Anatole France – LOS DIOSES TIENEN SED

No se puede olvidar que en su infancia, France vivió rodeado de la Revolución.
La trama de esta novela, publicada en 1912, transcurre en los tiempos del Terror revolucionario del París de 1793. Un personaje destacará del resto, Evaristo Gamelin, pintor y grabador discípulo del afamado David, que de corazón ardoroso y noble, se verá arrastrado por los acontecimientos en el instante en que es nombrado juez del temido Tribunal Revolucionario. Tribunal que, todopoderoso, decide la suerte de miles de personas en función de su afinidad al poder jacobino. El reinado del terror surge, en el Paris de 1793, cuando los jacobinos se hacen con el control de la revolución, dando lugar al comienzo de una espiral que afecta, primero a sospechosos de pertenecer o simpatizar con el antiguo régimen, luego a cualquiera acusado de acaparar cualquier producto y al final, termina por caer sobre los propios republicanos denunciados por cualquier absurda desviación.
Anatole France pinta un fresco sin ambages de todo aquel periodo trágico. Por aquellos tiempos, el autor fraternizaba con el progresismo más radical, era lo que podíamos llamar un hombre de izquierdas, pero esa afiliación progresista no le hizo perder el sentido común al extremo de escribir un panegírico de aquellos días, antes bien, conserva la lucidez como para denunciar que aquellos sueños de razón y virtud, escondían horribles delirios de poder; tremendas e implacables acciones sobre el individuo, una maquinaría atroz capaz de devorar a sus propios creadores.
«Gamelin —declara el escritor Milan Kundera— tal vez sea el primer retrato literario de un artista comprometido. No obstante, lo que me cautivó de la novela de France no fue la denuncia de Gamelin, sino el misterio de Gamelin. Digo misterio porque ese hombre, que terminó por enviar a decenas de personas a la guillotina, habría sido sin duda, en otra época, un amable vecino, un buen compañero y un artista dotado. ¿Cómo puede un hombre indiscutiblemente honesto llevar oculto a un monstruo? El novelista no escribió su novela para condenar la Revolución, sino para examinar el misterio de sus actores, y con éste otros misterios, el misterio de lo cómico que se desliza por entre los horrores, el misterio del aburrimiento que acompaña los dramas, el misterio del corazón que disfruta con cabezas cortadas, el misterio del humor como último refugio de lo humano…».



ENLACE 1                                  ENLACE 2