Don Antonio Alcalá Galiano nace en Cádiz en Julio de 1789 y muere en Madrid en Abril de 1865 con setenta y cinco años. Desde un año a otro don Antonio es protagonista directo e indirecto de los muchos acontecimientos que en nuestra ciudad se producen.
Pierde a su padre, el afamado marino y geógrafo don Dionisio, en la batalla de Trafalgar a bordo del Bahama (Octubre 1805). Tres años después, en 1808, se encuentra en la capital del Reino durante los acontecimientos del dos de Mayo. De vuelta a su ciudad natal, vive el Cádiz de las Cortes en los que eran momentos de gran efervescencia política ante la contienda militar y el asedio que vivía la ciudad. Era un Cádiz atestado de gente buscando refugio entre ellos se encontraban multitud de diputados, periodistas, escritores, literatos, comerciantes extranjeros, etcétera y, en la que se llevan a cabo tertulias varias en las diferentes casas de la ciudad, como las que había en casa de doña Frasquita Larrea. Ello le permite conocer a personajes coetáneos que brillan por su inteligencia como Martínez de la Rosa, Agustín de Argüelles, el conde de Toreno, los Isturiz, Quintana, José Joaquín de Mora, Méndez Álvarez alias Mendizabal, etc. Como vemos, Alcalá Galiano se rodea de lo más nutrido del Cádiz de las Cortes.
Para ser exactos, que después me riñen los lectores, don Antonio no solía asistir a las tertulias en casa de doña Francisca Larrea debido a unas polémicas que mantuvo con el matrimonio. Según cuenta en su espléndida obra Recuerdos de un anciano, don Antonio asistía a casa de Doña Margarita López de Morla de Virnes “mujer de singular entendimiento e instrucción vasta, educada en Inglaterra, aficionada a estudios serios, de agradabilísimo trato, y hasta ajena de pedantería…” A estas tertulias “llevaba don Juan Nicasio Gallego el buen humor y chiste por que tanto se señalaba en el trato social, Quintana su tono severo y dogmático, Toreno sus calidades superiores de hombre, así como de talento e instrucción del mundo.” También asistía, no ordinariamente, Argüelles. Largas tertulias de hombres en casas de hermosas damas.
Continuo fusilando Recuerdos de un anciano “en esto apareció una tertulia de igual naturaleza, pero en que predominaban opiniones diametralmente opuestas, la de la señora Francisca Larrea, mujer del ilustrado alemán D.N. Bohl de Faber, literato, buen escritor en nuestra lengua y apreciabilísimo visto a todas luces. (…) Fui yo presentado en casa de la señora de Bohl, pero por mil razones no hube de agradarle, ni ella por su parte, a pesar de su mérito, se captó mi pobre voluntad. Lo cierto es que la vi una vez y después fue mi suerte (ya en 1818) entrar con ella y su estimable marido en agrias contiendas literarias, en que hubieron de injerirse con poco disimulo cuestiones políticas, no sin grande peligro mío en aquéllas horas.”
En 1820 tomó parte activa en el derrocamiento de Fernando VII. Al retornar éste en 1823 se exilió en Londres (y París) donde vive de 1823 a 1834, desempeñando una cátedra de lengua castellana. A la muerte de Fernando VII retorna a España. En 1836 fue nombrado Ministro de Marina aunque no dura mucho tiempo.
Alcalá Galiano regresa a Cádiz en 1843 a los veintiún años de ausencia, pues le ofrecen la dirección del Colegio de San Felipe Neri, sustituyendo a don Alberto Lista; pero su estancia fue corta.
Nuestro paisano lo fue todo en la política de la época: diputado, senador, ministro de Marina y también de Fomento, representante de España en Turín y Lisboa, académico de la Lengua, de la Historia y de las Ciencias Morales y Políticas.
El final de esta historia hay que encuadrarla en el reinado de Isabel II y un artículo que escribió don Emilio Castelar contra la reina titulado “El rasgo” que dio lugar al cese de éste de su cátedra. Esto motivó una revuelta universitaria y su posterior represión conocida como Noche de San Daniel el 10 de Abril de 1865. En el posterior Consejo de Ministros donde se trataba este importante asunto Don Antonio Alcalá Galiano sufre un infarto de miocardio que le llevará a la muerte el día 11.
Así acaba esta historia, la de un excelente prohombre gaditano que vivió para modernizar su país en un siglo, el XIX, en el que los vaivenes políticos y las revueltas se sucedían constantemente.
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