Ángel Ganivet – LOS TRABAJOS DEL INFATIGABLE CREADOR PÍO CID

Tras su aventura africana, Pío Cid se enfrasca, a evocación de los doce trabajos de Hércules, en diferentes tareas como reformador de su patria. Así, uno tras otro, en los seis trabajos que comprende la obra (no pudieron ser doce conforme estaba previsto), el infatigable Pío Cid se ve envuelto en la educación de unos estudiantes, en el gobierno de una familia de mujeres, en la formación de un buen poeta, en la reforma política de España, en la regeneración de una mujer caída y en la cura de una duquesa enferma de frivolidad.
Como señalan muchos de los estudiosos de la obra ganivetiana, en Los trabajos… se abordan de manera consciente las principales inquietudes del movimiento regeneracionista finisecular, y de manera destacada, los aspectos relativos a la educación.
El título de la novela es en si mismo una parodia, pues el lector, lejos de encontrarse con legendarias hazañas fabulosas, comprobará que Los trabajos son transformaciones cotidianas íntimas con las que el hombre medio que es Pío Cid, ilumina su progresivo avance espiritual mientras ayuda a otros a avanzar espiritualmente también.
De hecho, el personaje central de la novela, al igual que su autor, es un ser poliédrico, lleno de múltiples contradicciones. En ocasiones aparece como un cínico, en otras como un idealista, y en su trasfondo deja ver muchas veces un halo de intelectual melancólico. El crítico Rafael Cansinos eleva la figura de Pío Cid a una edición moderna del pícaro, un simulacro que le permite a Ganivet, a modo de máscara, plasmar sus intenciones: «Los trabajos de Pío Cid —escribe Cansinos en su obra Los Hermes— son el intento más grande que se ha hecho para presentar la figuración de un mundo creado por la voluntad y por la eficacia de los conceptos, el más grande intento por asentar el mundo de la utopia, ese infantil y vagoroso mundo, de nubes y pájaros, sobre columnas tan firmes como aquellas que sustentan el mundo de la realidad. Los trabajos de Pío Cid son el manual del ideólogo, el índice de las más altas posibilidades mentales, el ejemplo más interesante de un mundo moral creado por el espíritu y el espejo más claro que puede presentarse como anticipación a los soñadores en lo futuro. Es la obra más alta del genio de la inducción y en ella nos parece ver el punto de partida, al menos en nuestra patria, de toda esa literatura de posibilidades que ha dado nuevo sentido y nueva vida a la novela picaresca. Fue ésta, desde su origen, en la literatura oriental, y acaso en los poemas épicos de la literatura griega y latina, un intento para mostrar hasta dónde puede elevarse un hombre asistido de la sola fuerza del genio y sostenido de las axilas por la voluntad, fuerte matrona. El pícaro es un gran inventivo que aspira a crear su mundo y a sostenerlo, frágil mundo sobre las yemas de los dedos, contra todas las leyes de la gravitación universal. De esta oposición a las normas tradicionales, se derivan los lances y episodios, los conflictos en que el personaje picaresco se salva por la astucia, inventora de efugios, burlando las inminencias que parecen inevitables. Esta burla del pícaro representa el triunfo del ingenio libre, con libertad de alas, sobre la fatalidad de las leyes físicas, sujetas en el puño del destino. La novela picaresca puede considerarse como el poema épico del ingenio, como la fiesta más viva de las facultades inventivas del hombre sobre las colinas peladas de las fuerzas fatales que en vano perpetúan su amenazante gesto extático. Por eso el personaje picaresco, mezcla de héroe y de hampón, suma viva de todos los poderes burladores, curva la más viva y suelta en la geometría espiritual, ha sido siempre la máscara más propia para encubrir las intenciones de una voluntad libérrima. Así, Pió Cid es la máscara de Ganivet, la representación plástica de sus intenciones, el simulacro creado por sus formas mentales y la sonda ponderable arrojada por él desde la orilla serena de las meditaciones al fluctuante mar de los fenómenos».
«De Los trabajos puede decirse —escribe Seco de Lucena—, como con razón decía uno de los más discretos apologistas de Ganivet refiriéndose a la totalidad de su obra, que puede compararse a una estatua que el escultor hubiera comenzado a labrar por el pie, dejándola sin concluir; sólo se sabe de ella que tiene los pies en dirección a Oriente y que pisa firme. Adivínase por la belleza del fragmento la hermosura que hubiera llegado a alcanzar la obra terminada; pero lo más noble de ella, el contorno del pecho y de la cabeza, la expresión del rostro, quedó para siempre enterrado con el maravilloso artífice.
Los trabajos de Pío Cid es la obra más cuidada de Ganivet; puso en ella el autor sus mayores empeños, y aún parece que trató de reflejar en sus páginas su propia vida. Lo imaginativo se mezcla en esta producción con lo histórico y real en términos que hacen dudar muchas veces donde acaba la autobiografía y da principio lo novelesco. Capítulos casi enteros hay en Los trabajos que reproducen con fidelidad fotográfica escenas y conservaciones que ante nuestros ojos se han desarrollado las unas, que aún suenan en nuestros oídos las otras, y llenándolo todo, el carácter enigmático, incoherente, con frecuencia contradictorio del protagonista. A veces Pío Cid semeja un andante caballero de nuevo cuño empeñado en desfacer espirituales entuertos; otras lo vemos complacerse en amargar a los que le rodean, lanzándolos, implacable, desde las cimas de la ilusión a la realidad impura que apaga los más nobles entusiasmos; su alma es una mezcla singular de cínico y de asceta, de sacrificios y de caídas, una perpetua contradicción, algo parecido al flujo y reflujo de las olas. En aquel carácter no hay más que dos notas permanentes: el desprecio de los intereses materiales y de las vanidades mundanas, y la serena tranquilidad con que son aceptados los vaivenes de la vida.
Pío Cid es un profundo estudio psicológico, y a la vez de moral y de filosofía universales; por el espíritu superior de aquel hombre, condenado a una vida oscura por su propia voluntad, van pasando todos los grandes problemas de la Ética; podrá participarse o no del criterio moral con que el protagonista de Los trabajos los resuelve; pero hay que descubrirse con respeto ante la magnitud de la empresa acometida por el autor, la valentía con que hace lo que pudiéramos llamar disección de las almas y el inmenso caudal científico de que alardea. Pío Cid es el espíritu del hombre moderno, atormentado por su propia cultura intelectual, el Promoteo de nuestros días, encadenado a la roca de su limitación, roídas sus entrañas por el buitre de la duda.
La infinidad de complejísimas cuestiones que en este admirable y misterioso libro se proponen, anunciaba el autor a sus amigos que quedarían resueltas, y tal vez en sentido muy diferente del que por la lectura de los dos primeros tomos se pudiera colegir, en el Testamento de Pío Cid, coronación y remate de la Odisea de este Ulises del mundo moral.
El pensamiento íntimo de Ganivet quedó truncado por su prematura muerte; el espíritu de Pío Cid incompleto, y la obra trascendental del insigne granadino, velada por las sombras del misterio. La esfinge sigue muda, y dijérase que una vez más ha devorado al viajero».



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