Su trama plantea el problema de la distribución desigual de las riquezas en este mundo (Pluto es el dios de la riqueza). Pluto había sido cegado por Zeus, hasta que un ciudadano pobre, pero de gran bondad, Crémilo, le devuelve la vista. Como resultado de "devolver la vista a la riqueza" los buenos hombres son recompensados con riquezas y los malos con pobreza y penas. Sin duda, una gran alegoría.
Crémilo está tan indignado al ver que los malvados acumulan riquezas mientras los hombres honrados permanecen en la pobreza que, acompañado de su esclavo Carión, ha ido a consultar al oráculo délfico si debe educar a su hijo para ser bueno o para ser malo, en el caso de que esto último le haga triunfar en la vida. El dios aconseja a Crémilo abordar a la primera persona que se encuentre al salir del santuario, y la invite a entrar en su casa. Esa persona resulta ser un anciano ciego; importunado por Crémilo y Carión revela que es Pluto, dios de la Riqueza, a quien Zeus, por su aversión a los hombres, ha privado de la vista, de manera que, siendo incapaz de distinguir a los buenos de los malos, los ha de recompensar de forma indiscriminada, sin consideración a la virtud. Crémilo decide devolver la vista a Pluto, para que se acerque sólo a los hombres honrados. Pluto se ateroriza ante la venganza de Zeus, pero le persuade de que él mismo es más poderoso que este dios: puede acabar con los sacrificios de Zeus, al no proveer a los hombres del dinero necesario para comprarlos. Entonces Pluto consiente en que se le lleve al templo de Asclepio para curarse. Interviene la diosa Pobreza y trata de amedrentar a Crémilo, indicándole los desastrosos efectos de lo que se propone realizar, pues ha sido la Pobreza, principio de todo esfuerzo y virtud, la que ha hecho de Grecia lo que es. Mas Crémilo no se deja convencer y, junto con Carión, conduce a Pluto hacia el templo. Carión regresa para contar a la esposa de Crémilo el éxito de la curación con muchos detalles divertidos. Enseguida llega Pluto y enriquece la casa de Crémilo. Luego acude una serie de visitas: un hombre honrado, que había sido pobre largo tiempo, ahora ha prosperado; un delator, despechado al verse empobrecido; una vieja, que ha perdido a su joven amante, pues éste ya no necesita más su dinero; el dios Hermes, con un hambre atroz; por último, el sacerdote de Zeus, que también está hambriento, puesto que ya no puede quedarse con la parte correspondiente de los sacrificios. Crémilo busca identificar a Pluto y sugiere instalar a Pluto en el Tesoro de la Acrópolis. A continuación tiene lugar una procesión con dicho propósito.
Extraído de UNIVERSIDAD DE ALMERÍA, ÁREA DE FILOLOGÍA GRIEGA