Juan de la Granja - VIAJE DE UN ESPAÑOL POR EL LEVANTE EN 1827

Juan de la Granja nació en 1785 en Balmaseda, España. Llegó a México en 1814, dedicándose de 1820 a 1827, a actividades mercantiles, que lo llevaron en viajes por todo el país, Guatemala y los Estados Unidos de Norteamérica. Buscando que sus empresas mercantiles fueran protegidas por México, en sus tratos con Norteamérica, adoptó la ciudadanía mexicana e ingresó al servicio consular de México. Radicado en Nueva York, fundó allí El Noticioso de Ambos Mundos, periódico editado para defender a los españoles y mexicanos, siendo el primero de habla hispana que se estableciera en la gran urbe del hierro, en agosto de 1838.
Ese mismo año fue nombrado vicecónsul de México en Nueva York, más tarde cónsul general, a partir de octubre de 1842. Estando en esa ciudad norteamericana, vio inaugurarse la primera línea telegráfica que hubo en el mundo, advirtiendo los beneficios que tal servicio llevaría a ese país. Como buen comerciante, meditó sobre la conveniencia de introducir a México el invento, para realizar un gran negocio con ello. Regresó a México el 13 de enero de 1847, siendo diputado al Congreso de la Unión, y minero en San Luis Potosí.
Juan de la Granja dejó ese año a los Estados Unidos, porque le declararon la guerra a México, deseando estar con su patria adoptiva. Inmediatamente a su arribo a México, empezó a tratar de introducir el telégrafo; el 10 de mayo de 1849 obtuvo la concesión exclusiva para establecer ese nuevo y moderno sistema de comunicaciones en la República. El 5 de noviembre de 1851, en la casa número 6 de la vieja calle del Coliseo, hoy Bolívar, se estableció la primera oficina telegráfica de México, con servicio de México a Puebla.

Encontrándome el año de 1827 en una de las posesiones españolas de la América me sentí vivamente tentado de recorrer la Grecia y otros puntos del Levante, y pagar el homenaje debido a un pais que ha dado en todos tiempos tantos materiales a la fábula y a la historia; que ha sido el teatro de tantas y tan gloriosas hazañas; y donde han florecido tantos y tan grandes heroes, tantos y tan profundos filósofos, tan insigues poetas, tan elocuentes oradores y tan famosos capitanes. Incapaz de resistir a esta idea, me deje llevar de la corriente de mi inclinacion, poniendo inmediatamente en práctica mis deseos, para lo cual me embarque con destino a Gibraltar, desde cuya plaza comienzan las observaciones que ahora ofrezco al público.

Juan de la Granja, 1833

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