El Dr. Gregorio Pérez Gomar emprendió este trabajo en Florencia, patria de Américo Vespucio, pues suponía, como lo dice en el prólogo, que allí «debían hallarse los datos suficientes para determinar la misión que éste había desempeñado en el descubrimiento de América»; y lo ha terminado en Buenos Aires a fines de 1879.
Los siete primeros capítulos de su obra están exclusivamente dedicados a Colón: narran sus peregrinaciones antes del descubrimiento de la América, sus aventuras en las cortes europeas, el descubrimiento y los cuatro viajes que realizara hasta su muerte. Desde el capítulo VIII empieza a ocuparse de Américo Vespucio, nacido el 9 de marzo de 1451; da detalles acerca de su infancia, sus obras, su viaje a España; observa el silencio o deficiencias de los historiadores contemporáneos -Pedro Martire, Dacada Mosto, Fernando Colón, González de Oviedo, Francisco López de Gomara, etc.- para concluir que «Américo Vespucio es el solo historiador original de sus propios descubrimientos, puesto que lo que los otros historiadores de las demás naciones dijeron respecto de ellos, no fue sino copiado o sacado de las relaciones que él mismo escribió».
El capítulo X tiene la más alta importancia, pues sirve de clave a los capítulos siguientes. El historiador brasilero F. A. Varnhagen, que ha escrito sobre Vespucio, con ánimo de conciliar las contradicciones que resultan en su vida de la comparación de diversos documentos, piensa que el único auténtico es la carta de Vespucio a Pedro Soderini, Gonfaloniero vitalicio de la República Florentina, y en la cual refiere sus cuatro viajes -los dos primeros en naves españolas y los dos últimos por orden del Rey de Portugal-. El Sr. Pérez Gomar acepta, por el contrario, la autenticidad de la carta dirigida a Lorenzo de Medici, de la que se encuentra un códice en la Biblioteca Ricardiana de Florencia, y cuyos datos y contenido concuerdan con la relación de Herrera, en tanto que la carta a Soderini «no concuerda con ningún otro documento, ni existe en Italia códice alguno con que poder confrontarla». El autor trascribe ambas cartas en el apéndice.
Tomando, pues, rumbo opuesto a Varnhagen, el Sr. Pérez Gomar sigue los viajes de Vespucio y tiene con frecuencia ocasión de criticar al historiador brasilero, tanto en la determinación de las fechas y de los puntos descubiertos, como en el número mismo de los viajes que aquél pretende extender a cinco o seis, no siendo más que cuatro, hasta la muerte del ilustre florentino, acaecida en Sevilla el año 1512, después de haber obtenido el título de Piloto Mayor de Castilla.
Este trabajo termina con un estudio sobre el nombre de América -nombre que apareció por primera vez en una carta geográfica publicada el año 1535-. «Bien miradas las cosas, dice el autor, ni Colón, ni Américo tenían un derecho perfecto a cubrir con sus nombres la inmensa extensión de los continentes americanos, si este derecho debiese derivar de la prioridad del descubrimiento o de la exploración completa de sus costas». Y cierra su libro con el siguiente paralelo:
«Entre Colón y Vespucio había esta diferencia: aquél tenía genio, le devoraba una ambición inmensa, y a las borrascas de su alma respondían las borrascas de su suerte. Hoy el apoteosis, mañana las cadenas y la cárcel; hoy la embriaguez del triunfo y del mando; mañana la humillación del motín y la profanación de la canalla; hasta en su vida privada se alzan y se abaten estas ondas de la fortuna: hoy la fatiga del peregrinaje, la amargura de la viudez; mañana el reposo entre los jardines de Andalucía y los poéticos amores de una de esas mujeres de alma ardiente y de seductora belleza. La vida de Colón es el drama de la alta vida del genio, semejante a las calmas y a las borrascas del alto Océano.
Vespucio no tenía genio, ni ambición; por eso no nos queda de él sino la historia desmantelada de sus descubrimientos. Interroga a las estrellas, sorprende la conjunción de los astros y calcula fríamente las distancias, graba sobre el papel el perfil de las costas que descubre, y acepta resignado la misión de señalar a los nuevos descubridores el itinerario que debían seguir. Por eso Vespucio ni sube a las alturas de la gloria ni desciende a los abismos de la contrariedad.
Pero nadie puede despojarlo del mérito de ser uno de los que más colaboraron al descubrimiento de la América, y su nombre, aunque no designase los más grandes continentes del mundo, estaría siempre bien colocado al lado de los nombres de Toscanelli y de Colón».
Anuario bibliográfico de la República Argentina. Año II, 1880