Don Joaquín Francisco Pacheco nace en Ecija el 22 de Febrero de 1808 y fallece en Madrid el 8 de Octubre de 1865. Constituye una de las figuras políticas más atractivas e interesantes del siglo XIX. Sus intervenciones en tan borrascosa fase de la época del reinado de Isabel II, donde desempeñó un importante papel en la vida pública, arrancan como periodista, en varias ocasiones Embajador, llega a alcanzar la Presidencia del Gobierno, siendo Primer Ministro en diversos Gabinetes y alternando la política con la literatura, destacando como uno de los juristas más fecundos de su tiempo.
Después de haber hecho sus primeros estudios, en Córdoba en el colegio de la Asunción, pasó en 1823 a la ciudad de Sevilla, donde siguió la carrera de jurisprudencia que terminó seis años después. En los primeros de su juventud cultivó la poesía y se ejercitó en la literatura asociado a varios jóvenes de instrucción e ingenio. Una oda a la Amnistía que concedió la reina Cristina, durante la enfermedad del último monarca, fue el primer fruto de sus estudios literarios. En 1833 fue nombrado procurador síndico del Ayuntamiento de Écija y en el siguiente año se trasladó a la corte, donde el ministro Burgos, conocedor de sus buenas cualidades, le nombró redactor del periódico titulado Anales administrativos, que recibió después el nombre de Diario de administración. Al separarse de este periódico formó parte de la Abeja, periódico que se fundó por entonces.
En 1835 fué nombrado contador general de pósitos, cargo que desempeñó hasta después de los acontecimientos de la Granja. Al año siguiente fundó con D. Juan Bravo Murillo y D. Manuel Pérez Hernández el Boletin de Jurisprudencia, primera revista jurídica que ha aparecido en España y que conserva general aprecio. Elegido en el mismo año diputado para las Cortes que debían revisar el Estatuto Real y que no llegaron a reunirse por la revolución de la Granja, se retiró a la vida privada incorporándose al colegio de abogados de Madrid.
En 1837 dirigió el periódico titulado el Español, fundando posteriormente el llamado la España. Al año siguiente el ministerio Ofalia le brindó la subsecretaria de la Gobernación y la cartera de Marina; pero se negó por entonces a desempeñar estos destinos. En 1839 fue elegido diputado por Sevilla, y en 1840 por Córdoba, conquistándose entonces esa influencia en el parlamento y ese crédito como orador que no le ha abandonado luego en su larga carrera. Redactor del Correo Nacional, en la época del pronunciamiento de Septiembre la junta de Madrid le desterró a León, pero el señor Pacheco se dirigió a Paris por distinto camino, y no regresó hasta 1841 para representar en el Congreso a las provincias de Álava y Vizcaya por que había sido elegido diputado. El gobierno provisional le nombró en 1843 fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, cargo que desempeñó hasta la supresión de una de las dos fiscalías, pasando entonces á formar parte de la comisión de Códigos.
Córdoba le reeligió de nuevo diputado en las Cortes que reformaron la constitución conocida con el nombre de 1845. Posteriormente desempeñó la cartera de Estado y la presidencia del Consejo de ministros, siendo al cesar en estos cargos enviado de embajador a Roma y condecorado con la gran cruz de la orden de Carlos III.
En 1854 perteneció Pacheco a la junta de gobierno de Madrid y fue nombrado ministro de Estado del gabinete Espartero-O'Donnell. También formó parte, como diputado, de las Cortes constituyentes, y al dimitir los primeros cargos, ocupó un elevado puesto diplomático, habiendo después sido otra vez enviado extraordinario y ministro plenipotenciario cerca de Su Santidad.
Nombrado individuo de la Academia española de la Lengua, a la cual pertenece hace muchos años como a las de Nobles Artes de San Fernando y a la Pontificia de San Lucas de Roma, al tomar posesión de aquella plaza pronunció un discurso en extremo original y digno de consulta acerca del género de literatura a que corresponden los escritos que se destinan á los diarios políticos y publicaciones periódicas, siendo el primero que desde un lugar autorizado dio á conocer y explicó la importancia literaria de esta clase de trabajos y las condiciones que les son propias.
Sus obras versan por lo general sobre política, administración o legislación; a este género pertenecen los escritos que publicó en la Revista de Madrid, y su:
— Comentario á las leyes de desvinculación, de que se han hecho varias ediciones.
— El Código penal, concordado y comentado. Tres tomos: la 1º edición se publicó en 1848 y 49. La segunda en 1856.
— Comentario al decreto sobre recursos de nulidad.
— Estudios de derecho penal. Lecciones pronunciadas en el Ateneo en 1838 y 39.
— Alfredo. Drama en 5 actos.
— Los siete infantes de Lara. Id.
— Bernardo del Carpio. Id.
— Historia de la Regencia de la reina Cristina.
— Italia. Ensayo descriptivo, artístico y político, 1857. Primera parte. En la página 422 de esto volumen dice el Sr. Pacheco: « Ignoro si tendrá esta obra una segunda parte. Mi intención y mi deseo son dársela. Si Dios me concede salud; si puedo visitar, como me propongo, el Milanesado, Venecia, Parma, Ferrara, Nápoles y Sicilia, un nuevo tomo completará entonces el comenzado cuadro, y habré podido consagrar a aquella noble península el completo como sincero homenaje de mi cariño ».
Biografía de Joaquín Francisco Pacheco escrita por Manuel Ovilo y Otero, que forma parte del libro Manual de Biografía y de bibliografía de los escritores españoles del siglo XIX - Tomo II.
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El profesor J. Luis Comellas escribe en su obra “Los Moderados en el Poder”: “Que Pacheco sigue estando como en la sombra a falta de un estudio completo destacando con ello que tan relevante político moderado bien merece se le saque a la luz, para valorar su personalidad y actividad política”.
Comellas distingue en el partido moderado tres sectores distintos, en uno, el más central y más numeroso, en el que militan aquellos cuyo juicio general ha expuesto Rodríguez Casado, como de centrismo rígido y cerrado, que no admite el diálogo ni con los Carlistas, ni con los Progresistas, Mon, Vidal, Sartorius, González Bravo, Narváez... De los otros sectores, uno, “fracción de Viluma”, que concibe la reconciliación con los carlistas, el camino más franco hacia un “gran partido nacional”. La otra, la de los puritanos, que sigue a Pacheco o a Pastor Díaz, propugna un entendimiento dialéctico de posición organizada a lo Cánovas con los progresistas, como única forma de lograr en España un régimen liberal, verdaderamente sincero y eficaz.
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Estaba, pues, hasta aquí guardado para el Sr. Pacheco, poeta, orador, artista de corazón, tanto ó más que jurisconsulto y hombre público, romper esta senda no trillada, dando á luz en España un libro, y un buen libro, acerca de Italia.
No todos estarán conformes con sus opiniones: ¿lo está por ventura con todas ellas el autor de este artículo? Pero nadie podrá dejar de reconocer, si la malevolencia no le ciega, que la obra del Sr. Pacheco contiene exactas y profundas observaciones, y que él merece un lugar, de los primeros, entre los que han discurrido en España hasta aquí de bellas artes. Conoce el autor en toda su extensión los problemas, los plantea con claridad suma, los discute con lealtad, los resuelve con acierto casi siempre, con error tal vez alguna, como sucede, y no puede menos de suceder en materias, tan íntimamente relacionadas con la metafísica y con la crítica histórica.
Ni el libro de que se trata, ni otro alguno os dará ¡oh curiosos lectores! una idea clara de lo que ella es, sino vais á verla con vuestros ojos mismos. Pero yendo, hallareis en éste un compañero discreto, que os ayude á sentir y á pensar con el poderoso espíritu de su autor, y su anticipado conocimiento de los sitios que visitáis: no yendo, él os aguijará á ir incesantemente, y os dará en rostro con vuestra pereza ó mal gusto.
¡Lástima grande que no haya ido más allá de Roma en sus excursiones el Sr. Pacheco! Tendríamos completa una obra de que carecíamos hasta ahora, y que, aun como queda, es ya una joya literaria de gran precio. Tal vez el autor se decida antes de mucho á visitar á Venecia, á Milán, á Nápoles, á Bologna. Así cumplirá la promesa escrita en la última página de su libro.* Lo deseo por lo mismo que he leído y he podido juzgar el que da ocasión á estas líneas. Lo deseo por lo mismo que tanto se echan de menos los libros españoles destinados á describir aquellas nobles provincias, que eran hermanas nuestras no hace más que siglo y medio, y con nosotros compartieron la suma de las prosperidades, ó el extremo de la degradación y de la, desdicha. Lo deseo, últimamente, por amor á la Italia, por cariño al Sr. Pacheco, á quien me complazco en respetar como maestro, y en admirar como lo que es: como uno de los hombres cuyo talento más honra á su patria.
* La muerte ha impedido al Sr. Pacheco llevar adelante su propósito, con sentimiento de todos los amantes de las letras y las artes.
Antonio Cánovas del Castillo, Estudios literarios