderna, y otras que, por no ser convencionales, merecían más respeto. </div><div style="text-align: justify;">Como obra literaria, es admirable la sencillez de su estilo, que sin levantar el vuelo ni hacer ostentación del más nimio adorno, tiene el candor y la ingenuidad agridulce que caracteriza a las obras clásicas; el maravilloso alarde de ingenio para llevar adelante una narración en que interviene tanto personaje, de tan raros nombres y extrañas figuras, y en que se van desarrollando peripecias innumerables y sucesos complicadísimos; el profundo estudio que revela de los pueblos salvajes. </div><div style="text-align: justify;">El lector se queda atónito á medida que avanza en la lectura, y comprende que todo aquel reino de Maya, con su rey y sus reyezuelos; con sus ciudades, cuya posición topográfica y carácter local se describen admirablemente; con aquella innumerable serie de uagangas, pedagogos, nnanis, etc., etc., y todas aquellas ceremonias, afuiris, uouesus, días muntus, progresos, reformas, guerras, revoluciones, reacciones y crímenes, tan gráficamente pintados y minuciosamente descritos, no son sino una ficción pura, juego caprichoso, para tomar á broma todo lo existente en África... y en Europa».</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Tal como apunta el cofrade amigo de Ganivet, quizás la novela sea también un reflejo del devenir histórico de Europa. Así lo entiende el estudioso del pensamiento ganivetiano, Miguel Olmedo Moreno, para quien La conquista… es una historia paródica, y amarga, de los últimos siete siglos europeos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Acerca de la originalidad de La Conquista como utopía inversa, y del tipo de Pío Cid, como elementos literarios que tienen sus analogías en las aventuras barojianas de Silvestre Paradox o en La isla de los pingüinos de Anatole France, el literato y estudioso <strong>Rafael Cansinos Assens</strong>, escribe en su obra <strong>Los Hermes</strong>: «también, en cierto sentido puede compararse a Baroja con escritores tan españoles como Larra y Ganivet, que también desdeñaron las galas retóricas tradicionales y escribieron en un estilo acerado y fuerte de reflejos fríos y duros y profundos como los de los cristales emplomados. Sobre todo con Ganivet. Aún no ha sido debidamente estudiado el influjo que el escritor granadino, formado en el trato con la naturaleza y los escritores del norte, pudo haber ejercido en este otro escritor del norte. Ambos, aun en sus obras puramente, estéticas, tienen la intención sociológica…</div><div style="text-align: justify;">Seria también interesante estudiar las analogías indudables entre el héroe de Ganivet y los personajes picarescos de Anatolio France. Estas analogías se hacen más vivas si se comparan La conquista del reino de Maya y La isla de los Pingüinos. Una enorme popularidad se ha granjeado esta obra, sátira acerba de los orígenes de las sociedades. Su titulo ha quedado como una frase definitiva, tan lapidaria y perfecta como Las mentiras convencionales y El mal del siglo, de Nordau. Los pingüinos han sido elevados a la categoría de símbolos. Y, sin embargo, ¡cuánto más grande, por la intención y por el desarrollo y por la pluralidad de las formas críticas, no es esta prodigiosa Conquista del reino de Maya, burlesca apoteosis del genio civilizador, suprema parodia de descubrimientos, conquistas y evangelizaciones, novela utópica al revés, laico evangelio de los orígenes, que corresponde en la esfera estética a las investigaciones rousseaunianas sobre los orígenes y el pacto social y en la que, con mano irreverente y festiva, se nos muestra la pobre y grotesca armazón de madera que sustenta las áureas efigies de los dioses! </div><div style="text-align: justify;">Lo que es La isla de los Pingüinos respecto a la Conquista del reino de Maya, es Paradox, Rey, respecto a este mismo libro. Paradox, Rey tiene un irrefragable aire de familia con Pío Cid. Indudable que Baroja ha estudiado al pensador granadino, con el que le unen afinidades singulares de temperamento y espíritu. Como Baroja en nuestro tiempo, también Ganivet en el suyo fue un espectáculo raro y una palabra demasiado fuerte. También él fue un rebelde, un innovador, un antiliterario y un utópico; y también su obra fue un fruto demasiado crudo en los vergeles de la retórica de su tiempo, que se ornaban aún con las últimas flores del romanticismo y las primeras del realismo declamador. </div><div style="text-align: justify;">Como Baroja, Ganivet fue un escritor para el futuro, que superó las fórmulas de su época y pudo hacer presentir la aparición de escritores tan fuertes y serios como Unamuno y Ortega Gasset y este mismo Baroja. Escritores graves, de un temple raro en España, llenos de ideas y de larguísimas intenciones estéticas, agudamente burilados, humoristas y paradójicos, plurales de aspectos y de matices, enemigos de la retórica tradicional que, por encima de las floraciones mediterráneas de la península, enlazan con lo más recio de nuestro genio clásico y labran sus sutiles taraceas modernas sobre los más firmes robles y alerces antiguos».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGMUaPOZmYLS7WD5u-T73fq6MI7G4vc4-OeqnP8DoATablf8APYyU0qyvfyojUFBDfANiHywuroIga7mqZAHuVw2nqWO5UjIl8q0AFPr_Nuct55uggqlegPP5ykPod_GMasRbVXXioLkRF/s1600/GANIVET+MAYA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGMUaPOZmYLS7WD5u-T73fq6MI7G4vc4-OeqnP8DoATablf8APYyU0qyvfyojUFBDfANiHywuroIga7mqZAHuVw2nqWO5UjIl8q0AFPr_Nuct55uggqlegPP5ykPod_GMasRbVXXioLkRF/s400/GANIVET+MAYA.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/zjfia34gxbb9315/Ganivet%20-Conquista%20Maya%20Pio%20Cid.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/b_BBylNQ/Ganivet_-Conquista_Maya_Pio_Ci.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-50382781195377860312011-09-17T12:52:00.000+02:002011-09-17T12:52:41.390+02:00Ganivet - CARTAS ÍNTIMAS<div style="text-align: justify;">«Hoy, al cabo de los años —escribe a modo de introducción de este epistolario <strong>Nicolás María López</strong>—, he pensado que no debía esconder o inutilizar escritos del inolvidable amigo, que, por su carácter intimo, y por referirse a aquel cenáculo granadino que él fundó con el nombre de «Cofradía del Avellano», pudieran reflejar un aspecto o faceta, como ahora se dice, de su vida. Y sobre todo, porque esas cartas contienen explicaciones y juicios propios acerca de sus obras, y constituyen una especie de autocrítica de todas ellas».</div><div style="text-align: justify;">Efectivamente, en aquella fuente granadina que se situaba extramuros de la ciudad, al pie del Generalife y asomada al Darro, se reunía lo más granado de la intelectualidad local, Nicolás María López (Antón del Sauce), Matías Méndez Vellido (Feliciano Miranda), Ruíz de Almodóvar (Perico Moro), Rafael Gago (Castejón), Melchor Almagro (Gaudente el Joven), Afán de Rivera (Gaudente el Viejo)…</div><div style="text-align: justify;">La cofradía era, como explica Nicolás María López (Antón del Sauce), sencillamente eso, una reunión de amigos sin domicilio ni reglamento; semejante a una academia helénica, sentados en torno a una fuente de agua fresca, entre álamos y avellanos, donde en amena tertulia, se hablaba "de lo divino y de lo humano".</div><div style="text-align: justify;">«Esta correspondencia —sigue escribiendo el cofrade Antón del Sauce— no puede compararse con la de Navarro, ni en número ni en calidad; pero conviene tener en cuenta el distinto carácter de una y otra. La de Navarro, fue de polémica filosófica o literaria con un brillante escritor; y esta, es de amistad cariñosa y consejera con el paisano y discípulo.</div><div style="text-align: justify;">Empiezan en 25 de mayo de 1895, casi al mismo tiempo en que terminan las del Epistolario de Navarro Ledesma, y acaban con la fechada en 10 de diciembre de 1898, pocos días antes de su muerte, tal vez la última o una de las últimas, que escribió en completo estado de lucidez». </div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb58qDy-PSV_9vLIkk4gelfmTPidy_-FT984ixmMDkSWE7Zj-EgxduIojpR_KByUVyobG8vfxrMkERXaZPn7W_N5dKqbbPN0A3gqgEEgdzzuEULLPDRnNBXaG1vjxhb_PZ_JvL0hRwe0N0/s1600/GANIVET+CARTAS+COFRADIA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb58qDy-PSV_9vLIkk4gelfmTPidy_-FT984ixmMDkSWE7Zj-EgxduIojpR_KByUVyobG8vfxrMkERXaZPn7W_N5dKqbbPN0A3gqgEEgdzzuEULLPDRnNBXaG1vjxhb_PZ_JvL0hRwe0N0/s400/GANIVET+CARTAS+COFRADIA.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/hibqcuxvkf83ttp/Ganivet%20-%20Cartas%20intimas.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/gVx_hkqw/Ganivet_-_Cartas_intimas.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-61256346142574079322011-09-17T12:49:00.000+02:002011-09-17T12:49:22.297+02:00Ganivet - EPISTOLARIO<div style="text-align: justify;">En el prólogo al Epistolario, el cervantista <strong>Francisco Navarro Ledesma</strong>, amigo y destinatario de las cartas de Ganivet que el libro recoge, escribe:</div><div style="text-align: justify;">«Publico en este libro una parte de las cartas que me escribió mi inmortal y desventurado amigo Ángel Ganivet. Con las restantes que poseo podrán formarse aún ocho o diez series como la presente.</div><div style="text-align: justify;">Para formar este libro no se ha hecho selección ninguna; sencillamente se han sacado unas cuantas cartas del legajo en que se contienen todas, y sólo se ha dejado de imprimir la parte de ellas que, por referirse a sucesos familiares, no ofrece interés para el público.</div><div style="text-align: justify;">Bueno sería explicar al público algo de la vida de Ganivet. Me creo obligado a hacerlo, pero no en un prólogo, sino en un libro largo. Para satisfacer la necesidad que hay de prólogo en toda colección de cartas íntimas, copio a continuación unas cuartillas leídas por mí en el Ateneo de Madrid al comenzar la velada con que, en el curso actual, se conmemoró el aniversario de la muerte de Ángel Ganivet.</div><div style="text-align: justify;">Esas cuartillas dicen así:</div><div style="text-align: justify;">«Voy a contaros, en las menos palabras que pueda, una historia rara y maravillosa: la vida de un hombre bueno, de un hombre sabio, de un hombre humano, de un hombre libre. Voces más elocuentes que la mía loarán sus obras escritas, ensalzarán la grandeza de su pensamiento, reflejarán el aleteo de su inspiración y os dirán cómo si existe una España joven, robusta, pensadora, valiente y capaz de redimirse por los hechos y por las obras del espíritu, el alma de esa España debe identificarse con el alma de Ángel Ganivet, el filósofo, el poeta, el patriota, el inmortal.</div><div style="text-align: justify;">Yo, señores, fui el amigo más íntimo de aquel grande hombre, y lo digo con la orgullosa humildad o con la altiva modestia con que el pobre pegujalero de la Mancha, nuestro sabio amigo Sancho, cuando llegase a viejo y oyera hablar de su amo el caballero de los Leones, diría llenándosele la boca de amargura y de lágrimas los ojos: -¡Yo fui su escudero!...- Obligación de piedad fraternal cumplo hoy hablándoos tanto cuanto la emoción me lo permita de aquél que al llamarme hermano suyo, me concedió la más alta honra que de hombre alguno pienso recibir. Yo vi de cerca nacer su alma grandiosa; la vi ensancharse, crecer, tocar al cielo, perderse en la penumbra de lo desconocido, en aquella sombra de sombras que llamamos... no sé cómo, locura, insania, amencia, muerte.</div><div style="text-align: justify;">Nueve años duró nuestra estrechísima convivencia, nuestra íntima comunión, que tengo la dicha de poder renovar a toda hora, pues casi siempre estuvimos separados por centenares de leguas, y nuestra comunicación fue epistolar, siendo las cartas que me escribió tan extensas, frecuentes y numerosas, que impresas formarían unos cuantos volúmenes, y reconstituirían a los ojos de los lectores el panorama de una existencia consagrada al recto pensar y al honrado sentir, de una existencia cuajada de bondad pura y compacta como tabla de mármol blanco, sin veta de egoísmo ni de bajeza. La noble biografía, mejor diré, psicografía, que en sus páginas trazó Ganivet, escribiendo al hilo del pensar, con la libertad de quien habla a una tumba, es deber mío publicarla, y no esperéis que cometa la profanación de intentar resumir en cuatro desmayadas cuartillas lo que debe ser leído en toda su integridad y con devoto y silencioso recogimiento. Tampoco sería posible, ni oportuno siquiera, querer hacer pasar por este ambiente en pocos minutos nueve años de vida fecundísima a cuya intensidad ningún otro hombre de estos tiempos últimos ha llegado. Acerca de estos grandes espíritus, que en sus obras se han entregado y ofrecido por completo a quien los leyere, como sucede con Miguel de Montaigne, con Ángel Ganivet... y creo que con nadie más, no es factible escribir menos ni mejor de lo que escribieron ellos mismos, porque hombres de tan alto linaje y de tan gigantesca talla, sin querer comunican su grandeza aún a los actos vulgares e íntimos de la vida y dan importancia y dignidad a cuanto palpan. Y así como, por ejemplo, en el divino poema homérico Agamemnón, el augusto monarca, despedaza una ternera sin perder ni un punto la nobleza mayestática de su continente, de igual modo, en ocasión memorable, alguien que nos oye y yo vimos a nuestro inmortal amigo, el autor del Idearium español, cortar, aderezar y guisar con sus propias manos la carne que había comprado para el almuerzo..., y hacer esto, que no había hecho nunca hasta entonces, con la misma nobleza, gracia y aplomo con que ya en aquella época adobaba y componía la prosa castellana, por él llevada al extremo de la jugosidad y de la vibración. Es decir, que para él no había pequeñeces y nimiedades..., o el mundo entero era una nimiedad. Era un hombre completo, como el pan bueno y sano: con su harina y su salvado y su acemite; todo era sustancioso en él, todo interesante. (…).</div><div style="text-align: justify;">Dos días antes de morir, el 27 de Noviembre de 1898, cuando ya estaba lleno del propósito de la muerte, dejó en casa de su amigo, el barón Brück, noble sueco residente en Riga, un pliego dirigido a mí, que es un verdadero testamento, pues en él dice: «Por si esta declaración fuese necesaria, hago aquí el resumen de mis ideas y de mis deberes.» Lo que a estas solemnes palabras, que me helaron los huesos, sigue, no me atrevo a leerlo en público. Son cosas hondas, arcanos, adivinaciones y presentimientos, en que solamente un cerebro miope verá súbito desvarío y no prosecución lógica de una idea que pasa las lindes de lo concebido, de un pensar que supera a los eunucos, inanes y mendicantes pensares ordinarios. Pero si de las seis proposiciones primeras, en que se muestra su cerebro luminoso con la acariciadora luz del sol que se pone, no quiero ni puedo leer nada, os leeré, para concluir, la séptima, en que aparece palpitante y sangrando su corazón, el más honrado y generoso que he conocido. Dice nada más que esto: «No recuerdo haber hecho mal a nadie, ni siquiera en pensamiento; si hubiera hecho algún mal, pido perdón.»</div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div style="text-align: justify;">A propósito de la publicación del Epistolario, el jurista, periodista y crítico literario, <strong>Eduardo Gómez de Baquero,</strong> publicó el siguiente artículo en<strong> La España Moderna</strong> de agosto de 1904:</div><div style="text-align: justify;">«El Epistolario se publica en buena ocasión. Ganivet vivió obscurecido. Su fama apenas traspasó el estrecho círculo local de la ciudad en que había nacido y el no más amplio de sus amistades particulares. Sólo muy al final de su vida empezaron á ser apreciadas sus obras. Su verdadera celebridad ha sido póstuma. Se explica esto sobradamente si se tiene en cuenta que el autor del Idearium murió muy joven, y que, por otra parte, no era un escritor de lo sensible, de la vida exterior, sino un escritor filosófico, para quien la conquista del público tenía que ser por lo mismo lenta y difícil. Hasta la fama póstuma que Ganivet ha logrado hubiera estado pendiente del azar, á no haber sido agente eficaz de ella la piadosa solicitud fraternal de los amigos del pensador granadino, que han llamado la atención sobre sus obras, y han conseguido que no cayese en el olvido la naciente celebridad alcanzada por Ganivet en sus últimos días.</div><div style="text-align: justify;">Por eso el Epistolario se publica ahora en las mejores condiciones para que no pase inadvertido ó tenga escasísima difusión, como hubiese ocurrido tal vez hace algunos años. El nombre de Ganivet tiene ya la notoriedad precisa para que cualquiera de sus escritos despierte de antemano curiosidad é interés. Esto aparte de que en los Epistolarios suele haber una parte íntima, que no aconseja su publicación en vida. La muerte borra lo que pudiera haber de exhibición personal, si se publicasen viviendo el autor estos documentos particulares. </div><div style="text-align: justify;">Este Epistolario no es completo. Es una muestra de la copiosa correspondencia epistolar que sostuvo Ganivet con sus amigos. Ocho ó diez tomos semejantes al que ahora ha visto la luz, dice el Sr. Navarro Ledesma que podrían formarse con las cartas que le escribió el autor del Idearium, y de entre las cuales están sacadas éstas, sin hacer selección alguna, sino tomando sencillamente unas cuantas del legajo que forman todas. Así, al menos, lo dice el colector. Sin duda Ganivet sostuvo también correspondencia con otros amigos de Granada; de suerte que bien puede considerársele, atendida la edad en que murió, como uno de los escritores que más abundantemente han cultivado el género epistolar. El caso es excepcional en España. El mismo Ganivet dice en alguna de sus cartas cuan raro es aquí que un amigo escriba á otro ausente, cuando no tiene alguna cosa de inmediata utilidad que comunicarle. Quizás se deba á nuestro carácter reconcentrado y poco comunicativo, por lo general; á la poca efusión de nuestra vida sentimental que se recoge dentro del alma, como queriendo aislarse del mundo exterior. Tal vez hay en ello algún resto de la antigua gravedad y altivez castellanas, ó una consecuencia de nuestra escasa vida social. Y no hay que olvidar tampoco que la pereza general es un grande obstáculo para largas y asiduas correspondencias epistolares entre españoles.</div><div style="text-align: justify;">El interés que ofrece el Epistolario de Ganivet no es un interés autobiográfico, entendido en sentido material. Habla poco el malogrado escritor granadino de sucesos de su vida. Además, Ganivet, como la mayor parte de los hombres modernos que no son generales, políticos ó exploradores de las pocas tierras desconocidas que van quedando en el mundo, ó no desempeñan cualquier otro oficio expuesto á grandes peripecias, no tuvo apenas biografía ó materia para ella. Grande é inapreciable ventaja de la civilización es ésta, digámosle de pasada, de que la mayoría de los hombres, como los pueblos felices, no tengan historia, porque ello revela el orden de una sociedad donde es cada día más difícil que á un particular le ocurran aventuras extraordinarias. Y como abunda más lo malo que lo bueno, al no ocurrirle á uno nada se sale ganando. </div><div style="text-align: justify;">En otro sentido es autobiográfico el Epistolario. Como comentario auténtico de las obras literarias, de las ideas y del carácter de Ganivet, reflejados fielmente en estas cartas, escritas en el abandono de la intimidad. Algo habla Ganivet en sus epístolas del país en que residía (se hallaba en Bélgica como vicecónsul de España en Amberes); alguna vez da noticia á su amigo de las menudencias de la vida diaria, relaciones con sus jefes, trabajos que le imponía su cargo, etc.; pero la mayor parte de las cartas está consagrada á discurrir en la forma familiar propia de estos escritos acerca de cuestiones filosóficas, literarias y sociales, y á dar alguna noticia de las obras que tenía en proyecto.</div><div style="text-align: justify;">Hay una gran originalidad y una gran independencia en esos juicios. Originalidad sincera. Se ve que Ganivet no era uno de esos autores que cultivan deliberadamente la paradoja para llamar la atención y epater le bourgeois, lo cual es, entre paréntesis, uno de los más indecorosos ejercicios á que puede consagrarse la inteligencia humana, puesto que se reduce á hacer juegos malabares con las ideas, como los hacen con cuchillos ú otros artefactos los juglares de los circos; y no es gloria muy apetecible la de emular en la esfera del pensamiento al hombre rana ó al ilusionista de tal ó cuál acreditada compañía acrobática. Vale mucho más discurrir como Sancho Panza ó como todo el mundo.</div><div style="text-align: justify;">La de Ganivet era, por el contrario, la única originalidad digna de respeto y hasta de envidia: la espontánea, la que sale de dentro, sin premeditación ni estudio. Reducir á un cuerpo de doctrina sistemático las ideas expuestas en estas cartas sería un trabajo de disección que no reflejaría ciertamente la fisonomía del Epistolario. El atractivo principal de éste y el de todas las cartas particulares, que merecen leerse, y que no son otra cosa que conversación escrita, consiste en su natural desorden, en su falta de sujeción á un plan lógico, en que se asiste, por decirlo así, en tales documentos, al alumbramiento de las ideas, ó se las sorprende en su germinación natural, en su súbita emergencia del obscuro fondo de lo inconsciente. Sin duda la forma de exposición sistemática que emplean el tratadista científico y cualquiera que desea enseñar á los demás alguna cosa, es la más cómoda y á veces indispensable; pero en cuanto el pensador se mete por este camino, que encuentra trazado ya y hecho, tiene que podar mucho su pensamiento, prescindiendo de todo aquello que le parezca incierto ó extravagante, después de sometido al examen de la reflexión. Por eso hay en las conversaciones y en las cartas mayor originalidad: allí está el pensamiento entero y al natural, antes de que la reflexión lo cribe, escoja en él y meta dentro de los moldes del método lo escogido.</div><div style="text-align: justify;">Tengo acotados en el Epistolario algunos de los pensamientos que más me han llamado la atención, ya por lo felizmente expresados que están los unos, ya por la originalidad de otros, ó ya también por la luz que nos dan algunos para apreciar el carácter de Ganivet y las ideas á que rindió preferente culto. Unas cuantas citas de éstas creo que explicarán mejor la índole y el tono del Epistolario que cualquier análisis que pudiera hacerse del mismo. </div><div style="text-align: justify;">Hay en las cartas de Ganivet observaciones psicológicas muy certeras. «Las relaciones sociales, dígase lo que se quiera—escribe—, son un gran medio de ventilar y de refrescar el espíritu; y esto lo dice uno que por vivir demasiado á solas anda á estas horas requemado física y moralmente». «El conocimiento simple—dice algunas páginas más adelante—es sólo la primera materia amorfa, de la que el sentimiento compone después cosas diferentes. En una de las rachas filosóficas que me suelen dar, creo que te dije que el sentimiento como facultad no existía, aunque lo personalicemos algunas veces, realmente lo único que hay ó que es, es la voluntad, la fuerza creadora, cuya primera materia es el conocimiento y cuyo impulso es el sentimiento ó lo que llamamos tal». En estos cuatro renglones hay toda una metafísica, que en lo esencial coincide con la de Schopenhauer. </div><div style="text-align: justify;">La cuestión del matrimonio y de la monogamia era, por lo visto, una de las que más preocupaban al escritor granadino. Remito al lector á lo que dice sobre el particular en las páginas 70-71 y 94 á 97 del Epistolario. «En todos los pueblos que obran con algún sentido de la naturaleza, es cosa extraña la monogamia». «¿Qué es la prostitución más que la poligamia y la poliandria disfrazadas y más sucias que entre los salvajes?» De estas dos frases puede colegirse cuál era la opinión del autor del Idearium. </div><div style="text-align: justify;">Sería curioso saber si Ganivet conoció ó no las obras de Nietzsche. Pudo conocerlas, puesto que sabía alemán, y en 1893, fecha de las cartas reunidas en el Epistolario, estaba ya publicada la mayor parte de los libros del autor de Así hablaba Zarathustra. Pero aunque exista la posibilidad, parece más probable que no tuviese conocimiento de ellos. Para creerlo me fundo en que no cita á Nietzsche en el Epistolario, en el cual habla con frecuencia de otros pensadores, y en que la fama del filósofo germano tardó bastante en difundirse fuera de Alemania. En 1893 no había alcanzado aún la celebridad universal, que después, por motivos diferentes, que no son del caso, ha conseguido. El hecho es que hay marcada coincidencia de ideas entre uno y otro en la opinión acerca de la democracia, coincidencia que nunca revestiría caracteres de imitación ó plagio por parte de Ganivet (de Nietzsche no hay que decirlo siquiera), puesto que bien claro se ve que el pensador granadino expresaba cosas hondamente sentidas que le salían del alma, y no una lección aprendida en un libro de moda. «Por una paradoja que más pertenece á la psicología que á la política—escribe Ganivet—, la libertad hay que buscarla en el poder de los hombres fuertes. Cánovas es más liberal que Sagasta; Narváez era más liberal que Cánovas; Prim (?) era más liberal que Narváez; y si llega á gobernar Cabrera, hubiera sido más liberal que Prim. El hombre más liberal que ha habido desde la Revolución francesa en Europa ha sido Napoleón, que consideraba á sus varios millones de súbditos como manadas de borregos, y los trataba, como buen pastor, á palos y á pedradas cuando era preciso. En cuanto un gobernante forma buen concepto de sus gobernados, revelando con esto valer muy poco, se encuentra entre ellos como uno de tantos, y no hay que esperar nada bueno de él... La cualidad esencial de un político debería ser la de sentir repugnancia y asco del común de las cosas y de las personas; esto es, todo lo contrario de lo que hoy priva, siendo como es número obligado de toda profesión política el afirmar con optimismo que está próximo el día de la felicidad de todos los ciudadanos, y que todos los bienes serán pocos para mejorar indefinidamente á la noble humanidad». «Tomado él pueblo como organismo—escribe más adelante—, me da cien patadas en el estómago, porque me parece hasta un crimen que la gentuza se meta en cosa que no sea trabajar y divertirse. Al mismo tiempo, creo que la organización del trabajo en el régimen liberal es insensata; pues someter la vida de los hombres al tira y afloja ó al alza y baja del mercado, como si se tratase de manufacturas, será muy liberal, pero es indecoroso para el género humano. Me parece mal que los altos manden en los bajos, hasta el extremo de no haber mandado yo nunca nada á nadie, ni á los criados de mi casa; mi placer es que sean listos y lo hagan sin que se les diga. Me gusta lo bueno, y aun lo selecto y lo aristocrático; pero no querría ser aristócrata por nada del mundo, y desprecio á los que merodean el trato con gentes de pergaminos. En suma, mi credo no puede reducirse á fórmula razonable, pues se compone de mucho amor y mucho palo para los pequeños, y mucho desprecio y mucha autoridad para los grandes». </div><div style="text-align: justify;">Esta es, en suma, la doctrina del Rey absoluto ideal, del César bueno, del despotismo ilustrado. Uno de los más curiosos capítulos de la historia política en los tiempos modernos, es el que podría escribirse acerca del desdén y la aversión que han sentido hacia la democracia espíritus de primera magnitud, progresivos, modernos en toda la extensión de la palabra, y al mismo tiempo tan diferentes entre sí en sentimientos y en ideas, como Renán y Nietzsche, por ejemplo. Quizás ha influido en ello poderosamente el error de creer que la democracia era forzosamente un régimen de mediocridad que llevaba aparejada la postergación de los mejores. </div><div style="text-align: justify;">Algún punto de semejanza con las ideas de Nietzsche ofrece también la admiración que expresa á veces Ganivet hacia la Grecia antigua y el Renacimiento italiano, comparados con el estado de las naciones modernas. «Tú recordabas días atrás —escribe— los tiempos felices de la Grecia, cuando aún no había aparecido la idea estúpida de ahogar la vida de las ciudades con lazos de unión política, que es una especie de confraternidad en que todos se abrazan para... reventarse. Ha habido otro momento semejante á aquél, el renacimiento italiano, preferible, ni hay que decirlo, con sus luchas menudas, á la unidad nacional, con que hoy se divierten nuestros vecinos del Mediterráneo. En Grecia, como en Italia, cuando carecían de «superior expresión política», se dio el caso, rarísimo en la Historia, de vivir el arte en medio de la calle, respirado por todo el mundo, con la misma avidez con que hoy se respira la atmósfera de negocios que nos rodea. Ciertamente aquello era más hermoso que esto; pues, aun en el punto débil, que fue y es el de combatir unos con otros, ya por pasiones, ya por intereses, entonces se combatía con más arte y se moría con más variedad. Quizás en medio siglo de gobierno de los Borgia, á pesar de lo que se dice, no fueron asesinados tantos ciudadanos como ahora en un mes, con motivo de las huelgas de los escapes de gas grisú, ó de los choques de trenes». </div><div style="text-align: justify;">Uno de los puntos en que veo yo reflejado, en el párrafo anterior, el parentesco espiritual entre Ganivet y Nietzsche, es el desdén hacia el sentido histórico y hacia la historia misma. Casi siempre que habla de historia, Nietzsche la inventa y hace una interpretación fantástica ajustada á sus fines de demostración filosófica. Ganivet, en el texto copiado, no inventa, pero prescinde en absoluto de la necesidad histórica que ha determinado la creación de las grandes nacionalidades, de las mil razones, económicas entre otras, que hacen hoy forzosas esas grandes agrupaciones de hombres, y de la diferencia que hay entre que á uno lo asesine ó lo robe un déspota, por artista que sea, ó que pueda, por casualidad, perder la vida ó quedarse cojo en un accidente ferroviario. </div><div style="text-align: justify;">Ganivet, además de filósofo, era humanista. Cuenta el señor Navarro Ledesma que aspiró á ser catedrático de griego. Este aspecto de su personalidad asoma también en el Epistolario. Véase uno de los pasajes en que aparece el humanista: «No me parece que hay modo de producir la impresión (mala ó buena) de lo clásico, escribiendo en rimas. Los consonantes y asonantes, recursos musicales á que acudieron generaciones degradadas para sustituir groseramente la armonía clásica, fundada tanto en el fondo como en la expresión, en el elemento psicológico de las palabras como en el fonético, son demasiado infantiles y destruyen la gravedad ideal, necesaria para cuajar las líneas de los tipos clásicos. La prosa da una idea pobre, pero el verso da una idea inexacta. Aun el verso declamatorio y severo de Racine se queda á muy respetable distancia de la verdad, traduciendo la pasión en efectismo teatral, y lo solemne en solemnidad de época». </div><div style="text-align: justify;">Pongo aquí término á estas citas, que no pueden ser el resumen de un libro tan vario como la colección de cartas de Ganivet, sino sólo una muestra de su estilo y de sus ideas. Pero no sería justo terminar la reseña del Epistolario sin mencionar el excelente estudio acerca de Ganivet, escrito por el Sr. Navarro Ledesma, que sirve de prólogo á este libro, y que es un notable retrato moral de aquel gran escritor, al par que un piadoso y espléndido tributo rendido por la amistad á su memoria».</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Bastante menos benévola que en los artículos precedentes, la afilada pluma de <strong>Manuel Azaña</strong> no pierde ocasión para sajar con precisión cirujana al sentidor —más que pensador, a juicio de Unamuno— granadino: «Ganivet es el tipo acabado del autodidacto —escribe Azaña, bajo pseudónimo de Cardenio, en La Pluma de 1921— de cultura desordenada y retrasada, mente sin disciplina. Grande es la actividad de su espíritu; lee, medita; escribe alguna vez. Todo lo va a poner en tela de juicio. Quiere llegar a la «fuerza madre», aislar «el eje diamantino alrededor del cual giran los hechos del diario vivir», esculpir con sus manos su propia alma. Pero siempre se nos aparece como abrumado y aterrado por los problemas mismos, y escapándose de ellos mediante una pirueta. (…) </div><div style="text-align: justify;">Es un bilioso, huraño, vive “requemado física y moralmente”; es misántropo y misógino; en rigor, poco sensible: eso es lo que le faltó para ser un buen artista.</div><div style="text-align: justify;">Tal es Ganivet en el Epistolario, breve colección de cartas que despiertan la maligna curiosidad de conocer no tanto las ulteriores epístolas del autor como las de su amigo y corresponsal Navarro Ledesma».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiY_LMHwNoDgXSE2xS6J2ZvBhUNfmbHt-v46QOpVkhWwe47N08pl9FogmtKGgw-Jlx3ZUvpApGNDTxzC0Oe8VxQFSG3_vcEa_HuoYeQR8tqBt3Wc6IMP0g-mNdfJKYvs5JVepagESU7Wvq0/s1600/GANIVET+EPISTOLARIO.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiY_LMHwNoDgXSE2xS6J2ZvBhUNfmbHt-v46QOpVkhWwe47N08pl9FogmtKGgw-Jlx3ZUvpApGNDTxzC0Oe8VxQFSG3_vcEa_HuoYeQR8tqBt3Wc6IMP0g-mNdfJKYvs5JVepagESU7Wvq0/s400/GANIVET+EPISTOLARIO.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/zlc3aqz4imzx6a0/Ganivet%20-%20Epistolario.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/vrLzATgl/Ganivet_-_Epistolario.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-28226462729389135382011-09-17T12:43:00.000+02:002011-09-17T12:43:35.060+02:00Ganivet - HOMBRES DEL NORTE<div style="text-align: justify;"><em>Una explicación debo a los lectores de las Cartas finlandesas</em> —escribe Ganivet—, <em>cuya serie quedó interrumpida en el examen del Kalevala. Para completarla, había pensado dedicar algunas más al estudio de la literatura y artes contemporáneas; pero, estando muy ligado el movimiento intelectual de Finlandia al de Suecia y en general al de todos los países escandinavos, me ha parecido preferible tratar esta materia en algunos de estos esbozos críticos que iré describiendo como y cuando buenamente pueda. Y, ya puesto a dar explicaciones al lector, indicaré que con estos artículos sobre los Hombres del Norte no pretendo introducir ninguna influencia nueva en las artes españolas. Mi idea es vulgarizar entre mis paisanos lo poco que sé de estos países y particularmente de su literatura. </em></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Hombres del Norte son un conjunto de seis ensayos dedicados a diferentes figuras de la literatura noruega (Jonas Lie, Bjornsterne Bjornson, Henrik Ibsen, Arne Garborg, Knut Hamsun y Wilhelm Krag), que por lo que tienen de captación del espíritu nacional, llamaron la atención del diplomático granadino.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><strong>Jonas Lie</strong> se le antoja el "Pereda noruego" por el "vigor" con que se atienen sus obras al suelo patrio, aunque también por su cortedad de vuelos: <em>Lie es un autor nacional que en Noruega ha ejercido y ejerce mayor influencia quizá que Ibsen y Björnson, pero que por su falta de tendencias doctrinales, por su desdén hacia las ruidosas innovaciones artísticas, carece de relieve para atraer la atención del público europeo, más pagado del brillo de la novedad que del positivo mérito. Lie es el Pereda noruego, y sus obras, a causa del mismo vigor con que están adheridas al suelo del país por el que han sido inspiradas y para el que han sido escritas, se despegan de él difícilmente y no pueden remontar muy alto vuelo. Hay, sin embargo, una diferencia entre Pereda y Lie: este, ya que no disfrute de gran nombre literario en Europa, es leído, comprendido y admirado en todos los países escandinavos; en tanto que Pereda es considerado poco más que como un novelista regional en nuestra nación.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>La mayor parte de las novelas de Lie son series de cuadros con unidad novelesca, en las que se describe la vida noruega observada desde diversos puntos de vista. Thomas Ross, Adam Schrader, Ruttland, Maissa Jons, Lodsen og lians hustru (Lodsen y su mujer), Onde magter (Fuerzas maléficas), Livsslaven (Esclavo de la vida), no son más que cuadros de la vida en los que va desfilando toda la sociedad noruega, desde las clases llamadas directoras, hasta el proletariado.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>Jonas Lie es el tipo de esos literatos ejemplares que, sin pretensiones de renovar ni el arte ni las ideas, aceptan una forma que se ajuste a un modo de ver personal, y se aplican a dar cuerpo a la sociedad en que viven. Si alguna vez se aparta de su época, no es para profetizar ni para adelantarse a los acontecimientos: es para dar algunos pasos ateos y lamentarse de las cosas buenas que se fueron. Examinando uno a uno sus libros, ninguno nos hará pensar que su autor es un genio extraordinario; pero vista la obra en conjunto, hay en ella materiales para conocer plenamente la vida noruega durante un siglo, y quien tal hace tiene derecho a que se le considere como una figura literaria de primer orden y méritos para ocupar en el porvenir un puesto más alto que el que ocupan muchos meteoros del arte que en Noruega, y en otros países que no son Noruega, deslumbran durante algún tiempo con el brillo de una originalidad enfermiza, y desaparecen luego dejando tras de sí una obra oscura e inútil.</em></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><strong>Bjornson</strong>, más una creación nacional que un creador, ha descubierto, a juicio de Ganivet, el carácter de Noruega. Encierra en su compleja personalidad literaria "todo lo bueno y todo lo malo de su país": <em>Como político y como escritor, Björnson es un romántico, y si con alguien se le puede comparar es con Víctor Hugo, aunque el noruego es un Víctor Hugo de segundo orden. La idea principal de Björnson fue constantemente convertir a su país en un factor importante de la cultura europea; de aquí sus trabajos múltiples, encaminados a crear en su país una cultura a la moderna. Desde sus comienzos aparece Björnson con este carácter, cultivando simultáneamente la novela, la poesía lírica y los diversos géneros dramáticos, y dando casi siempre más importancia que a las obras a la misión social que él les asigna.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>No es fácil dar a conocer en un artículo a una personalidad tan compleja y a ratos abigarrada como la de Björnson, el cual es como un compendio de todo lo bueno y de todo lo malo de su país. Así como Ibsen ha sido impuesto a Noruega por Europa, Björnson es una creación nacional; para mayor fortuna, habiendo nacido en el país de los osos, su fortaleza es la de un oso, y se llama oso por dos veces, pues el nombre Björnstjerne Björnson significa «Constelación de la osa mayor, Hijo del oso». En otro país hubieran dicho que un hombre que así se llamara estaba destinado a hacer el oso durante toda su vida, pero en Noruega son más serios, y ven en el nombre un simbolismo, la marca territorial de este innovador multiforme. Por esto Björnson no habla casi nunca en nombre propio; habla en representación del pueblo noruego, sin el cual se quedaría como un pez fuera del agua. «Yo quiero -ha dicho- vivir siempre en Noruega, aporrear y ser aporreado en Noruega, cantar en Noruega y morir en Noruega».</em></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Dentro de la corriente decadentista, censurada por Ganivet en vista de su cosmopolitismo falso, le parece <strong>Knut Hamsun</strong> en "evolución constante", un "hombre de ideas frescas". No obstante, aunque aprueba el antipositivismo del decadentismo, tacha de afeminada, antiheroica, su incapacidad de lucha por nuevos ideales: <em>Aún viven los hombres del renacimiento noruego Ibsen, Lie, Björnson, Kielland y otros astros menores, y la tendencia dominante es, sin embargo, la decadentista. Lo lógico hubiera sido dejar que se agotara el período noruego; callarse durante unos cuantos años y esperar un renuevo genuinamente nacional; mas si en el Norte la germinación de las propias ideas es lenta, la actividad exterior es muy viva. El cosmopolitismo es tan radical que quiere acapararlo todo, sin distinguir lo bueno de lo malo, ni si lo malo o bueno concuerda o no concuerda con el carácter del país.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>Hamsun es el más fecundo y original entre los escritores nuevos. No es posible determinar bien cuál será la personalidad definitiva de un escritor que, como Hamsun, está en evolución constante y escribe al año una o dos obras. También en el teatro ha hecho asomadas y su último libro Aftenröde está escrito en forma dramática. Un crítico amigo de Hamsun, Christiensen, le ha definido diciendo que es un escritor que posee admirablemente el arte de la conversación y que quiere ser poeta. Mas, a pesar de que su talento psicológico es poco profundo y sus ideas muy volubles, tiene una cualidad de gran valor, la que le ha granjeado el título de Dostoiewski noruego, la de conocer la miseria humana. Hamsun ha sido marino, obrero, emigrante y cowboy en los Estados Unidos y, en suma, se ha ido formando él solo, a fuerza de rodar por el mundo y es quizá, por la misma independencia de su cultura estética, el escritor joven de quien puede esperar más su país.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>En lo tocante a su significación, como uno de los cabezas del decadentismo, ya he dicho que no hallo esta tendencia bien encaminada. Hay en el decadentismo un lado bueno, el de ser una protesta contra el positivismo dominante; pero esta protesta hay dos modos de formularla; quejándose como mujeres, que es lo que hacen los decadentistas, o luchando como hombres para afirmar nuevos ideales. El decadentismo es cansancio, es duda, es tristeza, y lo que hace falta es fuerza, resolución y fe en algo, aunque sea en nuestro instinto; que, cuando nos impulsa, a alguna parte nos llevará.</em></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En Noruega el decadentismo ha suscitado una reacción religiosa en las obras de <strong>Arne Garborg</strong>, con un espíritu muy afín al de Ganivet, que cree descubrir en él una crítica profunda de toda la cultura moderna, expresada en novelas de ideas y en poesía alegórica.</div><div style="text-align: justify;">Localista, Ganivet aplaude a Garborg por haber hecho una lengua literaria de su "lengua natural", el dialecto noruego del maal: <em>Arne Garborg representa en Noruega la reacción religiosa que ha sucedido a la decadencia o decadentismo, provocado por las exageraciones de la escuela naturalista ; y su significación no es aislada, puramente personal, puesto que en todas las literaturas se registra el mismo fenómeno, bien que con caracteres diferentes. El tolstoysmo en Rusia es esta misma reacción, que ha buscado su asiento en el cristianismo primitivo, transformándose en socialismo o comunismo evangélico. En Francia son muchos los novelistas que, por convicción o dilletantismo, vuelven los ojos a la religión, entre otros Rod, Huyssman y Bourget (este, principalmente, a partir de su Cosmopolis). En Dinamarca no ha mucho que el jefe de los decadentes o neorrománticos, Jörgensen, se convirtió al catolicismo, publicando, inspirado por sus nuevas creencias, libros tan notables como Beuron (descripción de este convento de benedictinos) y Den yderste Dag (El día del Juicio). En Noruega todas estas fases están personificadas en Garborg, de quien ha dicho Björnson que es un hombre cuyas creencias han viajado con billete circular. Comenzó por pietista; creyente fanático, se declaró más tarde librepensador, cayó luego en el escepticismo; regresó contento al hogar cristiano y aun anduvo cerca de la religión dogmática; y, últimamente, ha defendido las excelencias del tolstoysmo.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>Pero lo interesante no son las metamorfosis religiosas de Garborg, sino que cada una de ellas ha dado pie para alguna obra de importancia.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>La novela moderna exige, ante todo, la verdad artística, y la verdad exige que se haga hablar a los personajes en la lengua en que hablan realmente. Habrá, sin duda, un interés político en que disminuya el número de las lenguas, las cuales son la causa constante de antagonismos y dificultad grave para donde se hablan diversas lenguas o dialectos. Y tanto es así, que no hay nación donde no exista una «cuestión de lenguas», forma embozada en que salen a la luz divergencias más profundas. Pero si políticamente están los hombres interesados en servirse de un solo idioma, ya que no en todo el mundo, en grandes demarcaciones, artísticamente tienen un interés no menor en hablar en su lengua natural.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>Quien quiera que conozca los malos ratos que se pasan para expresar una idea miserable en la lengua que más a fondo se domina, no ha de ser tan desalmado que critique a quien escribe en el idioma o dialecto en que piensa, so pretexto de que no es lengua regular u oficial. Allí donde haya una docena de hombres que se expresen naturalmente en una forma de lenguaje, allí hay un verdadero idioma y si uno de esos hombres es artista debe escribir en este idioma suyo y no en ningún otro; que el arte tiene sus fueros y ha de buscar la mayor perfección posible, sin tener en cuenta consideraciones ajenas a su misión. Por esto, aunque la tentativa de Garborg ha dado lugar a vivas controversias, su triunfo es ya indiscutible, porque un hombre resuelto que tiene de su parte la razón, se impone siempre. Garborg ha tenido imitadores y hoy cuenta ya una literatura en «nuevo noruego» o maal, periódicos e imprentas y aun cátedra para la enseñanza científica del dialecto. De esta suerte, si como hombre de ideas puede imputársele a Garborg la introducción de algunas tendencias exóticas en la literatura noruega, como escritor tiene el mérito de haber creado una lengua literaria y de haber dado con ella un carácter más nacional al renacimiento iniciado por sus predecesores.</em></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Asimismo, elogia a <strong>Wilhelm Krag</strong> como "versificador que va camino de ser un gran poeta". El versificador asombra con sus sonoridades externas, pero llega a cansar, lo mismo que el poeta que apenas interesa al principio para seducir al lector después. Krag hace una poesía decadentista para Ganivet "templada y casi inofensiva", capaz de expresar un estado espiritual con musicalidad rimada: <em>Se sabrá quién es Krag en cuanto anuncie que es un gran versificador que va camino de ser un gran poeta y que es ya el mayor entre los noruegos. Era casi una criatura en 1891 cuando publicó en el periódico Samtiden un poema breve titulado Fandango, que de golpe y porrazo le dio la fama de que goza y que continúa siendo su obra maestra. Krag fue en Noruega lo que Salvador Rueda en España; sólo que Krag ha cumplido casi todo lo que prometía. Yo no conozco en lengua noruega nada tan perfecto como Fandango. Las poesías de Björnson son más fuertes y sanas; las de Bortker, en las que hay mucho de Heine, son más delicadas, y las de Vogt revelan más independencia de temperamento; en ninguno de estos poetas anteriores a Krag había hecho asomadas el decadentismo, que con él se inicia aunque en forma templada y así inofensiva, por ser Krag refractario a los refinamientos sensualistas que dan tono a la secta; pero Krag les supera a todos por la maestría suma con que expresa su «estado de espíritu» en rimas musicales.</em></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero de todos ellos descuella su opinión de <strong>Henrik Ibsen</strong>, "personificación" de la literatura noruega. Sin tocar su kierkegaardismo, Ganivet le compara con Nietzsche por su defensa acalorada del individuo frente a la sociedad. Pero lejos de ensalzar su pasión por el heroísmo, le critica por la inmoderación de su individualismo, que le lleva a "las mayores exageraciones autoritarias". Ganivet divide a sus figuras masculinas en dos tipos, los "imbéciles", que acentúan por contraste la superioridad de los personajes femeninos, y los solitarios luchadores con la sociedad: Siendo el tipo favorito de Ibsen el hombre justo y fuerte que lucha contra la sociedad, ha tenido que presentar al lado de Rosmer y de Stockmann las desviaciones del tipo: <em>Borkmann, que, llevado de su excesiva ambición, se hunde sin conseguir su intento, mientras su hijo Erhart, en quien cifraba su orgullo, se divierte alegremente con la señora Wilson. El egoísmo del hijo sobrepuja al del padre. En Lille Eyolf, el niño Eyolf muere ahogado, y su muerte es como un castigo del proceder egoísta de sus padres. Hay, por último, en esta serie de personalidades que aspiran a saltar por encima de la moral, de la ley o de la voluntad social, una muy interesante: la protagonista de Hedda Gabler, la obra maestra de Ibsen, a mi juicio. Hedda Gabler es lo que llamaba el novelista alemán Spielhagen una «naturaleza problemática», un problema sin solución, o sea una mujer que carece de condiciones para adaptarse al medio social; no es tan vulgar que se acomode a la vida rutinaria, ni su espíritu es tan elevado que se sobreponga a las rutinas; no es tan buena que se conforme con vivir modesta y honradamente, ni se atreve a ser mala por miedo al qué dirán: el autor la coloca entre un hombre de extraordinario mérito, Ejlert Loevborg, a quien Hedda no es capaz de comprender, y un pedantesco profesor, Joergen Tesman, con quien se casa sin estimarle. Y entre los rasgos contradictorios de figura tan anómala, el que la embellece y la hace simpática es el amor a lo bello, el amor a una muerte bella. Se dirá que su falta de condiciones para la existencia se traduce en la idea singular de suicidarse en una reunión de familia, después de tocar un vals en el piano.</em></div><div style="text-align: justify;"><em>Como Mariana es, en mi sentir, la mejor obra de Echegaray y más duradera, Hedda Gabler es la mejor obra de Ibsen. Porque en el teatro lo bueno y lo que dura es lo psicológico. Las cuestiones sociales pasan, y las que hoy nos enardecen, mañana nos hacen bostezar. Y en el teatro de Ibsen, aparte otros defectos menores, como la afectación y cierta fraseología bíblica, que a ratos deslucen la naturalidad del diálogo, el punto flaco es la importancia excesiva que se da a los «problemas sociales». Sobre esto, y con referencia a Dumas, ha escrito el crítico inglés Archer una frase muy gráfica, que ahora recuerdo y cito para terminar: «Las obras que se proponen corregir abusos o reformar instituciones sociales pierden su virtud tanto más pronto cuanto más inmediato es el efecto que producen. Si no tienen otro principio de vitalidad más vigoroso, se hunden bien pronto en el olvido, como balas de cañón que mueren en la misma brecha que abrieron».</em></div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy43sebMqBb4sxpJMahztB1i1gicxHhxHjQtzM2Y6KdfBJjjh4EmEEQtjzYTidcMBycSdV4CNM3E31JlBC-i7rCoZkJ9IoWkqksStpkEcpZgBD2u8lyZfZNPr3ACcJtfa3EqvS7kSCkdTK/s1600/GANIVET+HOMBRES.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy43sebMqBb4sxpJMahztB1i1gicxHhxHjQtzM2Y6KdfBJjjh4EmEEQtjzYTidcMBycSdV4CNM3E31JlBC-i7rCoZkJ9IoWkqksStpkEcpZgBD2u8lyZfZNPr3ACcJtfa3EqvS7kSCkdTK/s400/GANIVET+HOMBRES.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/o9aqoxue9a3d7qe/Ganivet%20-%20Hombres%20del%20Norte.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/IMBw46LI/Ganivet_-_Hombres_del_Norte.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-75683534832483391312011-09-17T12:31:00.000+02:002011-09-17T12:31:47.881+02:00Ganivet - CARTAS FINLANDESAS<div style="text-align: justify;"><strong>Nicolás María López en el prólogo a las Cartas finlandesas</strong>, escribe:</div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;">«Cuando nuestro paisano y amigo Ángel Ganivet fue ascendido en la carrera consular á que pertenece y destinado á prestar sus servicios en Helsingfors, capital del antiguo ducado de Finlandia, cerca del Polo Norte y en el propio país de los lapones, sus amigos, á quienes tenía ya acostumbrados á la instructiva é interesante información de sus viajes con la publicación de Granada la bella y otros artículos y cartas particulares, sentimos viva curiosidad de conocer las costumbres y la vida de aquel remoto país. </div><div style="text-align: justify;">Comprendió nuestro Cónsul que, de contestar á todas y cada una de las cartas en que le asaeteábamos á preguntas, hubiera necesitado establecer un negociado especial para sus curiosos amigos, y repetir muchas veces las impresiones que iba recibiendo en aquellas tierras: así es que tuvo la feliz idea de escribirnos á todos juntos desde las columnas de El Defensor; y como era á principios de curso, abrió cátedra de cosas de Finlandia, para exponernos lo que se le fuera ocurriendo. </div><div style="text-align: justify;">Este es el origen de las Cartas finlandesas; y como Ganivet no es hombre de proyectos, sino de realidades, desde que me anunció la idea hasta la aparición de la primera carta, no transcurrió más que el tiempo preciso para que ésta se recibiera y se publicara. </div><div style="text-align: justify;">Fueron saliendo todas las demás con algunos intervalos, nunca debidos á la pereza del corresponsal, sino á las tardanzas del correo ó á las exigencias de la confección del periódico, y nos fuimos recreando con la sabrosa amenidad, nítido estilo, originalísimas observaciones y substanciosos argumentos de estas Cartas.</div><div style="text-align: justify;">Cada día que se publicaba una, nos preguntábamos: «¿Han leído ustedes la carta de Ganivet?» Y comentábamos las curiosidades que nos contaba el desterrado de Finlandia. Así se fué aumentando el círculo de los lectores, y acabóse por “esperar la Carta finlandesa como el santo advenimiento, despertándose el deseo de guardarlas, como había ocurrido con los artículos de Granada la bella. Y como con éstos tuvo su autor la singular bondad de reunirlos y hacer una preciosa edición privada para regalo de sus amigos, á éstos, en justa correspondencia, se les ha ocurrido editar las Cartas finlandesas para regalárselas al autor, y también por el egoísmo de conservarlas juntas, sin la molestia y dificultad de una colección de periódicos. </div><div style="text-align: justify;">Aparte de que si las cartas se escribieron para los amigos, nada más natural que éstos las editen y saquen del in pace del olvido, dando á conocer un trabajo que es, sin duda, de los mejores —al menos para mi gusto— de los que han salido hasta ahora de la pluma de nuestro paisano. </div><div style="text-align: justify;">No voy á hacer aquí de Maese Pedro, anunciando la traza y mérito de los cuadros que el lector ha de ver á continuación; pero bueno es hacer constar, prescindiendo de todo afecto ó estimación á la persona del autor, que las Cartas finlandesas merecen el honor que se les dispensa, pues constituyen una obra interesantísima, reveladora de un espíritu de observación profundo, de vigorosa erudición y cultura de altos vuelos. </div><div style="text-align: justify;">Con estilo sencillísimo, matizado de gracejos é ironías de gusto delicado, en los que se ve asomar la cara al ingenio granadino, á través de la ilustración cosmopolita que ha ido atesorando el autor, expone éste, con ingenioso desorden y encantadora amenidad, una serie de estudios acerca de las costumbres, ideas, literatura, curiosidades y manera de ser de las razas que habitan la pintoresca Península finlandesa, formando el trabajo más completo que acerca de este país se ha escrito, no ya en España, donde apenas de nombre es conocido, sino en Europa entera. </div><div style="text-align: justify;">Su forma tampoco tiene parecido con obras análogas: no son crónicas de viaje, cuajadas de descripciones y puntos de vista cogidos al vuelo, y no porque el autor carezca de aptitud descriptiva, como pretende demostrar graciosamente en una de las cartas, sino porque rehúye lo superficial y pintoresco para penetrar mejor en lo íntimo y verdaderamente característico; mucho menos es una obra de información geográfica, histórica, política ni artística, construida con postes y tarugos de todas estas ciencias, á manera de guía, como hay tantos libros que, aunque útiles, sólo dan idea del mecanismo y de la cultura exterior de un pueblo, despreciando ó no parando mientes en el detalle insignificante, en el pormenor que pasa inadvertido, en el rasgo curioso y típico, donde muchas veces, por raro azar, se encuentra depositado el espíritu y la clave de toda una civilización, como en los remansos y filtraciones de un río se hallan las aguas más puras y cristalinas; ni son estas Cartas imaginaciones puramente literarias, apuntes de tourista, ligeros, vagos, puramente subjetivos. Son confidencias en que un entendimiento extremadamente lúcido va razonando sobre lo que ve, comparando y deduciendo unas veces; investigando, informando ó reconstruyendo, otras, y todo esto sin esfuerzo, con aparente indiferencia. </div><div style="text-align: justify;">Las Cartas finlandesas tienen, desde el primer momento, el tono confidencial de verdaderas cartas amistosas, animadas, nutridas é ingenuas: el «cosmopolitismo de los granadinos» queda demostrado en la primera, con la graciosa escena del sombrerero en el Grao de Valencia, y en seguida el autor expone sus propósitos con gran desenfado y naturalidad, declarando, para que los amigos no tengan que agradecerle su trabajo, que, siendo agente de España en el extranjero, se cree obligado á escribirle á sus paisanos, como lo hicieron los agentes políticos de las Repúblicas italianas, que eran los periodistas y corresponsales de aquella época; expresando su pensamiento con estas palabras: «No trato de hacer un estudio científico; voy sencillamente á exponer las ideas que se le ocurren á un español que por casualidad habita en Finlandia.</div><div style="text-align: justify;">Estas ideas brotan en seguida en raudal abundante y cristalino. Y la variedad de pensamientos, el desorden armónico, la amenidad profunda y discretísima, son, como en su primera obra Granada la bella, el atractivo poderoso de estas Cartas, y lo que hace que se lean de un tirón. </div><div style="text-align: justify;">Algunos creen que estas cualidades de naturalidad y facilidad en un escritor son dotes que Dios concede á algunos, como el tener buenos ojos ó buena voz, y que el escribir no le cuesta al dichoso mortal que las posee más trabajo que coger la pluma para ir dejando caer toda suerte de primores y agudezas. No negaré yo la facilidad que algunos tienen de escribir, que es lo que se llama habilidad en toda operación inteligente; mas para producir lo que se llama una obra artística, que tenga valor estético, se necesita un esfuerzo serio y profundo. No sé hasta qué punto Ganivet poseerá aquella facilidad ó habilidad, pues no le he sorprendido, nunca en momentos de producción literaria: la única creación intelectual que hizo á mi vista fue un soneto, y en aquello tuvo que sudar el quilo; lo que sí afirmo es que las Cartas finlandesas no son una obra ligera, aunque lo aparenten, y no se producirían jugando ó como quien escribe á su familia, sino con concentraciones y reflectores de la inteligencia y de la voluntad; en aquella suavidad del discurso, que parece que va di- vagando á su capricho, sin rienda ni dirección; en las transiciones, episodios, notas y observaciones múltiples, que fluyen como al azar, en plática confidencial, no ha de ver el lector de las Cartas un acierto casual, sino un arte delicado y sutil, el supremo arte de la amenidad, la «difícil facilidad,» que dijo Boileau, creo que el primero; amenidad que, si es siempre deleitosa, es punto subido en asuntos graves y complicados. </div><div style="text-align: justify;">Sólo poseyéndola se comprende que cuestiones tan arduas como la etnografía de Europa, y especialmente de Escandinavia y de Finlandia; las teorías acerca de la constitución de las nacionalidades europeas; la organización política moderna, y en especial de Finlandia; la representación, el parlamentarismo, el cesarismo, etc., etc., sean servidos en las primeras Cartas de tal modo que trague uno sin sentir, como en píldoras, una dosis científica que quizás no tendrían tratados voluminosos y macizos. </div><div style="text-align: justify;">En la Carta IV habla, especialmente de política, manifestándose partidario de la evolución por la influencia de las ideas, y de la representación por clases; la forma de Gobierno le tiene sin cuidado, dando á entender que el Monarca más absoluto puede ser el apto para hacer la felicidad de su país si tiene capacidad y buen deseo; del parlamentarismo habla con fina crítica, y no deja de tener gracia su teoría acerca del sufragio. «Yo —dice— soy ardiente partidario del sufragio universal, con una limitación: la de que no vote nadie.» Y trata de explicar la paradoja de este modo: «Yo salgo á la calle con cinco duros en el bolsillo y vuelvo á casa sin haber gastado un céntimo, y vuelvo alegre, porque he ido por todas partes con la seguridad que da el llevar cinco duros para lo que pueda ocurrir; en cambio, salgo sin un cuarto y vuelvo de mal humor, porque se me ha antojado comprar todo lo que he ido viendo y he temido verme en un compromiso, que me obligara á declarar mi precaria situación.» </div><div style="text-align: justify;">Son muy curiosas sus observaciones psicológicas sobre el uso de nombres y apellidos, deduciendo de ellas el carácter de los pueblos (Carta V). El fondo del carácter finlandés es estudiado con gran profundidad en medio de aparente ligereza en la Carta VI, una de las más substanciosas, que es complemento de la anterior. </div><div style="text-align: justify;">Sus noticias acerca de la mujer finlandesa fueron de las que más sorprendieron y se comentaron en Granada cuando se publicó uno de los artículos de Granada la bella. Hubo quien después, con la de las Cartas VIII y IX, creyó que aquello era sólo una broma de nuestro paisano, y a la mayor parte no les cabía en la cabeza que señoritas decentes, en Finlandia ni en ninguna parte, hicieran la vida que él nos describía; sin embargo, ésta precisamente es una de sus cartas más serias: habla con formalidad, y particularmente ha confirmado cuanto en ella dice; es menester tener en cuenta la enorme distancia á que nos encontramos de aquel país, en el mapa y en las costumbres, para no sorprenderse de algunas de éstas, que, después de todo, son lógicas, dado el clima y las ideas dominantes. </div><div style="text-align: justify;">Muy interesante es la exposición y comentario de las ideas de los finlandeses acerca de España, así como el extracto que hace del libro de impresiones de viaje del pintor sueco Lundgren, desconocido en España, que ha proporcionado al distinguido bibliógrafo D. Elías Pelayo una nota más que añadir á su nutrido estudio acerca de Sierra Nevada. </div><div style="text-align: justify;">En la Carta XII, Vistas, paisajes y cuadros pintorescos finlandeses, á pesar de decir que es incapaz de describir, hace sentir, casi ver, la impresión exacta de la vida en aquel país helado. «Finlandia es triste; pero su tristeza engaña al hombre y le hace creer que vive contento. El período de las nieves es propicio para soñar aletargado, como reptil que hace su laboriosa digestión; y al salir del letargo, se cae en la embriaguez de los días interminables, en que el sol apenas se ausenta, en que desde el lecho, por las ventanas de par en par, ve uno desvanecerse las luces del crepúsculo vespertino cuando surgen por Oriente las de la aurora. Entre el letargo y la borrachera corre veloz el tiempo y vive uno feliz: sólo turba esta tranquilidad la idea vaga de una vida más enérgica. La gente del país tiene acaso el presentimiento de esa vida; pero el meridional tiene fijo el recuerdo que á veces asalta violentísimo y produce la incurable nostalgia.» </div><div style="text-align: justify;">La entrada de la primavera, la llegada de los vendedores ambulantes, de los organilleros, que por lo visto hacen allí el mismo papel que entre nosotros las golondrinas, dan á este cuadro una pincelada de ingenua poesía. </div><div style="text-align: justify;">Las costumbres estudiantiles (XIII) el alquiler de las casas (XIV) y la estructura de éstas (XV) y la vida doméstica, el arte culinario (XVI), el sistema monetario, los espectáculos teatrales (XIX), las fiestas populares (XVII) el regocijado estudio sobre los borrachos (XVIII), todo, en suma, lo que es curioso, importante ó notable (no en el sentido de admirable, sino digno de ser notado), es contado por el autor con la misma amenidad y abundancia de ideas, cuyo vigor intelectual no decae un momento; hasta la última (XXII), dedicada á decirnos cómo mueren los finlandeses; siendo la XX la más larga de todas, consagrada al estudio del poema épico finlandés, el Kalevala, un estudio de crítica literaria de tanta novedad como importancia. </div><div style="text-align: justify;">A este suculento guisado hay que añadir las especias de esa fina ironía que dije antes; ironía profunda, de la que por acá no encontraríamos parecido, á no ir demasiado lejos, tal vez al humorismo inglés. En las notas agridulces de humorismo transcendental del clásico Viaje sentimental por Francia, de Sterne, ó en la finísima sátira con que se ha ocupado de Inglaterra en su libro John Bull, nuestro vecino el notable escritor portugués Ramalho Ortigao, quizás encontraríamos rasgos parecidos á aquéllos con que Ganivet sazona sus Cartas finlandesas. </div><div style="text-align: justify;">Del estilo no hay que hablar, pues basta leer unos cuantos párrafos para quedar prendado de la sencillez y facilidad con que el autor avanza por los asuntos más complicados, sorteando todas las dificultades sin artificios retóricos, con ingenuidad que tiene algo de infantil». </div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBlMSVuGXYbOH2raPm4_fSJJWPdKBjT9vp1TqX5i3E5YO2Gdm_zqW9S8Z5EzZ0Fpu1gBNONtxsEaqKdu_9LqrzNBcjcv584cuz1xJ4mdwhChAReA1q2Us9qISpo7q1Ey_5Dv9Ev_eSthUA/s1600/GANIVET+CARTAS+FIN.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBlMSVuGXYbOH2raPm4_fSJJWPdKBjT9vp1TqX5i3E5YO2Gdm_zqW9S8Z5EzZ0Fpu1gBNONtxsEaqKdu_9LqrzNBcjcv584cuz1xJ4mdwhChAReA1q2Us9qISpo7q1Ey_5Dv9Ev_eSthUA/s400/GANIVET+CARTAS+FIN.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"> <a href="http://www.mediafire.com/file/9fwi59twrakz373/Ganivet%20-%20Cartas%20finlandesas.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/aITyVFwW/Ganivet_-_Cartas_finlandesas.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-30375463761127549512011-09-17T12:11:00.000+02:002011-09-17T12:11:39.932+02:00Ganivet - EL PORVENIR DE ESPAÑA<div style="text-align: justify;">Podría considerarse, a juicio de muchos, El Porvenir de España como un excelente apéndice al Idearium español. En este singular epistolario los dos pensadores, uno vasco y el otro granadino, reflexionan acerca de esa España que fue, la que es y la que podría ser.</div><div style="text-align: justify;">La relación entre Ganivet y Unamuno fue breve, pero intensa; y ejemplifica de forma clara y temprana los temas recurrentes, las preocupaciones, y porque no, también las contradicciones del movimiento finisecular del 98. Movimiento, entendido de manera restrictiva, por el llamado “tema de España” y esa búsqueda de identidad nacional (el alma española) capaz de recomponer a una España decadente que se apercibía de la inminente desaparición de lo que había sido la aventura imperial.</div><div style="text-align: justify;">El porvenir de España no es sino el conjunto de cuatro cartas abiertas, dos de Ganivet y dos de Unamuno, publicadas en el Defensor de Granada en 1898 y escritas en torno a la aparición del Idearium. El impulsor de tal idea fue Navarro Ledesma, íntimo de Ganivet, quien sería también artífice del famoso Epistolario ganivetiano.</div><div style="text-align: justify;">En realidad, más que una comunión de ideas, que también algunas hubo, entre Unamuno y Ganivet hubo una real comunión de actitudes en cuanto a la desazón y angustia de la España que les tocaba vivir.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En el prólogo a la edición de 1912, Unamuno escribe:</div><div style="text-align: justify;">«Conocí a Ángel Ganivet en la primavera de 1891 hallándonos ambos en Madrid con el fin de hacer oposiciones a cátedras de griego, yo a esta de Salamanca que profeso, y él a una de Granada. El Tribunal, presidido por mi venerado Maestro D. Marcelino Menéndez y Pelayo, era el mismo para las dos oposiciones, pero los ejercicios eran distintos; primero, los de la cátedra de Salamanca, y después, los de Granada. Ganivet asistió a mis ejercicios todos y yo a los suyos, y todos los días de aquellos alegres y claros de Mayo y Junio, nos reuníamos después de almorzar en el café, y después de haber concluido los ejercicios, a media tarde, nos íbamos a tomar sendos helados —de que, como yo, era goloso— a una horchatería de la Carrera de San Jerónimo y desde allí al Retiro.</div><div style="text-align: justify;">Tenía yo entonces veintisiete años aún no cumplidos y era Ganivet algo más que un año más joven que yo. Él por aquel tiempo hablaba mucho menos que me han dicho hablaba después, y yo hablaba tanto o más, que he seguido hablando, y era yo, por lo tanto, quien de ordinario llevaba la palabra. Pero sus observaciones e interrupciones eran agudas y sutiles, aunque creo recordar que no siempre congruentes. De lo que más hago memoria es de las cosas que de los gitanos de Granada me contaba, y él escribió más tarde, recordar unas ranas algo antropomórficas que solía dibujar yo en la mesa del café, pues por aquel tiempo me entró el capricho, sugerido por un dibujo japonés, de ilustrar la Batracomiomaquía, para lo que me había provisto de ranas, a las que con una especie de potro, colocaba en posturas humanas, tomando luego apuntes del natural de ellas.</div><div style="text-align: justify;">Después de una compañía cotidiana de más de mes y medio, reuniéndonos y conversando día a día, Ganivet y yo nos separamos, yo para venir a mi cátedra de Salamanca, y él, pues no le dieron la de Granada, que se llevó D. José Alemany, muy excelente helenista hoy, para ir a vivir la vida de Pío Cid y a prepararse a oposiciones al Cuerpo consular. Y pasó el tiempo, y yo, justo es decirlo, llegué casi a olvidar a aquel granadino parco en palabras que durante mes y medio me sirvió a diario de ¡oh, amado Teótimo! para ejercer mi instinto de charla.</div><div style="text-align: justify;">Algunos años después de esto, hacia 1896, hallándose en ésta de Catedrático de Derecho civil mi muy querido amigo el granadino D. José María Segura, uno de los hombres más simpáticos y de los conversadores más amenos e ingeniosos que he conocido, me dijo si no me acordaba de un cierto Ángel Ganivet a quien en Madrid había conocido y me dio unas correspondencias escritas por éste desde Gante a El Defensor de Granada. Las leí y me encontré con otro hombre que el que en nuestras conversaciones se me había mostrado. Le escribí, me contestó y trabamos una nueva relación, ésta epistolar, que no se interrumpió hasta pocos días antes de su misteriosa y tal vez trágica muerte en que me escribió su última carta de nuestra correspondencia, una carta desolada y trágica. Porque yo no sé bien lo que escribiría a otros, pero en las cartas que a mí me escribió, el trágico problema de ultratumba palpitaba siempre.</div><div style="text-align: justify;">De ésta nuestra correspondencia, que duró dos años, nació la idea de cambiar cartas abiertas y públicas en El Defensor de Granada en que expusiéramos los dos nuestros respectivos puntos de vista por entonces referentes al porvenir de España, objeto primordial de la preocupación suya y de la mía.</div><div style="text-align: justify;">Como han pasado cerca de catorce años desde que estas cartas abiertas se publicaron y en estos años he cambiado no poco en mi manera de ver y apreciar nuestras cosas yo, por mi parte, habría condenado a no ser jamás reeditada la parte que en este volumen me corresponde, y si he accedido a ello, es sólo para que así resulte más claro y más justificado lo de Ganivet que a lo mío se refiere como lo mío a lo suyo. Quiero, pues, hacer constar que sólo como antecedente o más bien concomitante de una obra de Ganivet dejo que se publique mi parte.</div><div style="text-align: justify;">Ni es cosa tampoco, me parece, de que me ponga ahora aquí a señalar aquellos puntos en que ratificaría y aquellos otros en que rectificaría o refutaría hoy mis opiniones de entonces. La conducta de todo hombre que de veras vive y no es esclavo de una embrutecedora y tiránica consecuencia, es una continuación, ratificación y rectificación de su pasado .Y en un escritor basta seguirle. Además, no tengo ahora a la vista el material de este volumen y ni recuerdo tampoco lo que escribí entonces.</div><div style="text-align: justify;">Aunque aquí trato de Ganivet he de tratar también, por fuerza, de mí mismo, y el lector ha de permitirme un desahogo, desahogo que dejo se achaque a ese egotismo que algunos me reprochan.</div><div style="text-align: justify;">Es el caso que al hablar de Ganivet algunos le han llamado precursor, y de hecho todos somos precursores de los que nos siguen y continuadores de los que nos preceden, pues la cadena humana no se rompe sino para los locos. Ahora, cuando al llamarle precursor se han referido, entre otros, en alguna ocasión a mí, tiene ello un sentido contra el que quiero protestar. Porque si se llama precursor al que muere antes que otro, como Ganivet murió hace más de trece años, y yo, por la gracia de Dios, aún vivo, claro es que me precurrió en la muerte; pero si se aplica al nacimiento natural, yo nací un año, tres meses y catorce días antes que él, y si al nacimiento espiritual, como publicistas, también empecé a escribir antes que él.</div><div style="text-align: justify;">Cuando Ganivet publicó su Idearium español, hacía ya algún tiempo que había publicado yo en La España Moderna, en los números de los meses de febrero a junio de 1895, mis cinco ensayos En torno al casticismo, en los que se encuentran, en germen unas veces y otras desarrolladas, no pocas ideas del Idearium. Lo que podría comprobar con las cartas mismas que Ganivet me escribió. Es decir, y lo digo redondamente y sin ambages, que si entre Ganivet y yo hubo influencia mutua fue mucha mayor la mía sobre él que la de él sobre mí.</div><div style="text-align: justify;">Esto podrá parecer un pretexto para recriminaciones por carambola, y sobre un muerto venerando, que es peor, y de hecho lo es. Porque sí; de Ganivet, de aquel hombre todo pasión y lealtad, nada sino mucho bueno tengo que decir; pero ya estoy harto de oír que niegan haberme conocido y conversado conmigo los que más me deben —aunque yo también les deba algo— y de ser víctima del robo con asesinato.</div><div style="text-align: justify;">No me he dedicado nunca a administrador, con mayores o menores emolumentos de administración, de la gloria ajena ni a exhibir las cartas de altos espíritus que a cambio de las muchas que yo he escrito he recibido; pero guardo el culto de los hombres en uno u otro sentido heroicos con los que he tenido la suerte de encontrarme alguna vez e ir un trecho del brazo por el camino de la vida. Y sé que si Ganivet resucitara aprobaría mi anterior desahogo.</div><div style="text-align: justify;">Y hechas estas aclaraciones personales, demasiado personales, en exceso humanas acaso, aquí quedan al lector las cartas abiertas de Ganivet y mías, debiendo repetirle una vez más que por lo que hace a éstas, a las mías, quedan invalidadas por cuanto después he escrito sobre los mismos temas y que hoy por hoy sólo en parte respondo de ellas. Aunque en rigor un escrito una vez publicado no es ya del autor, sino de todo el que lo lea, y habrá de seguro quien se encuentre más de acuerdo con lo que escribí hace catorce años que con lo que escribo yo. Pero no seré éste yo, seguramente.</div><div style="text-align: justify;">De lo que me felicito es de poder contribuir a que sea mejor conocido aquel hombre de pasión, de pasión más que de idea, aquel gran sentidor, sentidor más que pensador —lo mismo que Joaquín Costa, otro apasionado y sentidor— en esta tierra en que es pasión y sentimiento y entusiasmo más que ideas y doctrinas lo que falta».</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhG1QY70XufAo7kkvKzP56hyyzq5t5Ivm-tRD4ePkNZr8KHypucrRnylmWodhW_dkLNT_wEisREb_-tVAIIkqACeknPhyphenhyphen1f9T6CsEEIJncI1HxcPt73cJkkfs5RoMVsV2oJCNG00DIyrAVD/s1600/GANIVET+PORVENIR.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhG1QY70XufAo7kkvKzP56hyyzq5t5Ivm-tRD4ePkNZr8KHypucrRnylmWodhW_dkLNT_wEisREb_-tVAIIkqACeknPhyphenhyphen1f9T6CsEEIJncI1HxcPt73cJkkfs5RoMVsV2oJCNG00DIyrAVD/s400/GANIVET+PORVENIR.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/0536i9bwf7m9034/Ganivet%20-%20El%20porvenir%20de%20Espa%F1a.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/_DmvoNfO/Ganivet_-_El_porvenir_de_Espaa.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-59982668442805524982011-09-17T12:03:00.000+02:002011-09-17T12:03:44.293+02:00Ángel Ganivet – IDEARIUM ESPAÑOL<div style="text-align: justify;"><em>"Toda nuestra Historia demuestra que nuestros triunfos fueron debidos más a nuestra energía espiritual que a nuestra fuerza puesto que nuestras fuerzas siempre fueron inferiores a nuestras obras; no pretendemos hoy trocar los papeles y confiar a un poder puramente material nuestro porvenir. Antes de salir de España hemos de forjar dentro del territorio ideas que guíen nuestra acción, porque caminar a ciegas no puede conducir más que a triunfos azarosos y efímeros, y a ciertos y definitivos desastres".</em></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Llegaba á este punto de mí crónica —escribe <strong>Emilia Pardo Bazán en su artículo El correo</strong> (La Ilustración Artística, diciembre de 1898)— cuando el correo me trae la triste nueva del fallecimiento del escritor granadino Ángel Ganivet.</div><div style="text-align: justify;">En otra crónica anterior le consagraba mención elogiosa á propósito de sus Carlas finlandesas, por las cuales acababa de enterarme de que existía, no en España, sino muy lejos de ella, un escritor lleno de ingenio y de picante atractivo. Leídas las Cartas finlandesas, mi deseo de poseer los demás libros, algunos raros ya en el mercado, de tan chispeante autor, deseo manifestado al docto catedrático de Granada Sr. González Garbín, me valió, además del único ejemplar que le quedaba á Ganivet de su Granada la bella, una carta que por extremadamente halagüeña para mí debo á un tiempo esconder y conservar como oro en paño, en memoria de tan corta como agradable relación literaria.</div><div style="text-align: justify;">¡No dio tiempo la muerte ni á que yo respondiese á Ganivet, manifestándole mi gratitud, diciéndole el interés vivísimo que despertó en mí el Idearium. Séame lícito entretejer aquí, á modo de corona de siemprevivas, algunas impresiones acerca de este libro muy singular. Ganivet, en el Idearium, muéstrase católico, y católico ferviente, pero enemigo de todo empleo de la fuerza, de toda coacción religiosa. Es tolerante,…, porque cree. Al combatir como error vulgar ó común la idea de que las naciones protestantes poseen mayor cultura y mayor influencia política que las adheridas al catolicismo, cita á Bélgica: «Allí —advierte— no se emplea sistemáticamente la fuerza.» Nosotros, por haberla empleado largos siglos, estamos ya, en opinión del autor, como embotados, anestesiados, dormido el nervio religioso; y siente Ganivet que para vigorizar nuestro catolicismo, nos harían falta unas cuantas docenas de herejes, pero verdaderos, revoltosos, de talla, contra los cuales reaccionaríamos, despertándose así nuestra alma, en lo más íntimo y sensible de sus fibras. Si esta es la explicación del actual indiferentismo religioso que en España hace estragos, la de nuestro espíritu de independencia está en nuestro territorio: somos independientes porque formamos una península: nuestra forma nos aísla, sin alcanzar á evitarnos las invasiones de que las islas como la Gran Bretaña están casi exentas; expuestos á la agresión, cultivamos el propósito de rechazarla; hemos llegado, con la imaginación, á creernos isleños, «Nuestra historia es una serie inacabable de invasiones y de expulsiones, una guerra permanente de independencia. »</div><div style="text-align: justify;">Una de las páginas más profundas del Idearium y más aplicable ahora, es la que establece la distinción, mejor dicho, la oposición entre el «espíritu guerrero» y el «espíritu militar».</div><div style="text-align: justify;">El primero es espontáneo, el segundo reflejo; aquél está en el hombre, éste en la sociedad... «Una nación que teme, que no se siente segura, pone toda su fe en los cuarteles... España es por esencia un pueblo guerrero, no un pueblo militar.» </div><div style="text-align: justify;">A la tétrica luz de los recientes sucesos, ¡cuánta enseñanza encierra la fórmula indiscutible de Ganivet! Y no puede negarse; pruébase con la historia en la mano. Mi nunca olvidado amigo Cánovas del Castillo defendió un día, teniendo la bondad de discutir conmigo, la superioridad del valor pasivo y obediente, mudo y mecánico, sobre el valor tumultuoso, individualista-el valor de guerrilla. Yo, aprendiendo en las doctas palabras del maestro, sostenía mi afirmación: será más grande el soldado-máquina, pero no será español jamás. Aquí, lo bueno que se hizo, hízose por arranque, como dice Ganivet; sin compás, plan ni medida. Y esto es tan nuestro, que los extranjeros no lo comprenden, no se dan cuenta de ello, y califican de bandoleros á nuestros espontáneos é inspirados conquistadores.</div><div style="text-align: justify;">Necesitaría extenderme en triple ó cuádruple espacio del que estas crónicas usufructúan en La Ilustración, si quisiese recontar los puntos de vista nuevos, muchas veces felices, siempre expuestos de un modo sugestivo que hace pensar, que encuentro hojeando el Idearium, obra tan compendiosa y tan nutrida. Escrito por un meridional, el libro es claro, sucinto, sin alardes de método ni extensas demostraciones; libro de guerrilla también. Ejemplos familiares y de carácter pintoresco lo ilustran, quitándole toda pretensión de tratado de filosofía. Es un estudio del alma española, que revela á un hombre capaz de razonar, como dicen los pintores, la figura de la patria. Se ve que está escrito al correr de la pluma, pero sobre material que el autor ha meditado despacio y sentido con calor de cariño. Es libro de joven por los manantiales que brotan de él; libro jugoso, vibrante, un libro que palpita. ¡Van escaseando tanto los libros así! </div><div style="text-align: justify;">Hay un insidioso galicismo, que empleo de mala gana, y que no sé evitar; Ganivet muere sin dar su medida. Quizás, viviendo, no produjese cosa más eléctrica que el Idearium; como el malogrado Joaquín Bartrina, con quien tiene Ganivet vaga semejanza intelectual —á pesar de ser católico y optimista, y Bartrina lo contrario—, es probable que nos haya dejado la medula honda de su espíritu en su breve tomo de poesías. De los cuatro períodos que según Pablo Bourget comprende la vida del gran escritor —el primero en que se le ignora, el segundo en que se le aclama para hacer rabiar á los que le preceden, el tercero en que se le difama porque triunfa, el cuarto en que se le perdona porque se le olvida—, Ganivet sólo conoció el primero, y empezaba á saborear el segundo, que gracias á su muerte está ahora en la plenitud… Sí, ahora la prensa, cada día más avara de sitio, más cerrada á lo que es verdaderamente literario y sin embargo no es teatral, entierra á Ganivet con una apoteosis. Peor suerte tuvo España, á quien entierran clandestinamente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: right;"><strong>Emilia Pardo Bazán, 1898.</strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Decíamos que en La España filosófica contemporánea, Ganivet sostenía en germen muchas de las cuestiones que más tarde habría de abordar en el Idearium. A juicio del profesor <strong>Jorge Novella Suárez (Angel Ganivet y su España Filosófica Contemporánea</strong>, en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, vol. 19, Universidad Complutense, Madrid, 2002, pp. 241- 253), esta génesis de pensamiento se corresponde a los tres principales bloques que conforman el Idearium: En primer lugar, el estoicismo senequista, de raíz cínica, que entusiasma al joven Ganivet; la virtud de la autarquía, de la autosuficiencia del sabio que conlleva un cierto rechazo de la política: su lectura de Séneca y del estoicismo contiene los rasgos que le caracterizarán durante toda su vida y conformaran su pensamiento: filantropía, libertad interior, independencia del individuo, pesimismo, teorizante-profético, religiosidad, iluminado, místico, solitario, etc.</div><div style="text-align: justify;">En segundo lugar, la necesidad de reconstrucción de España en torno a ideas-madre o ideales, así como “sobre los pilares de la tradición”.</div><div style="text-align: justify;">Y en tercer lugar, la abulia como la enfermedad de España, “esa debilitación natural de la voluntad por la ausencia de convicciones vitales que le suministren energía”. El camino no es difícil para salir de ese marasmo, eso sí, siempre que no sea infiel a sus tradiciones y a su espíritu individualista.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Por su parte, <strong>Francisco Seco de Lucena</strong>, en su prólogo a El escultor de su alma, amigo personal del autor y ganivetiano de pro, escribe lo siguiente:</div><div style="text-align: justify;">En Idearium español, obra importantísima de filosofía política en la que el autor se eleva a prodigiosas alturas en una admirable concepción sintética de la Historia, el trabajo de auto-creación se encomienda a las energías propias de la raza española, y en la restauración del espíritu español que hace cuatro siglos se escapó de España, es donde encuentra el insigne hijo de Granada la única forma de redención posible para este desventurado pueblo que hoy se agota por no encontrar nuevos ideales con que sustituir los que ya cumplió hace siglos en la Historia de la Humanidad.</div><div style="text-align: justify;">Ausente de su país, el fondo imborrable de españolismo que atesoraba el granadino ilustre adquirió mayor relieve; estudió para su patria y para el honor de su patria como obrero incansable; y más español cuanto más lejos de España le empujaba el destino, escribió la obra más consoladora, y de más noble hermosura, de más sano patriotismo y de más elevada filosofía política que se ha publicado durante el último siglo en nuestro país.</div><div style="text-align: justify;">Esta obra es el Idearium español, libro que en poco más de ochenta hojas contiene la sustancia de centenares de volúmenes. La índole de las materias que contiene, la concisión con que están expuestas, pues, el Idearium es un compendio cuyo desarrollo aplazó el autor para más tarde, hacen dificilísimo dar idea de esta obra. Sin embargo, de estas dificultades, he aquí un extracto de extractos, una especie de quinta esencia del bellísimo libro.</div><div style="text-align: justify;">Considerando la nación española como un gran ser que vive en la Historia, dedica el autor la primera parte de su libro a analizar el espíritu nacional en todas sus fases: espíritu religioso, espíritu territorial, espíritu militar, espíritu jurídico, espíritu artístico; y del estudio de estas fases, que el autor explica llevando la convicción al ánimo de quien lo lee, pasa a examinar el desarrollo histórico de la nación y demuestra cómo por un extravío de las aptitudes naturales de nuestro espíritu, independiente y de resistencia como definidamente peninsular, pero contrario al ideal conquistador que su territorio impone a los países continentales, España se lanza a la conquista y realiza una expansión militar como no se conoce otra en la Historia, abarcando con sus únicas fuerzas todo el mundo, y semejando, por ello nuestra política internacional en la Edad Moderna, una rosa de los vientos.</div><div style="text-align: justify;">No correspondía ni a nuestras aptitudes ni a nuestras fuerzas obra tan colosal, lograda a costa del empobrecimiento de nuestra vida interior y propiamente nacional que debe tener su asiento en la península, y tras la expansión vino la decadencia representada en un largo Calvario de cuatro siglos, que se inicia apenas llegado el apogeo de nuestro poderío con el descubrimiento y la conquista de América. Extraviado en esta forma el rumbo histórico de la nacionalidad, se pierden unas aptitudes y otras no llegan a su completo desarrollo como ocurre en el arte español cuyo siglo de oro, es solamente un anuncio de lo que hubiera sido el genio nacional desarrollándose en su propia y natural esfera.</div><div style="text-align: justify;">España agobiada bajo el peso de sus grandezas llega a la época presente debilitada y empobrecida; apenas puede sostener el recuerdo de su antiguo esplendor, y sus últimas colonias son para ella no un objeto de beneficio, sino pesada carga como lo fueron siempre, porque en el espíritu nacional no encarna la idea de la colonización como la entienden algunos pueblos, limitada a explotar la colonia; sino el sentimiento más noble de la asimilación de las razas y la propaganda de las ideas.</div><div style="text-align: justify;">En estas condiciones hay que considerar cerrado nuestro período histórico que arranca de la toma de Granada, abandonar la antigua teoría que computaba la grandeza de las naciones por la extensión de su dominio material y entrar de lleno en otra evolución histórica cuyo principio tiene que ser la reconcentración de las fuerzas nacionales en sí mismas y el desarrollo de todas nuestras energías en el verdadero territorio de la patria, en el viejo solar europeo de donde ha de surgir la nueva fase de nuestra historia y la dominación duradera del genio de España en el mundo mediante la conquista ideal, ante la que son efímeras e infecundas todas las obras cimentadas en la fuerza. Hay que reconstituir en cierto modo la nacionalidad española, precisa la restauración espiritual de España, si hemos de cumplir la noble misión que nos corresponde en la historia futura, la que estaríamos cumpliendo, sin aquella distracción del espíritu territorial: la de constituir un centro de universal cultura que convierta a España en una Grecia cristiana.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Otro amigo del círculo granadino de Ganivet y miembro del grupo que componía la denominada Cofradía del Avellano, <strong>Nicolás María López</strong>, prologando la edición de las Cartas finlandesas, escribe:</div><div style="text-align: justify;">Muy poco después de Granada la bella (cuya edición hecha en Helsingfors es una curiosidad bibliográfica), apareció en nuestra ciudad, impreso en casa de Sabatel, el Idearium español. Es obra de muchos vuelos y de muchas pretensiones, tal vez más de lo que á la misma convenía; pero hay que reconocer que es un trabajo de mérito, no sólo por su riqueza de pensamiento, novedad é imparcialidad de algunos juicios, sino por su estilo conciso, enérgico, brillante, como una superficie de acero bien bruñido. </div><div style="text-align: justify;">Es un sumario de ideas, un estudio de lo que el autor llama la constitución ideal de España. </div><div style="text-align: justify;">Sin plan al parecer, en párrafos ó ideas sueltas y disgregadas, sin más jalones que las tres primeras letras del alfabeto, se va ocupando: </div><div style="text-align: justify;">A) Del carácter ó espíritu español en sus manifestaciones religiosa, filosófica, territorial ó debida á la naturaleza del país, guerrera y militar, jurídica y artística; después, B) de la política exterior de España en sus distintas épocas, y sus diversas tendencias y direcciones, hasta el día; y por último, C) trata de la aplicación de las ideas expuestas antes para llegar á la regeneración ó restauración espiritual de España. </div><div style="text-align: justify;">Téngase en cuenta que esta espacie de índice (que acabo de hacer ahora mismo, pues el libro no lo tiene, ni epígrafe alguno por ninguna parte) es sólo relativo al pensamiento general de la obra, porque en ella, en párrafos inmediatos, y á veces en un mismo párrafo, se tocan las cuestiones más diversas que puedan imaginarse. </div><div style="text-align: justify;">Recuerdo que leí el Idearium muy despacio, á pequeños sorbos como licor fuerte y de muchos grados, y siempre sacaba la sensación del vértigo. Marea aquella rapidísima serie de ideas, unas veces brillantes, otras violentas, absurdas, que el autor va arrojando con la habilidad y ligereza de un juglar que nos deslumbra con vistosos juegos. </div><div style="text-align: justify;">Las transiciones imprevistas, la sorprendente variedad de pensamientos, que en Granada la bella y en las Cartas constituyen un poderoso atractivo, perjudican en el Idearium: en las dos primeras, la idea fundamental está circunscrita, y las divagaciones son agradables adornos; pero en el Idearium estas divagaciones no hacen otra cosa sino meter al lector en intrincado laberinto. Si bien es cierto que el autor no se propuso hacer un libro de exposición, sino una colección de notas, de ideas sueltas, sugeridas por la meditación después de abundante lectura, también lo es que, á fuerza de sintetizar el pensamiento, éste se disgrega, procede á saltos, y la abundancia de ideas produce confusión. </div><div style="text-align: justify;">La ingenuidad con que está escrito, su estilo austero é imperativo, le presta un poder que se impone al lector, el cual sigue deslumbrando aquella abundante vena intelectual, que brota incesantemente hasta la última página; pero apenas el lector medita un poco, encuentra allí muchas afirmaciones indemostradas, caprichosas; consecuencias extrañas, por no decir ilógicas, que si en el pensamiento del autor aparecieron en serie correlativa, en el del lector provocan sorpresa y desconcierto, toda vez que roto el hilo del raciocinio, y sucediéndose las ideas rapidísimamente, como las imágenes en el cinematógrafo, resultan contradicciones y paradojas. Si este desconcierto, producido por una sintetización demasiado rápida, no estuviera explicado por la índole de la obra (que el mismo título denuncia), y si en muchas de sus partes no tuviera períodos de vigoroso juicio, nos induciría á pensar en un estado de honda perturbación. </div><div style="text-align: justify;">En suma: el Idearium parece el epílogo ó resumen de un largo proceso polemista, y es una disertación ó filosofía sintética acerca de España, principalmente en su política exterior. </div><div style="text-align: justify;">Hacer de esta obra un detenido estudio nos ocuparía demasiado, pues es mucho lo que habría que puntualizar y discutir, y ahora además sería inoportuno. </div><div style="text-align: justify;">La clave del Idearium está expresada en este párrafo con que termina la parte B del libro, que no podemos sustraernos al deseo de reproducir, por su extraordinaria oportunidad en la actual y tremenda crisis nacional: «Una restauración de la vida entera de España no puede tener otro punto de arranque que la concentración de todas nuestras energías dentro de nuestro territorio. Hay que cerrar con cerrojos, llaves y candados todas las puertas por donde el espíritu español se escapó de España para derramarse por los cuatro puntos del horizonte, y por donde hoy espera que ha de venir la salvación; y en cada una de esas puertas no pondremos un rótulo dantesco que diga: «Lasciate ogni speranza», sino este otro más consolador, más humano, muy profundamente humano, imitado de San Agustín: «Noli foras iré; in interiore Hispaniae habitat veritas». </div><div style="text-align: justify;">Así como este otro, que se halla algunas páginas más adelante, y que sirve de complemento al anterior: «Puesto que hemos agotado nuestras fuerzas de expansión material, hoy tenemos que cambiar de táctica y sacar á luz las fuerzas que no se agotan nunca, las de la inteligencia, las cuales existen latentes en España, y pueden cuando se desarrollen levantarnos a grandes creaciones que, satisfaciendo nuestras aspiraciones á la vida noble y gloriosa, nos sirvan como instrumento político reclamado por la obra que hemos de realizar.» </div><div style="text-align: justify;">El Idearium, a pesar de su importancia, pasó desapercibido; nadie (que yo sepa) dijo una palabra de él; fuera de Granada, la prensa de Madrid, que dedica artículos de fondo, con hiperbólicos encomios, á los versos chulescos de López Silva y otras cosas así, no se fijó siquiera en este libro de tan jugosa labor intelectual. Al año de publicado, una dichosa casualidad, el amor á todo lo granadino del ilustrado Catedrático señor Segura, lo ha llevado á manos del Sr. Unamuno, joven Catedrático de Salamanca, que en poquísimo tiempo, por su estilo vibrante, intención demoledora y gran ilustración, se ha colocado, casi por asalto, en la vanguardia de nuestros escritores; el cual, con el título El porvenir de España, ha publicado acerca del Idearium una curiosa serie de artículos, que dieron lugar á amistosa contestación de Ganivet y á otra réplica de Unamuno: estos artículos han venido así á constituir un Apéndice del Idearium. </div><div style="text-align: justify;">De buena gana echaría mi cuarto á espadas sobre tema tan interesante, sobre todo porque bien lo merecen ciertas atrevidas afirmaciones; pero tengo todavía algo más que decir de Ganivet, y temo abusar de la paciencia del lector. Quédese esto para otra ocasión; que ideas tan transcendentales, como las que apunta el Sr. Unamuno, nunca pierden su actualidad. Lo lamentable es que jóvenes que tratan de levantar el espíritu nacional; que se inspiran en tan noble deseo como el de ilustrar la conciencia colectiva con ideas puras, pongan el ideal demasiado lejos, en utopías, que reclaman paladinamente en un espiritualismo de perfección inasequible, en un pseudo-cristianismo que participa de los errores de antiguas sectas... </div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div style="text-align: justify;">Para <strong>Julián Marías (El 98 antes del 98: Ganivet</strong>, publicado en Literatura y generaciones Madrid, Espasa-Calpe, colección Austral, 1975), el análisis tanto del Idearium como de la posterior correspondencia que el mismo suscitó con Unamuno, convierten a Ganivet en miembro de pleno derecho de la llamada generación del 98. </div><div style="text-align: justify;">«Ganivet pertenecía, sin duda, a la generación del 98 —postula Marías— había nacido un año después que Unamuno, un año antes que Valle-Inclán-, pero, como Moisés, se quedó a las puertas de la tierra prometida. La inspiración que llevaba dentro, la de la nueva época, no llegó a florecer en su propia obra».</div><div style="text-align: justify;">Reconoce, no obstante, cosa que Manuel Azaña había señalado anteriormente, que el Idearium encierra en su título una notable paradoja, pues «como construcción intelectual, como doctrina o teoría, el Idearium español no es demasiado consistente, sus mecanismos de justificación fallan, muestra la arbitrariedad con excesivo impudor». Algo que incluso, algunos de los más ganivetianos miembros de la Cofradía del Avellano, como Nicolás María López prologando la edición de las Cartas finlandesas, habían percibido. Percepción, en todo caso, que para los fieles al granadino no menoscababa el valor de la obra, más bien todo lo contrario, entendida en el contexto de su producción y de la personalidad de su autor, la dotaba de formidable frescura y originalidad. El propio Marías reconoce que a pesar de la señalada confusión e insuficiencia intelectual «el Idearium español es profundamente atractivo, y sentimos que Ganivet, confusamente, de una manera oscura y vacilante, "pone el dedo en la llaga" y ve o palpa cosas muy verdaderas».</div><div style="text-align: justify;">Paradójico le resulta también a Marías que Ganivet, «hombre saturado de cultura europea —y no de las más próximas tradicionalmente a España, sobre todo la francesa, sino de las nórdicas—, que vive mucho tiempo fuera de su país, sea tan profunda y cerradamente español». Nada insólito, por otra parte, pues «conviene advertir que esta paradoja se repite muchas veces, y que todavía hoy vemos un precipitado de españolismo obsesivo en muchos hombres que han vivido los últimos treinta años lejos de España, que han hecho sus vidas —más o menos a contrapelo— en tierras extrañas. "España como privación", este sería un tema incitante».</div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5zqr5bjHyrmNcuSIvZsdKsJEF8d2F1FFJyv7IakjZXO0Ldy4UaTlowonIjZkX6-xbXGjWiuWjLBvFzmY0OvFsmJKvgnymK7cNlYYT-eJEnxnQ43MxicjBlD3WfIVPL0gc3-q1fCZqSbI7/s1600/GANIVET+IDEARIUM.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5zqr5bjHyrmNcuSIvZsdKsJEF8d2F1FFJyv7IakjZXO0Ldy4UaTlowonIjZkX6-xbXGjWiuWjLBvFzmY0OvFsmJKvgnymK7cNlYYT-eJEnxnQ43MxicjBlD3WfIVPL0gc3-q1fCZqSbI7/s400/GANIVET+IDEARIUM.jpg" width="397" /></a></div><br />
<div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/b8bsu8xmoizmcee/Ganivet%20-%20Idearium.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/pWIAN8w-/Ganivet_-_Idearium.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2263738764373865406.post-72040706246814829022011-09-17T11:53:00.000+02:002011-09-17T11:53:54.414+02:00Ángel Ganivet - GRANADA LA BELLA<div style="text-align: justify;">La primera obra que publicó Ganivet fue Granada la bella, cuyo capítulo inicial apareció en El Defensor de Granada el 23 de Febrero de 1896.</div><div style="text-align: justify;">Ganivet censura con desenfado y valentía poco comunes, la serie de manías que han convertido a las ciudades en campo experimental de los mayores absurdos y truena contra la epidemia de reformas que han pasado casi todas las grandes urbes de Europa y que tarde y con daño ha venido a apoderarse de este humilde rincón granadino.</div><div style="text-align: justify;">Las demoliciones y los ensanches, destruyendo a capricho barriadas enteras, tal vez, las más interesantes desde el punto de vista del arte y la arqueología, han quitado a las poblaciones el sello espiritual que supieron imprimirlas sus habitantes, han destruido la fisonomía de cada una para convertirlas a todas en ridícula alineación de casas, manzanas y calles que nada inspiran al sentimiento y a la imaginación, como no sea la idea desconsoladora de la vulgaridad.</div><div style="text-align: justify;">Éste es sólo uno de los puntos de vista de la originalísima Estética urbana que aplicando los principios del sentido común a su amadísima ciudad, creó Ganivet en Granada la bella. La cuestión del alumbrado y la limpieza, la del agua, la de la educación popular, la del arte, en sus diversos aspectos, y con especialidad en sus relaciones con la naturaleza, la casa, los monumentos y la mujer, forman la gradación admirable que eleva en cada capítulo el interés de Granada la bella, que es la obra de un artista, un filósofo y un buen granadino, hecha de una pieza, como vulgarmente se dice, escrita a vuela pluma en dos semanas, y a pesar de ello, brillante y tersa de estilo, cuajada de pensamientos felices, y tratando por primera vez, al menos en España, cuestiones importantísimas de la más diversa índole; pero todas relacionadas íntimamente, como una de tantas fases de la ley universal de armonía, que se muestra así en los dominios de lo meramente ideológico, como en la naturaleza, en la vida individual como en la vida colectiva.</div><div style="text-align: justify;">Granada la bella no es sólo una «Estética urbana» es también un ensayo felicísimo de una ciencia que ahora empieza a mostrarse con caracteres propios y a recoger en un sistema de doctrina sus materiales antes dispersos, la Psicología colectiva. Ese ensayo, lo aplicó Ganivet a lo que él más directamente tenía experimentado, su ciudad natal, y puede afirmarse que Granada la bella es el más completo y fino análisis del carácter granadino. Aunque las cuestiones se encuentran sólo esbozadas a pincelada larga, en este libro hay materiales sobrados para una construcción científica de excepcional importancia y extraordinario desarrollo, que seguramente formaba uno de los planes de producción futura que se proponía Ganivet.</div><div style="text-align: right;"><strong>Francisco Seco de Lucena (Prólogo a El escultor de su alma).</strong></div><div style="text-align: right;"><strong>Granada, Mayo 1904.</strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div style="text-align: justify;">«Voy a hablar de Granada —escribe Ganivet al iniciar su obra—, o mejor dicho, voy a escribir sobre Granada unos cuantos artículos para exponer ideas viejas con espíritu nuevo, y acaso ideas nuevas con viejo espíritu; pero desde el comienzo dése por sentado que mi intención no es cantar bellezas reales, sino bellezas ideales, imaginarias. Mi Granada no es la de hoy: es la que pudiera y debiera ser, la que ignoro si algún día será. Que por grandes que sean nuestras esperanzas, nuestra fe en la fuerza inconsciente de las cosas, por tan torcidos caminos marchamos las personas, que cuanto atañe al porvenir se presta ahora menos que nunca a los arranques proféticos».</div><div style="text-align: justify;">Granada la bella: aunque muy corta — como que no es más que una colección de doce artículos, — bastó para acreditarlo de escritor original y profundo. Son páginas éstas vibrantes, saturadas de ideas simpáticas, que se leyeron en Granada con avidez. Tiene artículos magistrales, como los titulados Nuestro arte y Nuestro carácter, que son intensos estudios psicológicos y críticos; el que lleva por título Luz y sombra, que es un capítulo de estética de las ciudades, así como Lo viejo y lo nuevo, El constructor espiritual, y todos, en fin. Es difícil en tan pocas páginas haber encerrado tanta substancia en estilo tan vigoroso y bizarro. Puede decirse que Ganivet salió formado escritor del primer golpe. </div><div style="text-align: justify;">A pesar de haber publicado después obras de mayor transcendencia y de más empeño, para muchos de sus amigos— yo entre ellos — Granada la bella sigue siendo la obra predilecta. </div><div style="text-align: justify;">Su asunto también contribuye á hacerla más sugestiva: la pureza del ideal estético; el culto de lo bello, de lo típico y característico de cada pueblo; el atractivo de lo sencillo y sincero... «el embellecimiento de las ciudades por medio de la vida bella, culta y noble de los seres que las habitan,» como dice el autor, es la idea dominante de este librito encantador. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: right;"><strong>Nicolás María López (Prólogo a las Cartas finlandesas).</strong></div><div style="text-align: right;"><strong> Granada, Julio de 1898.</strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
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</div><div style="text-align: justify;">Es triste, tristísimo, que inteligencias como la de Ganivet se agosten en plena florescencia por un exceso de voluntad, por una ambición de espíritu. Tal vez si Ganivet hubiese obtenido la cátedra de lengua griega de Granada en las brillantes oposiciones que en 1891 hizo en lucha con Alemany, hoy le tendríamos en la cúspide de los pensadores españoles, enriqueciendo las letras patrias, con los raudales de su talento clarísimo: pero la expatriación nos le arrebató, y la ambición espiritual fue su ruina. </div><div style="text-align: justify;">¡Cuánto debió escribir, que no es conocido! En la obra literaria de Ganivet, hoy conocida, hay revelaciones, de una labor primaria, de ensayo, que él mismo, acaso, destruyó: El escultor de su alma, por ejemplo, es un drama de versificación inspiradísima que no puede ser trabajo de improvisación. Ganivet, indudablemente, había escrito muchos versos, porque era un verdadero poeta; pero ¿dónde están sus escritos? Preciso es reconocer que en aquel insigne literato hay algo enigmático, algo inaudito; algo que se aparta de las leyes que suelen regir la vida de la mayor parte de los escritores. </div><div style="text-align: justify;">Ganivet no puede ser juzgado con absoluta certeza, porque su obra es incompleta, fragmentaria, y él mismo no acabó de revelar todo su bagaje cerebral, dándonos tan solo esbozos. Es sibilítico en sus juicios; pero no como el oráculo apolino que vaticinaba ambiguamente, sino como aquellos patriarcas de la Biblia que tenían algo de profetas. Si no fue un profeta, fue desde luego un vidente, un precursor, con inspiración cierta de las cosas que estaban por venir o que venir debían. </div><div style="text-align: justify;">¿Qué es su Idearium español? Una serie de aspiraciones, una cadena de pronósticos sobre el porvenir de la patria, redimida por el arte, por la ciencia, por el trabajo, más espiritual que material, con olvido de grandezas pasadas, de sueños ya irrealizables, de utopías guerreras, de quijotismos ilusorios. Y esto que Ganivet quería y vaticinaba tiene ya realidad en España, donde no se piensa en conquistas ni en vuelos icaros, sino en una paz laboriosa, que al cabo llegará, tal como la soñó Ganivet en su Idearium, el más bello tratado de ciencia política de los tiempos modernos. </div><div style="text-align: justify;">¿Qué es El escultor de su alma? Una condensación de todo lo que ha venido a engendrar el modernismo contemporáneo en la literatura y en el arte. ¿Qué son Los trabajos de Pío Cid y la Conquista del reino de Maya, con todo y estar ambas obras incompletas? Pío Cid es un genio, un profeta, de cuyos labios brota un raudal de filosofía práctica, compendio de todas las aspiraciones de la vida moderna. La Conquista del reino de Maya es el ideal de un pueblo redimido por su propia fe, el Ave Fénix renaciendo de sus propias cenizas. Rafael Gago y Palomo es el que mejor ha descifrado las grandes concepciones de estas dos obras de Ganivet. </div><div style="text-align: justify;">Ganivet es en todo grande: grande para concebir, grande para expresar. Observador de recio vuelo, se coloca siempre en la altura, y su mirada de águila sorprende cosas que no pueden ver los que no pueden remontarse. Muchos le llaman enigmático por que no han sabido comprenderle. Pío Cid y Pedro Mártir no son dos esfinges sin alma, dos Ídolos caprichosos, dos creaciones sin espíritu: son dos símbolos hermosos, inmortales (como lo es el Doctor Fausto) de las eternas aspiraciones de la humanidad. </div><div style="text-align: justify;">Literato y critico de juicio hondo, de comprensión clarísima, sus Hombres del Norte es una exposición hermosa del fondo ético, del alcance social y del nervio literario de las literaturas escandinavas, como las Cartas finlandesas son una labor afiligranada sobre la cultura, usos y costumbres de aquellos pueblos, y sobre otras muchas materias candentes de sociología, literatura y arte en general; todo discreto, acertado, profundo, avalorado por una observación critica que asombra. </div><div style="text-align: justify;">Estas mismas perfecciones se ven aumentadas en su Epistolario, condensación del presente y del porvenir español, y de enorme labor crítica sobre materias abstrusas, que solo un espíritu curtido en la filosofía social puede desentrañar. </div><div style="text-align: justify;">No es, sin embargo Ganivet, ni un pensador hosco, ni un escritor severo, siempre colocado en el trípode de la seriedad. Tiene, con frecuencia, rasgos de humorismo que hacen reír, descripciones vivas que hablan a los sentidos, sin rebasar los moldes de la corrección; desenfados de estilo y lenguaje que parecen tocar los límites de la crudeza; pero estos que alguien pudiera creer pecados de sentido moral, no son otra cosa que accidentes de forma, detalles de expresión más o menos realistas, pero que no llegan al fondo, siempre pulcro, sano, elevadísimo; que no descomponen ni deprecian el alto mérito de la concepción estética, como no disminuyen la hermosura de un vaso griego ciertos detalles de atrevimiento en las figuras, sino que antes bien contribuyen a embellecer y avalorar el conjunto de la obra. </div><div style="text-align: justify;">Ganivet, en su voluntario ostracismo, siempre dirigió sus ojos a Granada. Granada la bella condensa en sus doce capítulos todo el amor que Ganivet sentía por su patria; sin dejar por ello de censurar lo mucho que en ella hallaba de censurable, ofreciéndonos un cuadro de lo que él quería que fuese Granada. Y a este propósito habla con suma discreción de sus costumbres, de sus hermosas mujeres, del carácter de los granadinos, de su arte, de su especial manera de ser que tanto le perjudica en sus aspiraciones, de todo en fin, lo que él estimaba digno de alabanza o merecedor de correctivo. </div><div style="text-align: justify;">Esta misma tendencia tuvo su colaboración en El libro de Granada, que trabajaron con él Méndez Vellido, Nicolás María López y Ruiz de Almodóvar. No se ha hecho hasta hoy, gran cosa en Granada para enaltecer y perpetuar la gloria de Ganivet; es más, yo afirmo que fuera de Granada y aún fuera de España, le conocen y alaban más que nosotros. Su Idearium, sobre todo, ha entrado de lleno, por derecho de conquista, en el Catálogo de libros de los grandes pensadores modernos». </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: right;"><strong>Ángel del Arco en La Alhambra (Revista quincenal de Artes y Letras) de 15 de julio de 1917.</strong></div><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMkLc85a3xRn_4BqCudwONJSr9MQRAF-1PusB6Z6CddSWK6Vd3w1HzmtCVgyLGq05oImKXmFEgiU143O9ENfAzizfcYpOisAmVndPi1-h7w2ih5p0uFeUNn-qf9URGUQ5wajXGMsjHgYF5/s1600/GANIVET+GRANADA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMkLc85a3xRn_4BqCudwONJSr9MQRAF-1PusB6Z6CddSWK6Vd3w1HzmtCVgyLGq05oImKXmFEgiU143O9ENfAzizfcYpOisAmVndPi1-h7w2ih5p0uFeUNn-qf9URGUQ5wajXGMsjHgYF5/s400/GANIVET+GRANADA.jpg" width="397" /></a></div><div style="text-align: center;"><strong><span style="font-size: large;"><a href="http://www.mediafire.com/file/3wn77m3n5horpf5/Ganivet%20-%20Granada%20la%20bella.pdf">ENLACE 1</a> <a href="http://www.4shared.com/document/lK4HkYix/Ganivet_-_Granada_la_bella.html">ENLACE 2</a></span></strong></div>moratinhttp://www.blogger.com/profile/04476515958352286341noreply@blogger.com