Molière – EL ENFERMO IMAGINARIO

Han transcurrido más de tres siglos desde que Jean Baptiste Poquelin, una de las figuras sobresalientes de la segunda generación de clásicos de la literatura francesa del siglo XVII, más conocido como Moliére, legara a la cultura universal una producción teatral en la que, al igual que Shakespeare en la suya se encuentran caracterizadas de forma magistral ciertas modalidades particulares de la conducta humana.

El 17 de febrero de 1673, Moliére caracterizaba a Argan, el protagonista de su obra El enfermo imaginario, cuando en la escena final le sobrevino un ataque y falleció pocas horas después. En su última obra, el dramaturgo francés presenta a ese tipo de enfermo imaginario que ha existido siempre: aquel que estando totalmente sano se siente enfermo, se cree débil y lleno de achaques y se cuida -al mismo tiempo que se hace cuidar- extremadamente para aliviar esos males que imagina. Y exige que todos los que viven junto a él giren alrededor de su enfermedad.

A pesar de sus muchas escenas caricaturescas y divertidas, El enfermo imaginario es una comedia dramática. Argan, en su egoísmo, es la imagen de la incomprensión; procede injustamente, y hasta en forma perversa, con su hija, sin importarle sacrificar su felicidad. El desenlace es sencillo y natural, y las escenas finales son hábiles y cuidadas.
Todo ello y la maestría del autor para enfocar el tema central explican la vigencia actual de esta obra que tiene ya varios siglos.