Fray Francisco quedó, por desdicha, truncado. Es sumamente doloroso que el Padre Coloma muriera antes de dar cumplido término a la vida del gran Cardenal, porque tal obra, por la trasparencia de su fondo, estaba llamada a sobresalir entre las del eximio escritor y entre las más interesantes narraciones de nuestro tiempo.
Cuando examinamos los sucesos en que intervino como actor principal el Cardenal Cisneros, un sentimiento de reverente admiración invade nuestro espíritu. Le vemos como Arzobispo de Toledo emprender la reforma de las Ordenes religiosas, secundado eficazmente por la reina Isabel; le contemplamos atónitos cuando toma a su cargo la conquista de Oran y comunica su entusiasmo a los soldados que comanda Pedro Navarro; le aplaudimos luego cuando coarta en parte la autoridad temible del preceptor Adriano, y nos entristece de modo señalado su triste fallecimiento, en los instantes mismos en que se avecinaban grandes disturbios que a su visión política no se habían ocultado. Involuntariamente acuden a nuestra memoria, cuando del Cardenal Cisneros se trata, dos varones egregios de la historia de Francia: Mazarino y Richelieu. Pero sin que nos vicie nada el amor a la raza hispana, declaramos que ni en la austeridad de vida—de que carecieron en absoluto los cardenales franceses—ni en la visión clara de político, ni en firmeza de voluntad, ni en habilidad de estadista, igualan aquéllos al glorioso regente de España.
(Extraído del artículo El padre Coloma aparecido en la revista Cuba Contemporánea (n.64, 1920) firmado por Fernando de la Vega).
Dícese que el P. Coloma tiene en estado de preparación otro trabajo por el estilo de Jeromín, que llevará por titulo Fray Francisco. Dios le conceda salud y tranquilidad para llevar á cabo esta obra, que será, de seguro, un monumento literario levantado á la gloria de la gran figura del Cardenal Cisneros, tipo eterno del sano y legítimo clericalismo español, del castizo y austero fraile, del religioso franciscano que, erguido en medio de los siglos que constituyen nuestra historia, como para simbolizar nuestra política nacional, así en España como en África, mira, según transcurren los tiempos, agigantarse su figura con la comparación de los estadistas más celebrados, que se agrupan en torno de él como los sillares de un pedestal encargado de levantar á lo alto la estatua gigantesca del genio, del carácter y de la virtud españoles señalando con mano firme á la Patria el Norte de sus providenciales destinos.
(Alejandro Pidal Mon. Discurso leído en la Real Academia Española el día 6 de diciembre de 1908, con motivo de la recepción pública del Rvdo. P. Luis Coloma)