Esta obra teatral de Wilde no escapa al encanto de sus otras producciones teatrales. Tiene condimentos realmente románticos que no desmienten las preferencias del autor y dentro de esa trama que urde para trazar, luego, su mensaje de vida, aparecen los conceptos brillantes y lúcidos que fueron su contrapartida sobre las desdichas y angustias que debió afrontar.
Comienza la obra con Lady Windermere humedeciendo unas rosas en una escena que la pinta de cuerpo entero: una muchachita que llega a la mayoría de edad, feliz en su joven matrimonio. Hay un abanico de por medio, presente que le dejó su amado esposo. Pero su belleza es asediada aunque ella no lo comprenda del todo, en su excesiva felicidad y candor. Y también parecen acecharla otros inconvenientes de la vida. La obra va desarrollándose entre estas incertidumbres. El ánimo de Lady Windermere, esposa y madre dichosa, va cambiando a medida que se revelan situaciones no deseadas. Hay un personaje clave que es Mrs. Erlynne, hay equívocos, hay pecados y culpas que logran redención y hay un final donde todo vuelve a su cauce.
Wilde trasgrede continuamente con las palabras pero no traspone, jamás, los límites de los actos. Las conductas de las mujeres y los hombres, al menos de los que tienen importancia en su teatro, no quedan a telón abierto. La resolución de la trama conlleva un mensaje esperanzador.
Sinopsis publicada por Libronauta
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