José Bañares y Magán - CISNEROS Y RICHELIEU, ensayo de un paralelo

Introducción a la obra

Las naciones, como las personas, tienen  sus momentos de prosperidad alternando con otros de decadencia; al influjo y a la preponderancia ejercidos en momentos dados por individuos que por la virtualidad de sus condiciones se elevan de la masa general sobrepasando el nivel medio, llegando á las altas posiciones y acabando por engrandecer su nombre, el de los suyos y el de su patria, suceden otros en que por la carencia de personalidades de relieve aquel influjo desaparece, y asi como los bienes de fortuna vinculados en determinadas familias pasan con el transcurso del tiempo á otras que, saliendo de la obscuridad, eclipsan con su brillo el de las que les precedieron en el disfrute de las ventajas materiales, del mismo modo las naciones, que no son otra cosa que agrupaciones de familias en condiciones determinadas y al cabo, parte integrante de la humanidad, ven llegar su poderío al cénit para decaer más tarde siendo substituídas por otras que vienen á llenar en el mundo una misión histórica parecida unas veces y muy distinta en otras ocasiones que la ejercida por los pueblos que antes impusieron su hegemonía.
La Historia nos presenta innumerables ejemplos en corroboración de nuestra tesis mencionada, los cuales no hemos de citar para no ser difusos y para indicar desde luego el asunto del presente trabajo, que a su vez demostrará nuestro aserto; admitido el providencialismo en la Historia sin coartar la libertad individual y especifica de los mortales, es indudable que cuando las naciones han de llenar una misión determinada (cuya finalidad escapa no pocas veces á nuestra finita comprensión, no obstante que al orgullo humano le parezca comprenderlo todo), aparecen los individuos designados por Dios para realizarla, y a veces esos indivídúos son nietos de cien reyes, en otras ocasiones son ellos el primer personaje de su nombre digno de recordación y, ya lleguen á la cima del humano poder con la fuerza de la espada, ora la alcancen por sus talentos y virtudes, ya, en fin, suban al pináculo por medios, condiciones y circunstancias de una diversidad extraordinariamente grande, es lo cierto, que alcanzan á señalar su nombre con caracteres indelebles en la Historia y ejercen un influjo trascendental en la marcha de los humanos en prosecución de su perfeccionamiento; estos personajes nos dejan como herencia sus hechos consignados por La maestra de la vida; pero si nosotros no sabemos comprenderlos, si su lectura no nos inspira decisiones en situaciones análogas, entonces no se cumple el principal de los fínes históricos y la Ciencia de los hechos no puede llenar su misión, no por deficiencias suyas sino falta de comprensión de los que no saben leer con los ojos del alma para obtener provechosas enseñanzas.
¿Y cómo obtendremos el resultado apetecido?; ¿cómo podremos hacer esa lectura entre lineas que ha de ser la provechosa para nuestra enseñanza y que al fin influirá más ó menos, según nuestra posición y poder social, en la marcha general de los sucesos?; á nuestro juicio, recurriendo al método comparativo: el parangón entre unos y otros personajes, el estudio de épocas y pueblos diversos procurando cotejarlos y examinar el ambiente histórico y el espíritu de las personas y de los hechos, podrá proporcionarnos, á más de una provechosa gimnasia intelectual, gran acopio de conocimientos verdaderamente de utilidad y aplicación en el desenvolvimiento social. Por eso en los tiempos modernos (y no queremos para buscar ejemplos recurrir al extranjero, donde hay también bastante malo y no tanto bueno como superficialmenle se figuran muchos), la enseñanza de la Historia participa de ese carácter; y en la cátedra y en el libro, y en la tribuna del Ateneo y hasta en la conversación particular, puede y debe hacerse uso del indicado procedimiento: presentar hechos, épocas, personajes; ponerlos enfrente; comparar los momentos y los sucesos y deducir las consecuencias: he aqui la causa de nuestra afición á los estudios histórico-comparativos; hé aqui que habiendo implantado en modesta escala en nuestra cátedra el método dicho y comenzado á conseguir excelentes frutos, no nos cansemos de preconizarlo; hé aquí, en fin, porqué el asunto de este trabajo sea, (como en otras ocasiones hicimos) un estudio comparalivo de naciones, épocas y personajes.
Dos hombres eminentes cuyos puntos de semejanza y condiciones de disparidad procuraremos estudiar, dos purpurados ilustres, aunque no igualmente geniales ni virtuosos, son los personajes á que nos referimos; Cisneros y Richelieu. Cisneros, el austero personaje de la corte de los reyes católicos, el consejero espiritual de Isabel la Magna, el gran editor de la Biblia, el regente de la nación en circunstancias dificilísimas, es el primero de ellos en el orden cronológico y en todos los órdenes, como veremos.
Richelieu, el obispo de Luçon, el diputado de los Estados Generales en 1614, el rey de hecho bajo Luis XIII, que figura proximamenle un siglo después, es el segundo de estos colosos que tan grande influjo ejercieron en su tiempo, en su país y en Europa entera.
El primero preside y prepara el desarrollo y apogeo del engrandecimiento español en el siglo XVI cuya piedra angular había sido asentada por los católicos Fernando é Isabel, y el segundo, en el siglo XVII y cuando ya la casa de Austria comienza su rápida decadencia, encarna la oposición á dicha dinaslía y contribuye poderosamente a la ruina de ella y al decaimiento de la colosal grandeza española, al propio tiempo que (poco escrupuloso en los medios), engrandecía á Francia y preparaba el que ésta se convirtiera en la primera potencia europea á la pérdida de esa dignidad por España.
Estudiar pues, siquiera sea sumariamente estos personajes y sus épocas y procurar presentar un paralelo de unos y otras, es el objeto de nuestro trabajo. Empresa temeraria parece (y quizá lo sea) cuando eminentes historiadores se han ocupado ya del asunto exprimiéndolo, puede decirse, casi en absoluto, y mucho más no teniendo, como por desgracia no tenemos á nuestro alcance, ni con mucho, la mayor parte de las fuentes históricas y de los trabajos que pudieran servirnos en este caso; pero es tan seductor el asunto, está el que esto escribe tan entusiasmado con la épica figura de nuestro gran franciscano, que no ha podido resistir al impulso de llevar su grano de arena á la gloria de tan excelso personaje; ahora bien, conociéndose algo á si mismo, el autor no se atreve á titular este modesto estudio histórico-crítico, como Paralelo de Cisneros y Richelieu y su tiempo, sino más modestamente con el nombre de ensayo, así pues, titúlese:
«CISNEROS Y RICHELIEU. -Ensayo de un paralelo entre ambos Cardenales y su tiempo.»

Los términos de dicho titulo indican desde luego las tres partes que debe comprender y que estudiaremos sucesivamente procurando la mayor imparcialidad en nuestros juicios, ya que nada como la verdad para demostrar en este caso la grandiosidad del personaje nuestro cuya figura inmensa hemos de ver destacarse
poniéndola al lado de otro eminente y grande político de talento excepcional, pero de menos genio que el primado de Toledo. Pasemos por tanto á la demostración.

José Bañares y Magán, 1911.

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