Esta tragedia histórica narra los últimos años de la vida del general romano Marco Antonio, que tuvo relaciones con la reina Cleopatra de Egipto (falleciendo ambos el año 30 a.C.).
Como en los casos de Julio César, Coriolano y Timón de Atenas, Shakespeare utiliza como fuente las Vidas paralelas de Plutarco, en la traducción de Thomas North de 1579. Esta traducción incluye solamente las biografías de Coriolano, Julio César, Bruto, Marco Antonio, Octavio, Teseo y Alcibíades, mientras que la obra original de Plutarco consta de veintitrés pares.
El principal antagonista de Antonio en la obra es Octavio, que será conocido posteriormente en la Historia como César Augusto, el primer emperador romano. Y el personaje con más fuerza es el de Cleopatra.
Antonio y Cleopatra es la tragedia del hombre de acción cuya voluntad languidece y se debilita en las espirales de una lujuria que percibe indigna pero irresistible. Y nunca una tragedia similar ha sido conseguida con tintas tan fastuosas y encantadoras. Gran parte de la fascinación proviene del carácter de Cleopatra, representado por el poeta en toda su movilidad y facetas de seductora; verdaderamente moderno y capaz de imprimir un ritmo vivo, rápido, caprichoso, a ciertos diálogos, de sabor fresquísimo, en comparación con las retahílas pedantes de las reinas del teatro áulico del siglo XVI.
Pero la atmósfera de lujo barroco, y la alegría de colores iridiscentes y de imágenes exuberantes, difundida por todo el drama, hace de él algo aparte en la producción shakesperiana. Por otra parte, la rapidez y la extrañeza de las muertes, la vehemencia de algunas imágenes crueles (como, por ejemplo, cuando Cleopatra se ve ya mostrada a la ululante plebe romana y grita: "Ponedme antes desnuda en el fango del Nilo y dejad que las moscas del río cubriéndome de gusanos hagan de mí algo inmundo"), la insistencia sobre el tema de la serpiente (Antonio dice de Cleopatra, acariciándola: "¿Dónde está mi serpiente del viejo Nilo?" y Cleopatra, parecida a una serpiente en sus lisonjas y engaños, se mata con un áspid) dan al drama un gusto de encantadora y perversa perdición que parece ya casi romántico.
Todo el Oriente enjoyado y siniestro que atraerá a un Gautier y a un Flaubert está ya más que insinuado en la obra de Shakespeare. Pero no sólo la atmósfera de fastuosa y letal voluptuosidad de Antonio y Cleopatra fue recogida por los románticos; en algunas escenas de interrogatorio y de misteriosos resentimientos (IV, 3) se encuentra ya un modelo de la atmósfera de ansiedad evocada en tantos dramas de Maurice Maeterlinck.
Shakespeare compone para la historia múltiples escenarios y saltos espacio-temporales, pero si hay una dicotomía que se mantiene como constante, ésta es la que se produce entre Alejandria y Roma. Mientras que la tierra de Cleopatra está teñida de un carácter cálido y sensual, la Roma de Octavio se nos presenta parca y austera, al servicio de un Imperio pragmático. Son, en definitiva, extremos opuestos y símbolos del conflicto de Antonio entre su deber romano y su pasión egipcia.