El autor, académico correspondiente de la de Bellas Artes de San Fernando, se enfrenta en esta obra de 1903 a la biografía del que fuera uno de los más célebres arquitectos, ingenieros y urbanistas durante el reinado de Carlos III, Francisco Sabatini.
Sabatini nació en Palermo en 1721, y se formó en Nápoles y Roma. Desde 1760 y hasta 1797, fecha de su muerte en Madrid, desarrolló su actividad en España, como ingeniero militar y como arquitecto de dos reyes (Carlos III y Carlos IV). Proyectos urbanísticos, palacios, edificios civiles, monumentos emblemáticos – como la célebre Puerta de Alcalá- , hospitales, conventos, cuarteles, iglesias, caminos y proyectos de ordenación del territorio ocuparon su actividad durante casi cuarenta años.
Sabatini tuvo la personalidad de un ingeniero militar – especialista en el arte de las fortificaciones- de un carácter eminentemente científico, de un estudioso de las matemáticas y de las ciencias de la naturaleza , más que de un artista o arquitecto. El estilo de Sabatini, por tanto, responde a su formación militar. El carácter uniforme, sobrio y regular de su arquitectura del neoclasicismo.– sometida a esquemas geométricos ordenados y rigurosos – sirve de tránsito gradual de la arquitectura tardobarroca a la del neoclasicismo. Con todo, conviene recordar que Sabatini fue también un magnífico arquitecto. Un profesional de la arquitectura, formado en la escuela del barroco tardío italiano, que contaba con la necesaria maestría y dominio del oficio –de sus recursos formales y esquemas topológicos- , tal como se pone de manifiesto en el estudio de sus proyectos para capillas e iglesias centralizadas. Proyectos en los que demuestra haber asimilado a la perfección las ricas posibilidades que presentan la resolución funcional de estos espacios, de acuerdo con las soluciones planteadas por arquitectos como Vignola, Bernini, Rainaldi ó, más recientemente, por Fuga o Vanvitelli.
Al servicio del rey, Sabatini llevó a cabo fundamentalmente trabajos de ampliación o remodelación de edificios ya existentes, como el Palacio Real de Madrid, el palacio de Aranjuez y el palacio de El Pardo, destruido este último poco antes por un incendio. Con excepción de las iglesias de Santa Ana en Valladolid y de San Pascual en Aranjuez, todas sus obras se sitúan en Madrid. Las más destacadas son la Puerta de San Vicente, la casa de los Ministerios y la casa de la Aduana.
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