Emilio Castelar – RECUERDOS DE ITALIA

Recuerdos de Italia es una de las obras literarias del que fue uno de los presidentes de la Primera República, y revela el vigor y la actualidad de su prosa, una de las mejores del XIX español. Esas impresiones se produjeron durante el viaje que el político y escritor hizo a Italia en 1866 y que se publicaron en forma de libro en 1872, la primera parte, y en 1876, la segunda.

Conocedor de una extensa literatura sobre la materia, Emilio Castelar ofrece en Recuerdos de Italia la síntesis definitiva de su pensamiento y estilo. Sobre la emocionalidad impresionista de cuantas experiencias quedaron “grabadas en el corazón y en la memoria”, el autor realiza descripciones de monumentos y obras artísticas o de paisajes con “personalidad histórica”, apoyado en fecundas digresiones que son el fruto de su cultura enciclopédica. A caballo ente la nostalgia del desterrado y el optimismo de quien “ya tiene por patria la Europa redimida”, Castelar recorre la historia de la civilización ligada a la doble herencia, con sus luces y sus sombras, de Roma y el cristianismo. Las playas hermosísimas de Capri, la pintura de Miguel Ángel en la Sixtina o el cementerio de Pisa son algunos de los escenarios visitados por el escritor y político gaditano. El compromiso político de Castelar revela a quien se consideró a sí mismo como “el demócrata más avanzado de Europa”, un idealista atraído por el progreso material, sin el cual no concibe la libertad, y en quien confluyen el romántico que declara ser y el positivista en quien elude reconocerse.

Libro apenas conocido que era el más valorado por su autor y tal vez el que mejor ejemplifica la intención y alcance de su literatura.
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En el viaje de los ilustrados, a través de esa admiración que causa en la mirada del viajero la realidad convertida en objeto cultural emerge claramente una nueva mentalidad, que se quiere enciclopédica y científica, aunque lo haga, al menos en un primer momento, de manera torpe y vacilante.
Un poco más tarde, el viajero romántico, ya muy civilizado y por ello de alguna manera decadente, llevando el viaje hasta el borde de ese abismo desde el que se otea al unísono lo inconmensurable y lo irremediablemente fatal, impregnará su experiencia de melancolía. Pero es sobre todo el viajero de la ilustración, más rudo, el que ausculta los paisajes y analiza los vestigios de la antigüedad o las obras de arte intentando deducir las razones que cimentaron las grandes civilizaciones del pasado y que, por ello, deben dar solidez a esta civilización, la suya, en cuyos albores él se halla.

Coincidiendo con esta época, Italia como destino del viaje es recuperada por muchos viajeros que encontraron en ella, como en pocos lugares, la fusión de un pasado secular que se hunde en los orígenes de nuestra civilización y a la vez un mundo abierto al futuro, A partir de esta época Italia será el destino casi obligado de escritores e intelectuales que dan la espalda a su mundo y vuelven la mirada al de Grecia y Roma. En esta evasión de la realidad conocida, el viajero buscará "la belleza física de Grecia y Roma" y descubrirá "el interés imaginativo por la historia.
Los viajeros españoles no tardan en sumarse a esta corriente, es el caso, entre otros, de Pedro Antonio de Alarcón, Amos de Escalante, Severo Catalina y Emilio Castelar, que en fechas muy próximas viajaron a Italia por diferentes motivos, y más tarde publicaron en forma de libro de viajes su experiencia.
Vemos cómo el espíritu de la época termina imponiéndose para cargar lo que sería el simple relato del viaje, de contenidos que van más allá de la mera contemplación; la contemplación es sólo el comienzo, el punto de partida, la invitación a la reflexión:

Donde quiera que un monumento, una ciudad, una persona ilustre, un territorio célebre han herido mi atención, heme parado á contemplarlos y describirlos, dando un bosquejo fugaz, no sólo idea concreta de ellos, sino cuenta exacta de la serie de ideas que me han inspirado sus celajes, sus líneas, sus recuerdos, sus ruinas, su destino en la historia, su misterio en la poesía y en el arte.

(Castelar, 1872, t. II: V)


La contemplación es sólo el preludio de una reflexión más profunda, oculta en una primera lectura, y nunca carente de subjetividad. En esto reside una de las notas que definirán al relato de viajes de esta época: su ideologización.
En el siglo XIX asistimos a la reafirmación de un género, el de la literatura de viajes, que muestra abiertamente una clara evolución del mismo respecto a épocas pasadas, y a la consolidación de las marcas esbozadas con nitidez en los viajes ilustrados y románticos, como son una clara voluntad por parte del viajero de huir de moldes fijados por escritores anteriores y transmitir únicamente aquello que es sólo fruto de sus experiencias e impresiones, y no de las ajenas.
Todo esto y mucho más es lo que Castelar nos ofrece en una obra donde están las páginas menos oratorias y más literarias que escribió en toda su vida, según juicio de Menéndez Pelayo, y obra a la que nosotros añadimos el mérito de reforzar, mediante una sólida estructura retórica, las reglas del género.

Extraído de Emilio Castelar y su época. Actas del I Seminario Emilio Castelar y su época. Ideología, Retórica y Poética, Cádiz, 2001. LA RETÓRICA DEL VIAJE: A PROPÓSITO DE RECUERDOS DE ITALIA (NOTAS PARA UNA REVISIÓN DE LA LITERATURA DE VIAJES COMO GÉNERO LITERARIO) María Rubio Martín. Universidad de Castilla-La Mancha.