En este drama, escrito al final de su carrera, como en El sueño de una noche de verano, escrito al comienzo, Shakespeare utiliza lo sobrenatural, recurriendo al mundo maravilloso de los elfos y de las hadas, fundiendo admirablemente sus acciones con aventuras humanas, con lo que éstas ganan en donosura y profundidad.
Después de Hamlet, La tempestad es el drama shakesperiano que ha dado más amplio pábulo a hipótesis e interpretaciones. En ciertos momentos, en las poesías de Ariel y en las palabras de Próspero, el poeta mismo, por boca de sus personajes, se dirige al mundo y expresa su concepto de la vida, de manera que La tempestad es el más personal de sus dramas y parece reflejar a veces el pensamiento más profundo del dramaturgo: "Somos de la misma sustancia de que están hechos los sueños, y nuestra breve vida está rodeada de un sueño" (IV, esc. 1).
La tempestad está considerada como la invención más sincera y original de Shakespeare. Es también la «summa» de su cultura acumulada a través de los años, y sobre todo de su experiencia teatral. Es ante todo un experimento en el ámbito del espectáculo: explota, deliberadamente, como ninguna otra obra precedente, los recursos y trucos de escena y hace del elemento musical y de todos los efectos sonoros una estructura que recorre la obra.
Suele hablarse del texto como testamento literario de su autor, puesto que las obras que escribió después fueron elaboradas en colaboración con otros autores, y no alcanzan la calidad de ésta.
Se trata de una comedia con elementos mágicos que muestra la revancha de un duque, su victoria y su perdón contra los que le habían traicionado. Hay reflexiones bufas sobre el gobierno de los países, idilio entre dos amantes y escenas cómicas. Hay una metáfora general sobre el poder.