Continuación en cierta medida de Nazarín, la obra comienza con la Condesa de Halma, contando su matrimonio con un triste militar a pesar de la oposición de su adinerada familia, sigue narrando las vicisitudes y las penas que tuvo que padecer cuando éste murió por Oriente y, finalmente repatriada, es cuando la obra comienza de verdad.
Nuestra condesa comienza viviendo en casa de su hermano, pero pronto oye hablar de Nazarín y de sus hechos, ahora preso y a la espera de la sentencia. Esto, junto a su afán religioso, la lleva a planear la creación de un convento de nuevo orden con los restos de su corta y recuperada fortuna.
Por en medio hay un primo casquivano al que, por compasión, ayuda, primo que tomará una importante parte al final de la obra, pues en contra de otras obras de Galdós, en ésta la religiosa termina casándose y no abandonándose al fervor eclesiástico.
Y es que asistimos en Galdós a todas la variantes de la religión, el fiero anarquista que se nos vuelve santo, la santa que termina casada, la casada que entra en votos, el cura-quijote, en fin, que recorre todo el ámbito curial, sus variantes y sus colores.
En cuanto al parecido de Don Quijote y de Nazarín, es evidente. Hasta en la forma de correr aventuras y hasta en la clase de tierras por donde las buscan, se parecen. La vuelta de Nazarín á Madrid, preso, y esta época de reposo en que ahora, en Halma, le encontramos, pueden representar la vuelta primera del Hidalgo Manchego á su casa y el reposo en que á la fuerza tuvo que vivir, y la cordura con que hablaba en cuanto no se tocaba á sus caballerías. Nazarín, en Halma, aparece como descansando; como consintiendo que los demás dispongan de él, mientras no se le presenta ocasión de obedecer á un superior más alto, su conciencia, que le pida más briosos arranques. (Clarín)