Los Girondinos únicamente han desempeñado en el gran drama revolucionario un papel rápido y subordinado. No sólo les ha sobrevivido la Montaña, sino que en su seno, en medio de truenos y relámpagos, se han revelado los oráculos del espíritu humano transfigurado. De ella han partido la fuerza y la luz. Los Girondinos casi no han resistido; ellos han palidecido ante los acontecimientos; ellos han desparecido envueltos en un torrente de elocuencia. Los Montañeses por el contrario han renovado entre sí, con el pais y con el mundo entero, la lucha de los gigantes. Destruidos han sepultado la revolucion en su desastre inmenso, y despues de ellos la República no ha sido ya mas que un fantasma.
¡Qué hombres y qué tiempo! La historia de estos dias de luchas y de odios violentos requiere, y esto no es una paradoja, ser escrita con amor. Sí, habia amor apasionado en este furor del bien público que todo lo inmolaba a una idea. Es preciso abrazar desde un punto de vista elevado esta época terrible y gloriosa que reune todos los contrastes. Es llegado el momento de amnistiar a los muertos, en consideración a sus sacrificios por la causa de la humanidad. Tengamos en fin el valor de admirar lo que es grande. Entre los hombres que la Montaña elevó en un dia de tempestad, al gobierno del pais, estan los que salvaron el territorio de la invasion extranjera, renovaron el sentimiento religioso, destruyeron las facciones abyectas cuyo triunfo habria traido la pérdida de la Francia, aseguraron el respeto de la soberanía nacional, y abrieron al pensamiento humano, a pesar de las circunstancias, vias infinitas.
No prometemos una rehabilitacion absoluta y sistemática de todos los terroristas. Hay ciertos actos que hacen pesar sobre los hombres una responsabilidad fulminante. Lo que amamos, lo que defenderemos con la frente erguida, con el corazon descubierto, son los principios. La revolución ha tomado, entre las manos de los Montañeses, un carácter que nada puede borrar; ha socorrido al pobre, al débil, al oprimido, al niño; ha querido salvar la humanidad. Ella ha sido el brazo de Dios, el Evangelio armado.
Los hombres de la Montaña, diversamente juzgados, han sufrido sucesivamente los arrebatos del elogio o del vituperio, sin mesura. Agitados en su memoria como en su vida, no han podido libertarse de la tormenta que, despues de haberlos sofocado, arrebata e insulta, pasado ya medio siglo, sus sombras malditas. La violencia de los recuerdos les persigue, la injusticia de las victimas les abruma. Por mi parte me llena de satisfacción escribir estas páginas en un momento tranquilo, en que la opinión se recoje y en que se prepara el juicio definitivo de la historia. Los retratos de hombres como Robespierre, Saint-Just, Danton, Marat, Camilo Desmoulins, requieren para ser trazados una mano imperturbable. Libre respecto al poder, libre respecto a los partidos, sin consideraciones como sin cólera, sin otra pasión mas que la grandeza nacional, puedo yo de antemano prometer a todos una cosa difícil y grave para tiempos de agitación política: la verdad.
Alfonso Esquiros
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