Benito Pérez Galdós - GLORIA

La publicación de Gloria en 1877 significó la resuelta entrada de Benito Pérez Galdós (1843-1920) en la áspera polémica que, centrada en el tema de la «cuestión religiosa», surgió en España durante el último tercio del siglo XIX. Retrato maestro de la sociedad de su tiempo, la novela, articulada en torno al trágico destino de los amores entre Daniel Morton -descendiente de una familia sefardí castigada por siglos de intolerancia religiosa- y Gloria Lantigua -hija de una familia defensora de los valores del más ferviente catolicismo-, pone de manifiesto los extremos a que puede conducir el fanatismo de las creencias, sea cual fuere su contenido dogmático.
En Gloria, Galdós desarrolla su trama en torno a este problema irreconciliable, y no sólo todo el peso de una tradición perpetuada durante siglos se hace presente con la oposición decidida que manifiesta la sociedad a la unión, sino incluso en la misma conciencia de Gloria y de Daniel.


El problema religioso reviste, pues, en Gloria formas diversas de las que presentaba en Doña Perfecta. Luchaba allí el libre pensamiento contra el fanatismo y la hipocresía; luchan aquí creencias diversas, honrada y sinceramente profesadas; el abismo es más profundo y doloroso por tanto, y la lucha más terrible y patética en este caso que en el primero, porque el libre pensador fácilmente cede; el creyente sincero jamás transige.
En cuatro personajes, trazados de mano maestra, ha representado el Sr. Galdós los diferentes aspectos de la agitada conciencia religiosa de nuestros tiempos. En el obispo ha pintado la fe acompañada de la caridad y del amor, la fe sencilla, pura, simpática que es intolerante por convicción, pero sin saña; que no quiere que el pecador muera, sino que se convierta y viva; que crea los apóstoles y los mártires, pero no los inquisidores. En D. Juan de Lantigua la fe intolerante y selvática, desinteresada y noble en sus móviles, nacida de profunda convicción, pero falta del perfume de la caridad y exaltada por el fanatismo: fe respetable y repulsiva a la vez, dispuesta por igual para las grandes acciones, los heroicos hechos, los sacrificios sublimes y los más sangrientos crímenes. Finalmente, en D. Rafael del Horro y D. Juan Amarillo ha pintado la negra hipocresía, la fe mentida y falsa, hija del interés y del cálculo, que oculta en el fondo una incredulidad o una inmoralidad repugnante; la fe de esos sepulcros blanqueados que forman la insolente y corrompida vanguardia del ultramontanismo.


Manuel de la Revilla, Revista Contemporánea, Madrid, 30 de enero de 1877


Es Gloria un cuadro de tan acabados términos, de toques tan inspirados y oportunos, tan discretamente pensado, con tal gracia concluido, que sería difícil quitar ni poner cosa alguna. (Clarín)