Friedrich Schiller – MARÍA ESTUARDO

Este drama, publicado en 1800, bien puede considerarse como la puesta en práctica de las tesis fundamentales de su autor: la finalidad última del arte tiene un carácter ético en tanto pretende representar al ser humano como sujeto libre, capaz de sobreponerse a las limitaciones impuestas por la Naturaleza. El instrumento susceptible de transformar al ser humano es la voluntad, voluntad para actuar de acuerdo con la norma de validez universal kantiana, conforme a la libertad del propio individuo y de la sociedad circundante.

La obra es una tragedia en cinco actos que narra el enfrentamiento entre dos mujeres poderosas: María Estuardo, católica y Reina de Escocia e Isabel Tudor, protestante y Reina de Inglaterra. El conflicto se desata cuando María, legítima heredera, reclama el derecho al trono de Inglaterra ocupado por su prima Isabel que ha sido declarada bastarda. Isabel reacciona acusándola de conspirar contra la corona y la mantiene cautiva, durante diecinueve años, en el Castillo de Fotheringhay. El juicio a la Reina de Escocia y su condena a muerte, son el eje de la historia en la que ambas mujeres expondrán todas sus rivalidades femeninas, políticas y religiosas, desnudando las intrigas, la ambición y las miserias del poder en un feroz y apasionado combate.

La verdad histórica asegura que las dos reinas nunca llegaron a encontrarse cara a cara pero la imaginación de Schiller, se atrevió a enfrentarlas en una dramática y memorable escena del tercer acto de su “María Estuardo”, un clásico universal siempre vigente.

María Estuardo, reina de Escocia, está detenida en el palacio de Fotheringhay en Inglaterra. La reina escocesa, considerada por los católicos como la heredera legítima del trono inglés, es acusada de conspirar contra Isabel. Su carcelero Paulet y el consejero de Estado Burleigh le traen la noticia de que un tribunal la ha hallado culpable y de que ha sido condenada a muerte. La decisión sobre la ejecución de la sentencia está ahora en manos de la reina inglesa. María confía ser salvada por el joven Mortimer, sobrino de Paulet, un entusiasta, que con algunos aliados juveniles planea una operación para liberarla. Ella le entrega un mensaje a Lord Leicester, con quien quiso casarse en otro tiempo, hasta que éste, por ambición, prefirió los favores de Isabel a los suyos. Ahora, sin embargo, se difuminan las esperanzas de Leicester de ocupar el trono inglés, pues Isabel quiere casarse con un príncipe francés, por razones políticas. Una alianza con Francia protegería a Isabel contra todas las persecuciones que una eventual ejecución de María Estuardo acarrearía consigo. La reina vacila todavía, si debe o no firmar la sentencia; presta oídos tanto a los argumentos de Burleigh, un pragmático fiel al estado, que es partidario de la ejecución de María, como a los del viejo Talbot, el cual trata de persuadirla de que la perdone. Leicester concierta un encuentro de las reinas en el parque de Fotheringhay, pero no se llega a la reconciliación proyectada, dado que Isabel sólo ha ido a humillar a María, más bella y más joven, hasta que ésta no puede contener un acceso de cólera. Todas las esperanzas de María se ven defraudadas, al resultar fallido un atentado de los aliados de Mortimer contra la reina inglesa. Con el fin de evadirse a las sospechas de estar implicado en la conjura, Leicester sacrifica sin escrúpulos al joven Mortimer y exige también, por su parte, la ejecución de la reina escocesa. Isabel firma la condena a muerte, pero depone la responsabilidad en su escribano Davison. María, como una mártir de su fe, se acerca con entereza a su final. Cuando el viejo Talbot se presenta ante Isabel con pruebas de la inocencia de la condenada, la ejecución se ha llevado ya a cabo. Después de haber partido el fiel Talbot, la reina llama a Leicester, pero le dicen: "El Lord solicita disculpas. Se encuentra en un barco con rumbo a Francia".