Friedrich Schiller – INTRIGA Y AMOR

En la corte de un Príncipe alemán hay cierto Presidente del Consejo, apellidado Walter, que llega a desempeñar ese cargo importante después de cometer un crimen contra su predecesor. Su hijo Fernando, joven honrado y digno, y por consiguiente muy distinto de su padre, enamora con buena intención a Luisa Miller, hija de un pobre músico, y es correspondido por ella ciegamente, no así como Wurm, que también la pretende, y que sólo excita el desprecio de la novia y de sus padres.
Como casi ninguna otra obra de Schiller, “Intriga y amor” (Kabale und Liebe) está ligada al momento histórico social de su creación, y constituye un reflejo dramático del desarrollo de la conciencia burguesa. Ello queda constatado por los diálogos altamente patéticos, por las emociones abocadas a efectos desconcertantes y el apasionado intercambio verbal entre sus personajes: graves acusaciones contra la corrupción y la decadencia moral de la nobleza, contra el absolutismo en los pequeños ducados y contra las barreras sociales existentes.

Con respecto al Intriga y amor que escribió Schiller por los años de 1784, debemos decir, repitiendo unas palabras de una carta suya dirigida a su amigo Dalberg, que lo había impulsado a componer ese nuevo drama el deseo tal vez un tanto vano de hacer brillar su fantasía en una esfera enteramente distinta de la que hasta entonces había cultivado. Así como nos ha presentado en Los Bandidos este poeta el contraste de su juvenil fantasía con las reglas establecidas en la sociedad, y en cierto modo la disolución de la vida de familia; de la misma manera nos ha presentado en La conjuracion de Fiesco, el trastorno de la vida política del Estado, y así también nos pinta ahora en su Intriga y amor el abismo que existe entre las clases sociales y la triste situación de la vida de las cortes.

Extraído de la conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid por Antonio Angulo Heredia, en 1863.

La pintura de una sociedad, en que lodo lo puede el privilegio y todo lo sufre el pueblo, dio un carácter político al drama, oponiéndose por la primera vez en el teatro la nobleza del alma a la nobleza del nacimiento.