Prólogo a la obra:
Espartero Y Narváez. Hé aquí dos nombres que braman de verse juntos y que andan reunidos de mucho tiempo á esta parte precisamente porque ellos se repelen entre sí. Es cosa ya demostrada que el antagonismo une los nombres tanto como la amistad á los individuos, razon por la cual, y sin que la regla no tenga sus escepciones, cuando veamos á dos sujetos andar con frecuencia juntos debemos inferir que son amigos, y cuando veamos unidos muchas veces sus nombres, una de dos: ó son cuñados, como Mon y Pidal, ó adversarios como Espartero Y Narváez. Ademas es cosa sabida tambien que en el mundo no hay nada absolutamente bueno, ni absolutamente malo, ni absolutamente pequeño, ni absolutamente grande, sino es por relacion ó comparacion. El agua de un pozo es mala comparada con la de la fuente Cibeles, y es esquisita comparada con la del mar; de donde se deduce que el agua del mar, comparada con la de la Cibeles , es detestable; y que el agua de la Cibeles, comparada con la del mar, es deliciosa. Ahora , como que una idea suele sugerir ó traer consigo otra enteramente opuesta, es cosa muy natural en quien haya probado la una y la otra acordarse de la buena cuando se habla de la mala y vice-versa, de la misma manera que la magnificencia de una córte trae á la memoria la pobreza de una aldea, y del mismo modo que San Miguel nos hace recordar al compadre que lleva entre las piernas.
Espartero Y Narváez. Hé aquí dos nombres que braman de verse juntos y que andan reunidos de mucho tiempo á esta parte precisamente porque ellos se repelen entre sí. Es cosa ya demostrada que el antagonismo une los nombres tanto como la amistad á los individuos, razon por la cual, y sin que la regla no tenga sus escepciones, cuando veamos á dos sujetos andar con frecuencia juntos debemos inferir que son amigos, y cuando veamos unidos muchas veces sus nombres, una de dos: ó son cuñados, como Mon y Pidal, ó adversarios como Espartero Y Narváez. Ademas es cosa sabida tambien que en el mundo no hay nada absolutamente bueno, ni absolutamente malo, ni absolutamente pequeño, ni absolutamente grande, sino es por relacion ó comparacion. El agua de un pozo es mala comparada con la de la fuente Cibeles, y es esquisita comparada con la del mar; de donde se deduce que el agua del mar, comparada con la de la Cibeles , es detestable; y que el agua de la Cibeles, comparada con la del mar, es deliciosa. Ahora , como que una idea suele sugerir ó traer consigo otra enteramente opuesta, es cosa muy natural en quien haya probado la una y la otra acordarse de la buena cuando se habla de la mala y vice-versa, de la misma manera que la magnificencia de una córte trae á la memoria la pobreza de una aldea, y del mismo modo que San Miguel nos hace recordar al compadre que lleva entre las piernas.
Todas estas reflexiones y otras muchas mas me he hecho yo para mi capote antes de estampar en el papel los dos nombres que me han inspirado la presente publicacion, y francamente he vacilado un poco antes de emprenderla, porque la pluma se resiste algo á trazar un conjunto de letras en que se lea el nombre de Narváez despues de haber escrito otras en que se espresa el de Espartero.
Yo espero, amados lectores, aunque en la ocasion presente no creo necesaria esta advertencia, que no echareis en saco roto estas cosas y otras muchas que pienso deciros, y lo digo porque nunca he tenido aficion á predicar en desierto, como me ha sucedido con algunos que despues de aplaudir la crítica que el año pasado hice de un insulso comedion ó dramon titulado: Isabel la Católica; despues de convenir conmigo en que el susodicho dramon comedion ó saineton era una obra pobre en el plan, impropia en el lenguaje, prosáica en la versificacion, recargada y aun caricaturesca en las figuras, ridicula en el diálogo, baturrillo en la historia y madeja devanada por gatos en las ciencias fisicomatemáticas , despues de convenir en todo esto, repito, han ido este año á aplaudir esa deplorable muestra de nuestra postracion literaria. Yo creia que despues de leer una crítica tan razonada no habría hombre tan insensato, por no decir imbécil, que fuese este año á dar una nueva y mayor prueba de ignorancia palmeteando una obra tan sin piés ni cabeza, pero me engañé y desgraciadamente he visto que aun hay animales parecidos al hombre y que solo les falta para ser hombres una facultad del alma conocida con el nombre de raciocinio.
Y cuidado que á las razones hacinadas en la mencionada crítica por las cuales era de esperar que Isabel la Católica en las recientes representaciones, fuese recibida con el desden que merecen sus innumerables defecto, habia que agregar este año la de haber sido ejecutado el drama de un modo deplorable, calamitoso , bajo todos conceptos, y mas calamitoso y mas deplorable para el que recuerde la ejecucion que tuvo en la época de su estreno. El señor Valero cuyo mérito en otras ocasiones hemos sido los primeros en reconocer y aplaudir , ha hecho un Gonzalo de Córdoba tan poco heróico y tan grotesco que nada ha dejado que desear á los amantes de la paródia. Los que no conozcan á este apreciable actor y no supiesen el género de papel que ha interpretado tan desacertadamente, le habrán tomado á veces por un labriego, un Bertoldo , un ama de cria; todo lo que se quiera y que menos puntos de similitud tenga con el gran capitan. No hablo de los demas actores porque tendría que embadurnar mucho papel con cosas poco agradables, y basta decir que solo el señor Osorio ha dicho con espresion y dignidad los peores versos que tal vez haya recitado en su vida.
Pero dejemos este asunto que en sentir de muchos no ha venido al caso y que yo he traido á colacion precisamente porque no viene al caso. En la crítica de Isabel la Católica (que escribi en compañía de mi estimado amigo don Antonio Ribot) hicimos, sin venir al caso, la pintura de los santones progresistas. ¿Qué cosa mas consecuente, aunque no venga al caso, que tratando hoy de un Paralelo militar haga yo una nueva crítica de Isabel la Católica. Otro dia si estoy de humor y tengo gana y puedo escribir, haré una historia del pontificado ó una oda á las minas de Almaden, y consagraré algunas páginas á hablar del Paralelo militar de Espartero Narváez. Esto parecerá una estravagancia, pero no es falta esclusiva de mi carácter sino de los tiempos que atravesamos. Vivimos en una época de inconexion, de verdadero desquiciamiento, y dice el refrán, que al que anda entre la miel algo se le pega.
Sin embargo, y hablando ahora con un poco de formalidad no ha sido puramente por gana de divagar el tratar aquí del mérito de Isabel la Católica. He querido con esto enseñar á muchos el uso que deben hacer, ó por mejor decir, el fruto que deben sacar de la lectura, lo que en honor de la verdad no habla con los suscritores á esta obra los cuales tienen ya seguramente formada su opinion con respecto á los personajes de que voy á ocuparme; saben demasiado la distancia que media entre Espartero y Narváez; conocen los hechos gloriosos del primero y los del que sin saber por que y solo por un capricho incalificable se empeñó en ser su rival y competidor, y todo lo que se ha dicho y pueda decirse en lo sucesivo, solamente les podrá servir para corroborar la idea de que don Baldombro Espatero es el héroe de Luchana, el soldado de Ramales, el caudillo de Peñacerrada, el vencedor de Morella , el pacificador de España, y otras muchas cosas que se dirán á su tiempo, al paso que don Ramon María Narvaez es.... Don Ramón María Narváez.
Bajo este concepto, nuestra historia ó nuestro parangon á nadie debe ser tan útil como al mismo Narváez, quien podrá despertar de su letargo y conocerse, ya que hasta la presente ha vivido en el error de creerse á la altura en que le habian colocado viles é interesados aduladores, merced á la posicion que alcanzó por una multitud de circunstancias que forman un racimo de casualidades. Y á la verdad que el bueno de don Ramón bien podia haberme ahorrado este trabajo, porque hay hechos que hablan al alma y sobre los cuales nada habría que predicar sino hubiera en el mundo esos séres bienaventurados que la doctrina cristiana llama pobres de espíritu. ¿Qué podré yo decir que no se desprenda naturalmente de la historia ? ¿ Diré que la vida militar de don Ramon María Narvaez carece de interés, que no ofrece ninguno de esos hechos que pueden envanecer á un general? Eso nadie lo sabe mejor que el mismo don Ramon Maria Narvaez. Y sin embargo, cuando este hombre se hallaba en el poder y le comparaban con los grandes capitanes, daba las gracias y se tragaba la pildora; cuando le regalaban la espada de Napoleon, se tragaba la pildora y daba las gracias; cuando... ¿pero á qué proseguir?
Harto sabido es que don Ramon María Narvaez es el hombre que ha dado mas gracias y tragado mas pildoras en el mundo. No espere sin embargo que yo vaya á manifestar parcialidad hasta el punto de desconocer ó negar los hechos honoríficos que cuente en su hoja de servicios. Si como oficial de filas se ha portado bien alguna vez, le haré la justicia de consignarlo; y desde luego creo que en muchas ocasiones haya dado pruebas de valor en su carrera. Lo que yo quiero y voy á demostrar es que jamás se ha singularizado como militar; que portándose bien como oficial en campaña, no ha hecho mas que lo que hacen millares de soldados cuyos nombres no pasan nunca á la posteridad, y que desde que obtuvo el grado de coronel, y acaso antes , no ha contraido mérito alguno que legitime sus ascensos. Tal es, amados lectores, el cuadro de don Ramon María Narvaez aislada y rigorosamente dibujado: en su Paralelo con el general Espartero naturalmente ha de salir menos airoso por aquello que os dije antes comparando el agua del mar á la de la fuente Cibeles.
Respecto al lenguaje que emplearé en toda mi publicacion, ahí teneis una muestra en el presente prólogo. No estoy por la monotonía del estilo florido y rimbonbante. Creo que las cosas deben decirse por escrito como se dicen hablando.
Que siempre fui campechano;
quiero las cosas precisas
y solo en decir me afano
verdades llanas y lisas
en estilo liso y llano.
Juan Martínez Villergas, 1851
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