Los españoles, sí, con los instintos feroces de aquellos siglos ensangrentarían con horror los nuevos continentes; pero sus crímenes serían siempre crímenes del siglo XVI, crímenes comunes a todos los europeos que invadían el Nuevo Mundo, crímenes propios del fanatismo de aquellos tiempos de ignorancia y de error; crímenes al fin de aventureros, que como todos los aventureros de Europa, volaban a la muerte, o a saciar su ambición en los tesoros de la virginal América; pero si las primeras páginas de la historia del Nuevo Mundo pudieran sernos enojosas, a las españolas debieron al fin aquellas regiones el amor a la libertad, y la pureza del cristianismo que los han conducido a la civilización e independencia: y hoy podemos satisfechos decir a la Europa entera, nos llaman nuestros hermanos.
Pablo Avecilla