Después de que Giuseppe Verdi presentó sus primeras cuatro óperas en el Teatro La Scala de Milán, en 1843 le fue ofrecido a un contrato con el Teatro La Fenice de Venecia, mediante el cual debería dirigir “Los lombardos” (su más reciente creación) y componer una nueva ópera para los días de Carnaval, que ya venían.
Fue éste el momento en que Verdi pensó seriamente en concretar la idea muy ansiada de escribir una ópera basada en “El Rey Lear” de Shakespeare. A lo largo de su vida el proyecto siempre estuvo vivo y nunca prosperó. En este caso puntual la razón radicó en que Verdi no vislumbró la disponibilidad efectiva del artista (un bajo o un barítono) que reuniera todas las capacidades que él se planteaba para el servicio del personaje principal.
Estudiando y descartando una diversidad de temas, Giuseppe Verdi accedió a la recomendación de conocer aquel “Ernani” de Victor Hugo, con el inmediato entusiasmo para convertirlo en ópera. El tema de este drama venía a identificarse plenamente con sus conceptos de libertad y crítica social que venía desarrollando en sus anteriores óperas “Nabucco” y “Los lombardos”.
Verdi emprendió la tarea teniendo como libretista a Francesco Maria Piave, quien realizó una hábil adaptación del original, accediendo, antes que nada, a las agudas exigencias impuestas por el compositor. En todo momento éste situaba la música y la necesidad de un óptimo resultado integral por sobre el drama mismo. Fue estrenada en el Teatro la Fenice, de Venecia, el 9 de marzo de 1844.
Elegir como argumento un drama de Víctor Hugo tenía desde luego su importancia. Hoy día y con perspectiva histórica, nos podemos dar cuenta de la preocupación del compositor por la base literaria de sus obras. Es un tema que llegaría a obsesionarle. Recordemos que trabajó con piezas de Shakespeare, Schiller, Dumas, el Duque de Rivas, García Gutiérrez y lord Byron. Obras que, en su mayor parte, están encuadradas en el pleno romanticismo con todas las características que ello conlleva. Víctor Hugo era un poeta maldito, un vanguardista cuyas obras se consideraban subversivas e inmorales. Además el hecho de que un bandido fuera el protagonista de una ópera era algo casi inconcebible para la época.
La rápida progresión en la acción, da ocasión al músico para demostrar su inagotable talento melódico y su certera habilidad teatral: hasta llegar a Rigoletto, nunca una partitura verdiana estuvo tan colmada de melodía. Son melodías sencillas y también elaboradas, expresando sentimientos tradicionales (el honor, el trono sin amor, el desafío o la traición). Es un caudal de canto, a veces, gallardo y declamatorio, a veces, orgulloso y vehemente. Ernani viene a ser como la quintaesencia del Verdi juvenil por la espontaneidad, fuerza, energía y vitalidad de su inspiración. Casi no hay una página que parezca inferior a otra y tampoco hay momentos innecesarios y banales.
Su argumento- a diferencia de Nabucco e I Lombardi- no estimulaba el fervor patriótico pero hay un momento del coro (Si ridesti il leon di Castiglia- que despierte de nuevo el león de Castilla) que pronto se transformó popularmente en (“Si ridesti il leon di Venezia”). También la célebre aria inicial de Elvira (“Ernani! Ernani, involami”) se tomaría- según cuenta la tradición bastantes años después- como un ruego a la joven Italia para que Víctor Manuel, rey del Piamonte, la liberara del abrazo aborrecido del Imperio Austro-Húngaro.
Extraído de Tutto Opera