En múltiples ocasiones se ha observado que Blasco Ibáñez se distingue de los pensadores contemporáneos de la así llamada generación del 98 por su adhesión concreta a la realidad histórica y por haber sido un hombre de acción, lejano de abstracciones o fugas utópicas. Convencido republicano federalista, discípulo de Pi i Margall, a los 27 años, funda en noviembre de 1894 el periódico El Pueblo, donde publica numerosos artículos y, en los folletines que acompañaban el periódico, algunos cuentos. Anteriormente había publicado la novela La araña negra y el relato histórico ¡Viva la República! al igual que una serie de reportajes literarios desde París donde vivió durante dieciocho meses, en su primer exilio político. En El Pueblo comienza a publicar la novela Arroz y tartana pero son los acontecimientos políticos los que le preocupan ahora sobre todo. Había estallado la insurrección de Cuba: Blasco se proclama a favor de la libertad de la colonia y en contra de la guerra, que consideraba un sacrificio inútil de tantas vidas jóvenes españolas mandadas a combatir por una causa seguramente perdida.
La crisis se agudiza en 1895 y su periódico es, en esta época, el más comprometido en Valencia en oponerse a la política del Gobierno, sostenido por la Monarquía. En mayo del mismo año, Blasco se concede unas breves vacaciones y marcha a Argelia, donde escribirá algunos reportajes que mandará a El Pueblo.
En estos breves artículos ya aparecen algunas características típicas del modo de observar y narrar de Blasco Ibáñez: la descripción minuciosa, atenta a los detalles y fuertemente sugestiva, la evocación histórica perfilada con escasos datos concretos pero realzada con una rica fantasía, la curiosidad que lleva al autor a observar las diversas costumbres y las diferentes mentalidades,…
De regreso a Valencia, Blasco encuentra que se ha agudizado la crisis de Cuba: en 1896 publica otros artículos de fuerte oposición y promueve manifestaciones que provocan incidentes. Las autoridades proclaman el estado de sitio y persiguen a los promotores de las manifestaciones. Blasco Ibáñez se ve obligado a esconderse, ayudado por sus amigos republicanos hasta que consigue embarcarse disfrazado de marinero en el vapor Sagunto que lo lleva a Sète, en Francia. Desde allí, a bordo de una nave francesa, prosigue hacia Italia y desembarca en Génova desde donde emprende su grand tour a través de toda Italia.
Sabemos por algunas cartas expedidas a su amigo Miguel Senent, administrador de El Pueblo que le ayudó concretamente con el envío de dinero, que había programado un viaje más largo del que luego realizó, pues se limitó a las etapas del itinerario breve y clásico del turismo en Italia: Génova, Milán, Pavía, Pisa, Roma, Nápoles, Pompeya, Asís, Florencia y Venecia.
Un viaje de tres meses en tren, cuyo relato aparece por entregas en El Pueblo y que después fue recogido en un volumen con un título que reproducía un difuso estereotipo sobre Italia: En el país del arte (Tres meses en Italia).
Además del arte, que es motivo principal de su atención, le interesan las costumbres y el comportamiento de la gente, pero se concede mucho a la evocación histórica, fruto de sus lecturas y campo amado para desfogar su fantasía y para introducir personales observaciones de naturaleza ideológica o política.
Rinaldo Froldi