Con Las Guerras de los judíos de Flavio Josefo nos topamos con un auténtico clásico del judaísmo que es fruto y, en cierta medida, la culminación de una larga tradición de literatura hebrea en lengua griega.
Además, es prácticamente la única fuente de que disponemos para el conocimiento de la toma de Jerusalén y la catástrofe del pueblo judío a partir del año 70. La Diáspora de los hebreos a través de las diferentes regiones del mundo helenístico dio lugar a una amplia literatura expresada en griego.
Ya desde antiguo tenemos constancia de la existencia de comunidades judías plenamente asentadas y helenizadas, que a partir del siglo III y, sobre todo, del II a. C. emprenden una actividad propagandística y apologética para dar a conocer sus tradiciones ancestrales frente a los dominadores griegos y, luego, romanos.
Flavio Josefo fue un historiador judío nacido el año 37 d.C., en Jerusalén. Pertenecía a una distinguida familia de clase sacerdotal; sus antepasados paternos se remontan fehacientemente cinco generaciones; la familia materna se consideraba descendiente de los Macabeos. Recibió una buena educación y sus relaciones con gente de estudios selecta le permitió desarrollar sus dotes intelectuales, en especial su memoria y su capacidad de juicio. Su formación le convirtió en un experto en las tendencias y en los principales partidos político religiosos judíos de su época - los esenios, los fariseos y los saduceos -. Impresionado por la gran importancia del partido fariseo y esperando afianzarse en una posición de influencia, se unió a dicho partido a los diecinueve años, aunque no compartía ni sus puntos de vista religiosos, ni los políticos. Se traslada a Roma el año 64 para conseguir de Nerón la libertad de algunos sacerdotes judíos encarcelados que eran amigos suyos. Tuvo éxito al ganar el apoyo para su causa de Sabina Popea, esposa del emperador. Pero deslumbrado por la brillante vida de la corte de la metrópoli del mundo, se fue alejando de la sensibilidad estricta judía cuya lucha contra el paganismo consideraba inútil. Después de su vuelta a Jerusalén, en el año 66 estalló la gran revuelta judía. Como la mayoría de la aristocracia judía, al inicio no compartía la revuelta de sus conciudadanos pero a pesar de ello si compartía la defensa de su soberanía y de sus sentimientos religiosos ultrajados; Cuando la suerte parecía favorecer a los insurgentes, al principio, Josefo con el resto de la nobleza sacerdotal se une a la rebelión, fue escogido por el Sanedrín de Jerusalén como Comandante en Jefe de Galilea. Como tal estableció en cada ciudad un consejo de jueces cuyos miembros eran reclutados entre los que compartían sus puntos de vista políticos. Realizó las negociaciones diplomáticas y sus funciones militares con prudencia y astucia. Aunque al principio los judíos tuvieron éxito, cuando el General Vespasiano avanzó con el ejercito principal desde Antioquía a sangre y fuego, los insurgentes huyeron o se refugiaron en sus fortalezas. Josefo y otros valientes se defendieron durante seis semanas en la fortaleza, casi inexpugnable, de Jotapata. En el verano del año 67, cuando la guarnición estaba exhausta por la falta de agua y provisiones, los romanos tomaron la ciudadela; la mayoría de los patriotas fueron pasados a cuchillo, pero Josefo escapó de la masacre ocultándose en una cisterna de difícil acceso y saliendo de la misma solo cuando estuvo seguro de que su vida sería respetada. Llevado a presencia del general victorioso, para congraciarse con Vespasiano hizo gala de su gran formación, lo que le permitió ser ascendido a caballero del imperio, junto con Tito, hijo de Vespasiano. A pesar todo ello, Vespasiano lo mantuvo como siervo (de acuerdo con la costumbre fue considerado esclavo de guerra. Nota del Traductor) y solo lo liberó en el año 69 cuando fue nombrado emperador Vespasiano.
Como un liberto de Vespasiano, Josefo asumió de acuerdo con la costumbre romana el apellido de Vespasiano Flavio. Él acompañó al emperador incluso hasta Egipto, y cuando este último pasa a su hijo la tarea de continuar la Guerra judía, entonces se une al séquito de Tito, y es testigo ocular de la destrucción de la Ciudad Santa y su Templo. A su propio riesgo personal intenta persuadir a los judíos a que se rindan. Cuando la ciudad es conquistada se fue a Roma con Tito, y tomó parte en el último desfile triunfal. Pero todas estos acontecimientos no hirieron el sentimiento de honor patriótico de Josefo; al contrario, acepta el privilegio de la ciudadanía romana en reconocimiento a sus servicios, y la concesión una renta anual y tierras en Judea. Los emperadores subsiguientes, Tito y su cruel hermano Domiciano, también se comportaron amablemente con Josefo, y confirmaron su trato con muchas pruebas de distinción. En la corte le permitieron dedicarse hasta su muerte con exclusividad a su trabajo literario, falleció durante el reinado de Trajano (probablemente el año 101). Tanto en su vida, como en sus escritos, siguió una política a medias entre la cultura judía y la pagana, para lo que sus compatriotas judíos le acusaron de inmoral e hipócrita. Sus obras están escritas en un griego elegante, para influir en la clase elegante de su tiempo y combatir diversos prejuicios anti Judíos.
La primera obra de Josefo fue esta "Guerra judía" (Peri tou Ioudaikou polemou) de siete tomos. Se basa principalmente en notas de sus memorias tomadas durante la guerra de independencia (66-73 d.C.), en las memorias de Vespasiano, y en las cartas del Rey Agripa. Mientras su historia de los sucesos bélicos es fiable, el relato de sus propios hechos esta muy impregnada de una exagerada auto adulación . Esta obra ha servido de base para numerosas novelas históricos, en tiempos modernos "Lucius Flavius" por J. Spillmann, S.J., y "El Fín de Judá" por Anton de Waal.
Fuente: The Catholic Encyclopedia, Volume I. Copyright © 1907 by Robert Appleton Company. Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight. Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA
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