Benito Pérez Galdós – NAZARÍN

Nazarín, de 1895, relata la historia de un sacerdote, de una religiosidad básica pero muy cercana a la perfección de las enseñanzas de Cristo, que vive la pobreza como una necesidad religiosa. Protege a un criminal, al que considera un santo por atribuírsele la sanación de una pequeña moribunda. Ello hace romper a Nazarín con la iglesia Católica y las autoridades civiles. En su cruzada el clérigo tiene el apoyo de pobres campesinos, y logra la redención de un hombre de temperamento brutal. En su empeño ayuda en una epidemia y luego es encarcelado, ejerciendo su ministerio en la cárcel, entre detenidos y guardias.

En sus comentarios a la obra de Galdós, Clarín expresa respecto a Nazarín: Galdós, á fuerza de ver el mundo desde el punto de vista positivo, real de utilidad última capital, sin engaño, ha llegado á fijarse en el interés de los intereses, el religioso.Su talento nada lírico, poético, si, pero de otro modo, de un modo épico en prosa, podría decirse, tampoco ve la religiosidad lírica con buenos ojos; acaso no la comprende siquiera; y así, los héroes de sus novelas y dramas que piensan en lo divino son prácticos; buscan ó poseen la virtud eficaz, y ni remotamente creen que la contemplación sea lo primero. No encontraréis en Galdós, ni cuando sus personajes piadosos meditan ó contemplan el cielo, la naturaleza que los rodea, su propia conciencia, nada que se parezca á ese rumiar espiritual del místico indio ó del filósofo griego ó del soñador alemán. No se trata tanto de admirar á Dios como de servirle, en los religiosos de Galdós.
Nazarín es, como sus hermanos mayores en piedad galdosiana, un santo práctico, el más adelantado en la perfección de las obras, pero no más ideólogo que los demás.
Encontramos á Nazarín á los treinta ó cuarenta años; nada se nos dice de la historia de su conciencia á no ser en resumen; y desde luego le vemos metido en aventuras de piedad hasta los codos; poca psicología, muchas obras, y así la novela toma desde luego la forma de las antiguas de aventuras, en que, como en Gil Blas y el mismo Quijote el hilo está en las huellas del protagonista que va siguiendo el orden geográfico y cronológico.
Sí; nuestro Nazarín es un Gil Blas de la salvación, va á ganar el cielo, como el otro la tierra, en las vicisitudes que le ofrezca todo aquello que tropiece por el mundo adelante, al azar de sus pasos vagorosos. No tiene un plan metódico, no quiere fundar, no quiere propagar, no quiere más que dar ejemplo y seguir el ejemplo de Cristo.