Callar a la vista de la actual contienda que peligra los intereses españoles así como latinoamericanos, es ser traidor a las voces de la conciencia a la causa bajo cuyo estandarte se milita; porque el silencio en estos momentos de transición es un crimen y el mutismo es un delito. No seré yo quien acepte el dictado de traidor, indigno adjetivo para un pecho probabo en los crisoles del combate, derramanbo la sangre en los altares be la libertad; por lo mismo salto a la arena, desenvainando mi espaba y la suspendo sobre el cuello de los serviles.
Amigos: ustedes en su calidad de nobles e hidalgos españoles y yo en la de nacional,, borremos de la historia el nombre de los yankees que ultrajan los fueros de la humanidad cristiana.
Ya que es preciso luchar, luchemos, y no se diga que somos hijos espureos de la patria. El lugar que les sirve a ustedes de albergue es centro de religión y patriotismo, donde mi espíritu se transporta a lo sublime, considerando los eminentes hechos históricos que allí tuvieron acontecimiento, y no se extrañe que los elija como frondosos árboles para que le den sombra a este peregrino que canta al pie de vuestros troncos. Vivís bajo los rayos de un sol hermoso y en una ciudad de ángeles, por eso admiro vuestra suerte y me conformo con tributar un público homenaje, como símbolo de adhesión, a Puebla y a sus hijos.
Puebla, mayo de 1898, Juan Pedro Didapp.
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