Narra la historia de la monarquía inglesa desde 1471 (muerte de Enrique VI) hasta 1485 (muerte de Ricardo III). El protagonista es dibujado como un asesino vil, deforme, ambicioso y corrupto.
Gran parte de la trama se sitúa en el Palacio de Westminster en Londres (cuyo aspecto actual con la torre del reloj y albergando el parlamento es completamente diferente), aunque importantes escenas se desarrollan en la Torre de Londres, paradigmático lugar donde han sido encarceladas y ejecutadas muchas personalidades de la Historia de Inglaterra.
El texto está basado en la visión que presentó Tomás Moro de este monarca, en su “Historia del rey Ricardo III” (1513), además de las fuentes habituales en los dramas históricos de Shakespeare. El personaje principal sigue la moda de su tiempo de encarnar el espíritu de Maquiavelo, como sucede también en las obras de Christopher Marlowe.
Ricardo III es asociado en el texto (e históricamente) con un jabalí. Esto se debe a que su propia marca heráldica llevaba este animal como insignia, y su propia deformidad bestial le hacía parecerse a este animal.
El final de la obra se desarrolla en la Batalla de Bosworth, última de las de la Guerra de las Dos Rosas, tras la que se inicia la dinastía Tudor con Enrique VII, padre de Enrique VIII.
Nos encontramos de nuevo con una obra histórica en la que la trama se atraganta en ocasiones, obligándonos a investigar minuciosamente quién es cada personaje. Pero más allá de esto, hay momentos cumbre que resultan insuperables. Ricardo es un personaje muy rico, que más allá de su abyecta maldad, tiene un don de la palabra absoluto, tanto en los parlamentos que usa para convencer a sus adversarias, como cuando reflexiona en soledad o arenga a sus tropas. Toda su impostura al servicio de la consecución del poder queda, sin embargo, anulada en el momento en que ve próxima su muerte: ofrece su reino a cambio del caballo que le salvaría la vida. Un nuevo rey le sustituye, prolongando la eterna rueda de la Historia.