La Muerta Enamorada (en francés: La morte amoureuse [en ocasiones ampliado a Clarimonde, la morte amoureuse]) es un relato de Théophile Gautier publicado por primera vez en 1836, en la revista Chronique de Paris.
Se trata de un relato vampírico, narrado en primera persona por su protagonista, y probablemente influenciado por la obra del alemán Theodor Amadeus Hoffmann, muy admirado por Gautier. Charles Baudelaire llegó a escribir que ésta "es la obra maestra de Gautier".
La Muerta Enamorada se encuentra inscrita en el más puro estilo romántico donde la realidad y el sueño se confunden, y donde la vida y la muerte se entrelazan, diluyéndose la delgada frontera que, en ocasiones, las separa. Se trata de una de las obras que más evidencia el estilo y el arte de Gautier. En ella el día y la noche, lo real y la ilusión, lo grotesco y lo sutil, la seducción y la repugnancia, plasmadas en un tono enigmático y atrayente, propio del autor, se funden de manera imperceptible para engendrar lo sublime: la belleza.
Ésta es, pues, una novela corta en la que un anciano sacerdote relata su única experiencia con el amor, que vivió en su juventud y que le fue ofrecida por un espectro de la noche, por un «ángel o demonio», dotado de las más excelsas emanaciones de sensualidad, ternura y belleza. Romualdo, que hasta entonces había sido un casto y correcto ferviente servidor de Dios, se encuentra, de repente, sumido en una fascinación inexplicable por una pasión siniestra. Y Clarimonde, la vampira de este relato, y la más voluptuosa, inofensiva y atrayente mujer que pueda existir, tiene, como la prosa de su creador, una magia perfecta; es la encargada de arrastrar al sacerdote hasta los más profundos y oscuros abismos, en los que la belleza resplandece de forma extraña y fascinante. A lo largo de las páginas de La Muerta Enamorada, Gautier desarrolla uno de los temas más recurrentes de su obra: el sueño; lo que sucede en la vigilia y en el sueño del perturbado sacerdote son siempre acontecimientos absolutamente distintos y contradictorios. La confusión de la existencia del protagonista entre lo real y lo soñado lo arrastran prácticamente a la locura, hasta el punto de no saber si es un generoso sacerdote que cada noche sueña con ser un galán fatuo, un joven libertino, señor de la más hermosa y voluptuosa mujer o si, por el contrario, es el joven que se entrega a los placeres y que sueña que es un mortificado sacerdote.