Luis Anton del Olmet y José de Torres Bernal - ROMANONES: libro que resume la vida interesante, racial, de este sagaz, demócrata e insigne político español

Alvaro de Figueroa y Torres (1863-1950) era hijo segundo del Marqués de Villamejor, de familia con raices y posesiones en Guadalajara. A los nueve años tuvo una caida que le produjo una cojera permanente. Se licenció en Derecho en 1884 y pronto entró en política, siendo elegido inicialmente en 1888 por un distrito de Cuba. Perteneció al partido liberal de Sagasta y Canalejas, y fue Alcalde de Madrid, Presidente del Senado, 17 veces ministro y 3 veces Presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII: la primera vez tres días tras el asesinato de Canalejas de 1912 a 1913, la segunda de 1914 a 1917 y la tercera en 1931. Fue nombrado en 1893 primer Conde de Romanones (localidad alcarreña en Guadalajara). Es decir que fue conde a los treinta años, alcalde a los treinta y uno y ministro a los treinta y ocho.
Desde el punto de vista actual su política no puede obviamente calificarse "de izquierdas", pero por aquel entonces el partido liberal era el sucesor de los antiguos "progresistas" del siglo XIX, siendo su política frecuentemente denostada por la "derecha" y por la iglesia de estos tiempos. Entre los avances sociales que su gobierno aprobó podemos citar que en 1901 incorporó los sueldos de los maestros al presupuesto estatal y que el 3 de abril de 1919 firmó el decreto llamado "de la jornada de ocho horas". Aliadófilo, estuvo a punto de entrar en guerra con Alemania por los torpedeamientos de buques españoles.
Aunque católico, Romanones fue muy contestado por la Iglesia (especialmente por el obispo de Tuy al que Romanones pensó incluso en demandar) cuando hizo una ley de matrimonio civil en el que no se obligaba a los que se casaban a declarar su religion. Reanudó las relaciones con el Vaticano y aunque firmó acuerdos muy favorables con la iglesia, era celoso partidario de que el poder religioso no pudiera influir sobre el poder civil en modo alguno (su ley "del candado" de 1910). Hizo que no fuera obligatorio en las escuelas aprender el catecismo a los no católicos.
Guadalajara era su "feudo personal" basándose tanto en el caciquismo como en el clientelismo, teniendo una rara habilidad para premiar mediante favores a aquellos que le eran fieles. Lograría ser elegido por esta provincia ininterrumpidamente desde 1891 a 1923, a veces sin candidato en contra, independientemente de qué partido gobernara en ese momento. Eso tiene su "mérito" especialmente cuando abundaba el "pucherazo": el gobierno se turnaba entre liberales y conservadores, siendo el partido que gobernaba el que colocaba sus candidatos y "preparaba" las elecciones de modo que siempre obtenía mayoría. Incluso, en sus comienzos, salió elegido aplastando al candidato opuesto por su propio partido.
Como decía el chascarrillo: "no se que partido va a ganar las elecciones, solo se que por Guadalajara ganará Romanones". Una de las veces que perdió el poder, con el consiguiente cese de funcionarios nombrados (los antaño famosos "funcionarios cesantes"), se bromeó en un periódico acerca del supuesto tren especial que hubo que hacer desde Madrid a Guadalajara para devolver allí a todos los funcionarios que Romanones había colocado. Romanones indica en sus Memorias que el periódico logró el efecto contrario, que le votaran más en Guadalajara para poder así "situarse". Romanones pudo colocar a veces otros tres candidatos afines más en la provincia (por Pastrana, Siguenza y Brihuega), entre los que destacara su secretario de confianza y amigo Manuel Brocas, José Abril y Gómez Acebo. Lograría desbancar a los republicanos de Molina de Aragón en 1919. El Conde de Romanones controló, pues, gran parte de la provincia de Guadalajara casi haciendo y deshaciendo a su antojo en ella durante el reinado de Alfonso XIII. En 1931 poseía 15171 hectáreas.
Su carrera como diputado y ministro quedó interrumpida por la Dictadura de Primo de Rivera (1923), contra el que conspiró en la "sanjuanada" de 1926 (Primo de Rivera le impuso 500000 pts de entonces como multa). De nuevo participa en la caida del Dictador en 1930 y, tras ésta, se encontró de nuevo en el poder presidiendo el último gobierno de la monarquía, pero tras las elecciones de abril de 1931 (perdidas por la monarquía) tuvo una entrevista con Alcalá-Zamora tras la que se produjo sin violencia el traspaso de poderes al Gobierno Provisional Republicano. Romanones, a la vista de la situación, pactó el 13 de abril una transición sin violencia a cambio de garantizar la vida de Alfonso XIII y su familia.
Fue diputado monárquico por Guadalajara en las Cortes constituyentes de la República, nuevamente diputado en las elecciones sucesivas e incluso en las de 1936. Por su fidelidad al monarca, llevó la defensa de Alfonso XIII en el juicio que al comienzo de la República le hicieron. No participó en el "alzamiento", que le sorprendió en San Sebastian, pasando a Francia con ayuda del embajador francés. Volvería a la "zona nacional" en 1937, apoyando a los sublevados aunque sin poder político ante la oposición falangista.
Estuvo casado desde 1888 con Casilda, hija del político Alonso Martínez, y su hija única Casilda de Figueroa fue Duquesa consorte de Pastrana al casarse con Rafael de Bustos.
Romanones fue un hábil escritor llegando a ser Académico de la Historia y Académico de Bellas Artes de San Fernando. Durante la República escribió sus Memorias. Obras suyas fueron "Breviario de Política Experimental", "Biología de los Partidos Políticos", "Amadeo de Saboya", "Observaciones y Recuerdos" y "Notas de mi vida". Sin embargo, he de decir negativamente que a pesar de ser ya Académico, autorizó en 1913 la venta al Museo de Berlín del Retablo de Monforte de Lemos, con la obra "Adoración de los Magos" de Hugo van der Goes. Era vivo de genio y según el "católico sí pero enemigo de la intransigencia religiosa y de la influencia del clero".
Su entierro fue multitudinario, llevando la comitiva su féretro en Madrid hasta la estación del ferrocarril. Tras llegar a Guadalajara, sus partidarios y deudos le enterrarían bajo la atenta vigilancia de las autoridades de aquel entonces.
Afirmó en una de sus obras que "al régimen parlamentario no se le ha encontrado, hasta la hora presente, ventajoso substituto", afirmando su fe en "la voluntad popular". Este alegato por la democracia puede sorprender viniendo de alguien que controló todas sus elecciones sucesivas.



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