El retrato de Dorian Gray fue la única novela de Oscar Wilde, publicada en 1890 en la Revista de Lippincott. Como la mayor parte de su trabajo y de su vida, este melodrama gótico, fue polémico. En el prefacio al libro, Wilde estupendamente bien escribió: “no hay libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Es todo”.
La novela es un retrato brillante sobre la vanidad y la depravación, teñido de tristeza.
El cuadro del título es un trabajo espléndido de Basil Hallward que ha pintado a Dorian Gray, un joven huérfano y heredero de una gran fortuna.
Dorian declara que daría su alma para poder ser siempre joven y que en cambio fuera su retrato el que envejeciera.
Así la obra es una recreación del mito del personaje que vende su alma al diablo a cambio de su eterna juventud. En este caso, Dorian es un perverso y halla su placer en el daño que inflige a los demás. Su retrato va consignando el paso del tiempo y la crueldad creciente del protagonista. Mientras el Dorian Gray de carne y hueso no se marchita, el retrato se va deteriorando a cada nuevo horror que él comete.
Cuento fantástico y parábola, El retrato de Dorian Gray sigue siendo una piedra angular entre la ética y la estética, en las relaciones que mantienen el bien y el mal, el alma y el cuerpo, el arte y la vida. Dominado por la ley de la fatalidad, Dorian Gray, que también encarna el mal y su castigo, no deja de alcanzar el objetivo que el propio Wilde quería para su libro: «Venenoso si ustedes quieren, pero no podrán negar que también es perfecto, y la perfección es la meta a la que apuntamos nosotros los artistas».
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